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El silencio

Ávila Soto, Federico - jueves, 26 de junio de 2025
En días pasados, leí un artículo aquí, en Galicia Digital, de Jmm Caminero, sobre el silencio que, me hizo recordar uno que yo escribí hace bastantes años, y que, igual que el artículo que envié la semana pasada de "Carta a mis hijas (seis)" resulta que lo tenía en ese primer pen-drive que tuve que, por años no le había prestado atención alguna. Hoy envío dicho escrito, para contribuir a entender mejor lo expresado por Jmm Caminero con mi propia experiencia sobre el tema. Un saludo.

El silencio

En nuestras vidas, el ruido, el bullicio de las cosas que perciben nuestros oídos, es el síntoma general que compartimos y ayudamos a crear como necesidad para que, a través de los mecanismos audibles, entender y descifrar cada uno de esos sonidos, sean estos de palabras de las personas como de quejas o gemidos de todo ser. Los ruidos son descifrados enseguida por el subconsciente humano y, según sea ese ruido, las reacciones transmitidas al cerebro, pueden ser muy dispares según la percepción temerosa.
Son tantos y tan continuados los ruidos que nuestros oídos reciben que, no siendo los que requieren de atención, descifrado, selección y reacción imperativamente urgente (temor), ese oído se acostumbra y adapta a la convivencia con todo ese bullicio de las cosas, que coloca al silencio, como en un estado de rareza en el que el oído no está acostumbrado a explorar el campo inmenso de las percepciones cerebrales del silencio y lo que esto puede suponer para el desenvolvimiento de las actividades cerebrales, que son las que pueden ir conformando una inteligencia progresiva del saber y entender el universo de las cosas.
A diario, vamos conviviendo con todos los ruidos y bullicios tradicionales, de los "hola, buenos días" o "hasta luego", como el ruido del tren, del autobús, de los coches y trasiegos de las gentes todas en su ir y venir de un lado para otro. Percibimos las noticias en las radios y televisiones, nos trasmitimos por los móviles y teléfonos y, abstraídos en un mundo de imaginación de tantas percepciones visuales y audibles, no tenemos tiempo ni forma para dar paso a la práctica de escuchar en el silencio, de ver como con ese silencio brota en nosotros la reflexión, el juicio sereno de cualquier problema, la nostalgia y recuerdos, las emociones de nuestro espirito, el descifrado y desenvolvimiento de una idea, de una forma de pensar sobre la diversidad de las cosas, sean estas políticas, sociales, técnicas, filosóficas o de cualquier índole. El silencio es tuyo, del silencio venimos y, al silencio nos iremos. Por eso, es importante que te entiendas (entendamos) con tu propio silencio, porque ese silencio no miente, no habla, no exagera, no te traiciona como puede suceder en el mundo de los ruidos que, la mayor parte no son tuyos y te pueden llevar del mundo de las ideas, del conocimiento, del descifrado y entendimiento, del análisis y comprender racional humano.
En la realidad, cada persona desea tener sus silencios, pero la forma y costumbres en la que estamos inmersos, dan poco margen a tiempos muertos en que el silencio sea una pequeña práctica audible y cerebral en la que se sensibilizan todas las percepciones, tanto las oculares como las audibles, que como las reflexivas. Normalmente, como silencio se entiende y practica como descanso, sea dormido o adormilado, la lectura, la distracción variada, el pasear, o mismo el estar callados, etc., que lo diferencia mucho del silencio consciente, que es un silencio propio, deseado y pocas veces practicado.
En un poco de tiempo en silencio, se puede estar a percibir los pequeños ruidos que normalmente no captamos; ese reloj de pared que va paso a paso contándonos el tiempo con un diminuto sistema casi imperceptible que con el silencio se hace presente de su existencia en su mundo del inmovilismo, ese aire que mueve levemente las ramas del árbol, y que ves caer una hoja que se posa en el suelo y te hace pensar en tus nostalgias, llevándote a mundos sentimentales que te pueden reconfortar, ese mirar en silencio en una noche de estrellas con el ánimo afligido por algún problema sentimental que te abre las puertas del entendimiento para mejor solución y acuerdo, ese sentar en la mesa de la cocina en una noche en la que todos duermen, y que solo se escucha la nevera en un trabajar constante y alternativo en la procura de un frío que mantenga los alimentos y que reparas en ella porque, por el día es imperceptible o se pasa de esos ruidos, ese largo silencio que nos creamos de vez en cuando y que nos lleva a hacernos muchas preguntas sobre la vida, de su esencia y que nos hace difícil encontrar respuestas claras viendo las limitaciones inteligentes para poder comprender, tanto existenciales como de la relación entre personas con tan dispares comportamientos y pensares.
El silencio es un buen compañero reflexivo que nos ayuda en lo que deseamos y que nunca entra en conflicto de caracteres y pensamientos contrarios, es tu silencio, tu eres dueño de él, solo tienes que aprender a usarlo y respetarlo como algo íntimo de tu ser. Del silencio salen las mejores inspiraciones literarias, poéticas y filosóficas, el silencio es necesario como forma de ordenar el pensamiento para la expresividad inteligente, para transmitir los propios sentires, para exponer la visión de lo conocido y experimentado, para madurar las ideas que luego estarán en el campo del debate, de los contrastes y pareceres, del acuerdo.
En el silencio encontraremos refugio al dolor de lo querido, de la vida que se nos va, encontraremos en el silencio la paz que deseamos y que el vivir en sociedad nos priva de disfrutar. También, observaremos que nuestra inteligencia se desenvuelve mejor, que es más capaz de dotarnos de unos juicios más serenos y claros de todas las problemáticas que nos rodean, las dudas, las interrogantes, las sospechas pasarán por la criba del intelecto propio que, en ese silencio, no está obligado ni presionado por lo social o exterior a uno y, poco a poco, vendrá a la mente las mejores ideas, las mejores soluciones posibles, la mejor forma de comportarse y expresarse; conformaremos mejor nuestra personalidad, del ser y estar en el mundo.

Ficos, Septiembre del 2007
Helmond - Países Bajos.
Ávila Soto, Federico
Ávila Soto, Federico


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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