Al geógrafo y amigo Alex Hansen Machín, por su histórica publicación 'Los volcanes
recientes de Gran Canaria', que tanto interés generó en muchos docentes y educadores.
Libro esencial para el diseño de actividades y visitas pedagógicas a éste y otros campos de volcanes.

Enorme satisfación experimento al redactar este último artículo como colofón a los escritos sobre todos y cada uno de los volcanes teldenses y algún que otro situado en sus límites municipales -Malfú, Jinámar-, un abanico de volcanes que siempre deseé visitar en mis itinerarios didácticos hace muchos, muchos años y que nunca pasaron de la media docena los recorridos e interpretados: Cuatro Puertas, Las Huesas, La Sima, montaña Rajada, Gando y montaña deTaliarte.
Han sido muchos los volcanes transitados en este largo periplo, una treintena de conos volcánicos que se eleva a cuarenta si tenemos en cuenta una decena de elevaciones montañosas muy interesantes. Por eso conviene recordar sus nombres, para evitar su irrelevancia. Lo haré en general de costa a cumbre, aunque el elemento que ordenará este listado no sea otro que su altitud. A todos ustedes reitero, una vez más, la invitación hecha en cada uno de los artículos, a acercarse a ellos, conocerlos, sentirlos y disfrutarlos.
Montaña del Ámbar (54 m.), Montaña de la Atalaya o de Taliarte (69 m.), Montaña de Gando (104 m.), Montaña Quemada (133 m.), Montaña Negra o montaña de Jinámar (142 m.), Montaña de Zamora (144 m.), Montaña de las Huesas o de la Gruesa (148 m.), Montaña Colorada (169 m.), Montaña de María Ojeda o montaña Bujama o montaña Mujana (173 m.), Montaña de las Tabaibas (181 m.), Montaña del Roso o montaña del Gallego (191 m.), Montaña de la Sima de Jinámar (201 m.), Montaña de la Caldereta de Jinámar (222 m.), Montaña Rajada o de la Barqueta (238m.), montaña de Malfú (247 m.), Montaña de Ruano (308 m.), Montaña Pelada o de la Matanza (335 m.), Montañeta del Callejón (343 m.), Montaña de la Majada (487 m.), Volcanes de la Hoya (487 m. y 491 m.), La Montañetilla (500 m.), Montaña de Rosiana (534 m.), Montaña Herrero o del Águila (550 m.), Montaña de Juan Tello (552 m.), Montaña Las Palmas (556 m.), Montaña Águeda o Topino o del Constante (564 m.), Montaña de El Melosal (569 m.), Montañeta de Cubas (598 m.), Montaña de Juan Santiago (600 m.), Montaña de Santa Rita (631m.), Montaña del Plato (633 m.), Montaña de Santidad o de La Santidad (651 m.), Montaña del Palmital (666 m.), Montaña de las Triguerillas (670 m.), Montañeta Fría (701 m.), Montaña Calderetas o de La Caldereta o Talaguela (706 m.), Montaña Los Barros (714m.), La Montañeta (823 m.), El Montañón (928 m.), Montaña de Lagulete (1262 m.), Montaña de La Solana (1283 m.)
Se une en esta satisfacción el hecho de culminar el reto de recorrerlos al golpito, como debe hacerse con cualquier espacio natural si uno quiere disfrutarlo. Abordando todas sus caras, hablando con las gentes que los habitan, curioseando en su geología, su flora y fauna, sus valores arqueológicos y etnográficos, visitándolos en diversas estaciones para sentir el pulso vital de cada una de ellas.
Y aquí estamos, satisfechos de poseer una visión general de los conjuntos vulcanológicos de Telde y un conocimiento particular de cada uno de sus edificios volcánicos, tanto los más notables como aquellos conos de menor relevancia -yo nunca los consideré así-, a veces surgidos en las laderas de los primeros como conos adventicios en el paroxismo del volcán primigenio o más tardíos, fruto de nuevas convulsiones geológicas.
