Un gesto que da sentido al espacio público
En una época en la que lo funcional parece imponerse sobre lo simbólico, hay gestos que devuelven dignidad a los espacios públicos. Uno de ellos, casi invisible pero profundamente significativo, es el cuidado con el que se revisten ciertos interiores institucionales.
Así ocurrió en el Ayuntamiento de Ponteareas (Pontevedra), que durante sus fiestas patronales de este 2024 inauguró una alfombra diseñada a medida para realzar su escalera noble. Una intervención estética, sí, pero también un ejercicio de memoria, identidad y pertenencia.
La alfombra como símbolo institucional
La pieza para Ponteareas fue realizada por la firma Alfombras Hispania (AH), una casa fundada en 1929 en Crevillent (Alicante), localidad

reconocida históricamente por su tradición alfombrera. Bajo la dirección de Mercedes Rodríguez, cuarta generación familiar, AH ha desarrollado una propuesta que combina excelencia artesanal, fabricación nacional y un enfoque contemporáneo centrado en la personalización.
Su trayectoria incluye encargos para espacios tan diversos como el Palacio de Santoña en Madrid, la Casa Ducal de Medinaceli, la Base Naval de Rota o el Ayuntamiento de Jaén, destacando muchas colaboraciones con
instituciones públicas y militares. En muchos casos, las alfombras son diseñadas en colaboración con artistas y diseñadores de reconocido prestigio.
En Ponteareas, el encargo partió del estudio Vertical Decoración, con el objetivo de embellecer uno de los elementos arquitectónicos centrales del consistorio: su escalera principal. El resultado es una alfombra sobria y elegante, tejida en pura lana virgen e ignífuga, con una doble línea lateral que potencia la sensación de amplitud y con los colores azul y dorado como homenaje a la identidad visual del Ayuntamiento.
A ello se suma un detalle de enorme carga simbólica: la inclusión del escudo municipal, cuidadosamente integrado en los puntos clave del recorrido, como la entrada y los rellanos.
Cuando las instituciones cuidan lo que pisan
Este tipo de intervenciones, aunque aún infrecuentes, están cobrando valor en el ámbito institucional por su capacidad para combinar funcionalidad, representación y sensibilidad patrimonial.
Y es ahí donde se abre una reflexión más amplia, especialmente relevante en Galicia: la dificultad -y la necesidad- de cuidar, restaurar y reinterpretar los espacios públicos, muchas veces instalados en edificios de gran valor histórico, y casi siempre con presupuestos limitados.
Ejemplos reflejados en este medio confirman que sí es posible actuar con criterio y respeto al entorno.
La rehabilitación del Castelo de Pambre en Palas de Rei -que incluyó excavaciones arqueológicas, restauración estructural y la creación de un centro de interpretación- devolvió a este monumento medieval su condición de símbolo comarcal.
En Santiago de Compostela, la antigua Fábrica de Armas fue transformada en la Cidade das TIC, conjugando herencia industrial y nuevos usos culturales. Más recientemente, se ha documentado la
restauración de la torre campanario del Mosteiro de San Martiño Pinario, también en Compostela, donde se recuperaron pináculos y elementos estructurales tras el impacto de un rayo. Son intervenciones discretas, pero profundamente representativas.
Y no se trata solo de grandes edificios. También en infraestructuras educativas, culturales o municipales se han realizado mejoras con sensibilidad institucional, como las reformas acometidas en el CEIP Montes dos Postes, donde se integraron soluciones de accesibilidad y renovación interior para un centro más digno y funcional.
Lo que estos casos tienen en común no es tanto su escala o presupuesto, sino su capacidad para convertir la intervención en un acto de responsabilidad pública. Una alfombra a medida puede parecer un detalle menor, pero cuando se diseña con intención -cuando incorpora los colores, los símbolos, la historia de un lugar- deja de ser un mero revestimiento para convertirse en una declaración de identidad.
Porque las alfombras institucionales, como los frescos, los escudos o los tapices que encontramos en tantos edificios públicos gallegos, no son solo ornamentos: son lenguaje. Un lenguaje que puede recuperar, reinterpretar y reforzar el carácter propio de un territorio. Con técnicas contemporáneas, sí. Con materiales resistentes, también. Pero sobre todo con conciencia del lugar que se pisa, y del legado que se quiere dejar.
Tal vez por eso, experiencias como la vivida en Ponteareas invitan a otras instituciones gallegas -desde bibliotecas hasta casas consistoriales, pasando por museos, centros cívicos o espacios militares- a plantearse cómo los elementos cotidianos, si se diseñan con inteligencia y sensibilidad, pueden devolver grandeza a lo que ya era importante. Porque a veces, para que un edificio hable, basta con darle un suelo que lo escuche.