Un artículo del 4 de marzo del presente año del Hastings Center, la institución pionera en investigación bioética (
https://www.galiciadigital.com/opinion/opinion.37157.php), reflexionaba sobre la obligación moral de los bioeticistas de levantar la voz frente a medidas antiinmigración. Literalmente decía: Es esencial reconocer que la experiencia de los especialistas en bioética va más allá del análisis y el asesoramiento sobre dilemas éticos en entornos clínicos o de investigación. Abarca la obligación de denunciar las políticas que son perjudiciales para los
pacientes y las poblaciones vulnerables. Al hacerlo, los bioéticos no estarían sobrepasando sus límites. Más bien, estarían cumpliendo con su deber profesional de mantener las normas éticas y actuar con compasión e integridad moral.
Maya Angelou, escritora estadounidense y activista proderechos humanos, habló y escribió sobre el coraje. Sus palabras resuenan profundamente en estos momentos de nuestra historia: "El coraje es la más importante de todas las virtudes porque sin coraje no se puede practicar ninguna otra virtud de manera consistente". Estas palabras nos iluminan mostrando que el coraje no es solo una virtud, sino una necesidad cuando nos enfrentamos a la injusticia.
Ella veía el coraje como una virtud fundamental, no solo para superar los desafíos individuales, sino también para construir una sociedad más justa y equitativa.
El énfasis en el coraje como virtud fundamental destaca la importancia de no callar y luchar contra las políticas inhumanas y no puede dejar de evocarme el concepto de la banalidad del mal de Hannah Arendt y cómo el silencio contribuye a la complicidad (
https://www.galiciadigital.com/opinion/opinion.36148.php).
Una ola de miedo impregna ahora las comunidades de inmigrantes en EEUU. Nos relatan desde allí que las deportaciones masivas y los esfuerzos para eliminar las autorizaciones previamente otorgadas para estar en los Estados Unidos han creado un pánico reactivo en el que la gente a veces se queda en casa y no trabaja y mantiene a sus hijos en casa y no van a la escuela. Dice el artículo del Hastings que esta situación tiene consecuencias negativas inmediatas para la salud de muchas personas. Muchas evitarán la atención médica hasta que las enfermedades hayan progresado y se conviertan en una emergencia. Esto no solo supone un problema para los pacientes particulares, sino que también puede tener implicaciones significativas para la salud pública.
En ese clima de miedo, declarar la verdad sobre lo que es ético y justo puede iniciar el cambio, la transformación. Como en la parábola del samaritano, se necesitan personas que no den rodeos para evitar los lugares donde hay conflictos, amenazas o están las personas con problemas.
Todo ello me hace recordar que también podemos encontrar ejemplos de este coraje en nuestro entorno sanitario. Por ejemplo, el que tuvieron movimientos de sanitarios y ciudadanos para enfrentarse a las consecuencias del RD Ley 16/2012 de medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud y mejorar la calidad y seguridad de sus prestaciones. La crisis económica sirvió para justificar políticamente la aprobación de este RD que puso en cuestión los principios de universalidad, equidad y gratuidad del modelo ético del Sistema Nacional de Salud (SNS) al garantizar la asistencia sanitaria completa únicamente a aquellas personas que ostentan la condición de asegurada o beneficiaria. Decreto afortunadamente ya esencialmente revertido pero cuyo recuerdo nos puede servir de alerta. Ojalá no sea necesario que tengamos que volver a encontrar estos ejemplos de coraje en nuestro futuro cercano.
Juan Antonio Garrido, médico internista y especialista en bioética.