He conocido estructuras volcánicas complejas, volcanes asociados, conos simples, edificios fisurales, edificios devastados por la ambición humana, lugares donde hubo conos que actualmente no existen, y en todos ellos disfruté de su belleza, de su silencio, de sus singularidades botánicas y faunísticas, de profundas reflexiones sobre un paisaje geológico capaz de mostrar ante mis ojos un espectro cromático singular y único, sorprenderte con formaciones rocosas tan espectaculares que me quedo absorto ante la génesis de las mismas, ante su majestuosidad sin comprender, a veces, las causas y razones de tales formaciones, pero con la emoción de saberme, más de una vez, en el interior de un volcán, en cráteres que siguen palpitando en sus cenizas soldadas, en sus líquenes y musgos que inician de tal modo una incipiente colonización botánica, partícipe de un proceso vivo aún, visualizado en cuevas cuajadas de chorreante lava petrificada, en tubos volcánicos desmantelados en parte, en bloques erráticos que, anclados en la corriente de lava, revelan el camino de la misma y parecen moverse aún por las sendas incandescentes de la imaginación del que los observa, disfruté con el temor y el respeto ante simas profundas, con la curiosidad y prudencia ante pequeñas depresiones, utlizadas algunas de ellas como necrópolis por la población aborigen, capaces ambas de esconder lo mejor y lo peor del ser humano.
He visto playas surgidas al abrigo del volcán y cuevas submarinas donde el mero y el abade encuentran sus últimos refugios y he nadado y buceado por arrecifes costeros, producto de la lava surgida de estos volcanes, atrevida en su inmersión en el océano, enriquecedora siempre.

La vida, en evolución continua, se ha asentado sobre estos sustratos pétreos y terrosos, pues las rocas se transforman en suelo, y encuentra la armonía que supone el equilibrio ecológico de los seres que la sustentan. Así plantas y animales, desde la costa donde se encuentran volcanes como Gando, Taliarte o Ámbar, hasta las más altas cimas de volcanes como El Montañón, Lagulete o La Solana en los altos de Las Breñas y Cazadores, encorsetados ellos en arbitrarias lindes municipales, se adaptaron a cada espacio y sus condiciones, forjándose como especies diferentes y diversas, adaptadas a todos los biotopos posibles.
Pero en la historia de la vida en este espacio, ahora llamado municipio de Telde, arriba con el tiempo una nueva especie: el ser humano. Poco lleva en él, un par de milenios, máximo tres. Poco digo porque debemos recordar que la parte emergida de la isla tiene una edad aproximada de unos catorce millones de años, es decir, que el ser humano ha llegado aquí, haciendo una escala comparada de un día, en los últimos doce, quince segundos. No se extrañen del cálculo ni del resultado, una simple regla de tres y constatamos que el ser humano acaba de llegar.
La web
GaliciaDigital plataforma temática sobre Galicia en Internet, permite buscar cualquier artículo editado sobre cada uno de los conos, con las fotografías correspondientes y su fecha de emisión. Al final de cada artículo, un enlace: "VER TODO" nos lo permite. Son páginas gratuitas, abiertas a su consulta, a su difusión o a lo que ustedes estimen en consideración.
En los volcanes arriba señalados encontrarán un compendio de cientos de páginas capaces de dar forma al cuerpo de una publicación que no andaría muy lejos del millar de páginas -sin lugar a dudas, elucubrar con la idea de una publicación en papel, no nos engañemos, sería un ladrillazo infumable y un sinsentido monumental, pues el aporte más interesante de todos ellos es su emocionalidad-, en donde he intentado acercarles unas líneas básicas sobre su situación, cómo llegar a ellos, las mejores sendas para abordarlos, someras lecturas del paisaje y algunos trazos referentes a la evolución del territorio, usos y abusos, a partir de la llegada de los seres humanos.
No hay duda en que su huella está presente en cada uno de las estaciones arqueológicas observadas, en las cuevas que presentan la mayor parte de los conos volcánicos, en las lomas y cimas de los mismos, en el suelo horadado para almacenar víveres o proveerse del líquido elemento. En todos ellos desarrollaban sus vidas los primeros habitantes, guardaban el grano que cosechaban al pie de los volcanes, en los productivos llanos, con la proximidad del agua en riachuelos y nacientes -barranco Real, barranco de El Draguillo, barranco de Silva, barranco de las Goteras...-, llanos que se extienden no sólo por la parte baja del municipio sino por medianías y tierras altas de Telde. Aquí rogaban por buenas cosechas e imploraban lluvia, aquí se dirigían a sus dioses, aquí se aposentaban sus sacerdotisas o harimaguadas, aquí se defendían de los robos y rapiñas tanto de otros aborígenes como de ataques piráticos y pueblos invasores, aquí fenecían y eran honrados y enterrados, tanto en cuevas como en necrópolis realizadas bajo cascajos en los malpaíses...
Cuatro Puertas, montaña de El Roso, Topino, Juan Tello, Gando, Taliarte, Rosiana, Las Huesas, Malfú... ¡son tantos los yacimientos existentes en conos volcánicos en territorio municipal y tantos los abandonados!
Luego llegó la conquista y desde entonces el uso y abuso de los recursos naturales fue continuo: agua y suelo propiciaron cultivos, riquezas, señores, esclavos y un crecimiento sin límite. Es este crecimiento ilimitado el que tensiona en la actualidad los espacios tratados.
En pleno siglo XXI, la población teldense se extiende no sólo por su litoral y entramado urbano de ciudad, sino que va ampliando el territorio habitacional, ocupando y reforzando nuevos sectores en Las Medianías bajas y ascendiendo por otras Medianías, cada vez más altas. Esta invasión de los espacios agrícolas se traduce en una preocupante proliferanción de viviendas ilegales, viviendas fuera de ordenamiento urbanístico. Pues bien, los campos de volcanes que hemos tratado sufren de especial forma esta ocupación ilegal del suelo agrícola y suelo protegido.
También esto se encuentra reflejado en este amplio dossier. Cómo el abandono de los sectores agrícola y ganadero han dado paso al uso de esos terrenos como lugares de expansión de fin de semana, segundas viviendas que, careciendo de las preceptivas licencias, son viviendas ilegales. No puedo negar la presencia de algún guiño agrícola -sobre todo dedicado al autoconsumo-, pero es minúsculo, lo esencial es poner la vista en la anarquía constructiva y en la destrucción del paisaje y del territorio.
El uso como territorio propicio para la caza es la causa de que haya retirado más de dos centenares de cartuchos vacíos. La abundancia de conejos y perdices no justifica la desidia y la irresponsasbilidad de abandonar las vainas de la munición empleada.
La mayoría de estos residuos son viejos. Algunos, apenas puedo recogerlos pues sus componentes plásticos se deshacen en mis manos. Quiero pensar que algo ha cambiado y que los cazadores actuales son más responsables, aunque también es cierto que la caza con escopeta está más limitada y pocas son las fechas hábiles. Lo cierto es que quien ha visto una bandada de perdices salir de un llano o las ha visto comer en secos pastizales de medianías, quien ha sorprendido a un conejo bajo un arbusto o lo ha visto correr en zig-zag, con su rabillo blanco, desearía que este mal llamado deporte de la caza estuviera prohibido. Alguien traerá a colación un problema de superpoblación de estas especies y que tal circunstancia provocaría un desastre ecológico, pero no conozco un lugar en el mundo donde la abundancia de una especie no se regule hasta que el ecosistema se reajuste de nuevo. La naturaleza necesita tiempo, pero su sabiduría le permite restablecer el equilibrio ecológico perdido.
A todo esto, el ser humano ha impulsado en estos lugares una actividad industrial: la minería extractiva. Esta actividad basada en el aprovechamiento intensivo de los materiales volcánicos es tan impactante que cambia la fisonomía del territorio afectado, desapareciendo conos volcánicos por completo y siendo dañados, la mayor parte de los restantes, por catas y extracciones que desfiguran su estructura y perfil, dejando una huella indeleble.
Ambientalistas y ecologistas han luchado por una figura legal que dote de protección y salvaguarda estos campos de volcanes, ante la desidia y la falta de planificación de las autoridades, tanto municipales como insulares y autonómicas.
La figura de Paisaje Protegido de Rosiana camina, pero muy lentamente. Ha cubierto con éxito sus dos primeras etapas. La aprobación por unanimidad de la Corporación Municipal y el posterior estudio y filtro del Cabildo Insular. El deseado Paisaje Protegido se encuentra a la espera de su aprobación definitiva por el Gobierno de Canarias. Deseamos que no se convierta en otra larga espera.
Mientras tanto, más de un centenar de viviendas ilegales se han asentado en sus dominios, se abren pistas nuevas, se masacran los cimas de los conos con motos destrozadoras de paisajes que trazan pistas antes inexistentes por espacios sin mancillar, se trazan circuitos deportivos donde nunca los hubo...
Antes de entregar el artículo a los medios de comunicación, quise recorrer todos y cada uno de los volcanes. Las pistas que nos permiten llegar a todos ellos hablan por sí solas de la presión del ser humano sobre cada centímetro cuadrado de suelo teldense.
Todo sigue igual. Las extracciones de picón y las escombreras en montaña Rajada, montaña Santidad y Montañón -no me vale que no se observen decenas de camiones cargados con picón como sucedía hace unos años, pues lo que cuenta es si se encuentran en vigor las licencias extractivas que muestran cada una de ellas-.
El absoluto abandono de los yacimientos arqueológicos: la necrópolis de la montaña de El Roso, sin vigilancia ni señalización alguna, el conjunto de cuevas de El Calasio, en Rosina, sin señalización ni vigilancia ni control alguno, el conjunto de cuevas, unas habitacionales, otras funerarias, de montaña Las Huesas, etc..., a pesar de ser considerados todos ellos, por historiadores y arqueólogos, extraordinarios yacimientos de enorme valor.
Los cierres ilegales en terrenos rústicos de alta protección y las chabolas, contenedores, viviendas fabricadas, escombreras... escondidas tras las mallas son un ejemplo más, a sumar al absoluto abandono del patrimonio etnográfico que se ha forjado durante varias generaciones y así los aljibes tradicionales en cueva y en hoyos, las gavias, los canales en roca, las viviendas tradicionales, las sendas para el agua, los corrales, las majadas, las estructuras de abrigo para los pastores, los nacientes, los abrevaderos para el ganado, los lavaderos, los alpendres, los empedrados... están arruinados o en estado de inminente ruina, algunos de ellos sin ni siquiera constar en la Carta Etnográfica Insular. Todo esto y el abandono patrimonial arqueológico son dos de las mayores tristezas que me acompañaron en tantos recorridos.
Duele ver como se cierran las cimas de los conos o sus cráteres, muchas veces sin más sentido que advertir al visitante que se encuentra en un terreno privado, no preservando en su interior cultivo alguno, e imposibilitando el acceso y tránsito libre por los mismos. Duele ver como se hiere el paisaje de los conos, a veces con la simple finalidad de obtener una zona de aparcamiento. Duele que no haya control alguno sobre los caminos reales, caminos vecinales, históricas sendas que desaparecen por la ambición o el interés particular de propietarios que saben de la desidia imperante y que confían en que nadie iniciará un expediente para reclamar lo usurpado.
Hay una consideración de peso, si en verdad queremos proteger este conjunto vulcanológico. Bajo ninguna presión las instituciones deben rendirse al asfalto, al cemento, al hormigonado de las pistas existentes. Son de tierra apelmazada y así deben continuar. Los vecinos acceden bien a sus propiedades, los escasos vecinos pues la mayoría son ilegales viviendas de fin de semana.
La tierra apelmazada de las pistas, tal y como se encuentra aún, permite el tránsito animal, la dispersión de las semillas, la recolonización de los bordes, absorber el agua de lluvia sin provocar barranqueras en los arcenes. La tierra permite la unidad física del espacio, una armonía en el paisaje cromático, una vida animal y vegetal con menos barreras y limitaciones. No podemos asfaltar. No debemos asfaltar. Mantengamos las vías existentes, como están.
Al término de este dossier, me quedo con la esperanza de lo observado, de lo vivido, de las experiencias y conversaciones con los pocos habitantes de estos lugares que lo son realmente porque viven en ellos. Y me quedo con la esperanza de que alguno de ustedes, lectores de tantas historias de volcanes, sea capaz de vertebrar una voz potente, mucho más potente que la mía, con mayor rigor, fortaleza y determinación a la hora de defender estos espacios.
Termino con una categórica aseveración: lo reconozcan o no sus dirigentes, Telde tiene en sus volcanes uno de sus mayores activos paisajísticos, geológicos, biológicos, arqueológicos y etnográficos.
Deseo que algún día un equipo de gobierno sea capaz de ver en ello uno de los elementos patrimoniales que mejor definen este municipio, sean capaces de sentir como propios estos valores que imprimen orgullo e identidad a todos los teldenses. Sólo el hecho de creer que tal deseo pueda ser posible, me permite otear en un futuro próximo un atisbo de esperanza.
José Manuel Espiño Meilán, miembro fundador del Grupo Naturalista Turcón, es en la actualidad Presidente Honorífico del Colectivo Turcón - Ecologistas en Acción, socio y activista del mismo. Divulgador y defensor de la vida a través de la docencia, de la ecología, del senderismo, de la escritura, del compromiso, del agradecimiento a las personas que han hecho de sus vidas una entrega en pro de la defensa de cada especie vegetal y animal y de la paciencia necesaria que debemos practicar ante desatinos mayúsculos causados a la Naturaleza por la insensibilidad, el egoísmo y el desconocimiento de los ciclos y valores que la rigen.