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Siria: una trampa para Obama

jueves, 12 de septiembre de 2013
La inesperada oferta rusa de monitorear un programa de desarme del arsenal químico del régimen sirio deja al presidente Barack Obama ante serios dilemas sobre su errática estrategia en Siria, tomando en cuenta la pérdida de apoyos internacionales y en el Congreso y la opinión pública estadounidense sobre un eventual ataque militar. Curiosamente fortalecida tras un desliz diplomático del secretario de Estado estadounidense John Kerry, la sorpresiva oferta rusa revitaliza sus opciones diplomáticas para evitar un ataque contra el régimen de Bashar al Asad así como para fortalecer su posición dentro de la crisis siria, lo cual abre todo tipo de expectativas no sólo para Obama sino, incluso, para los rebeldes sirios que instaban constantemente a un ataque militar.

A última hora, a Barack Obama le salió un inesperado “campanazo” de salvación precisamente desde donde menos se lo esperaba: Rusia. Esta perspectiva cobra mayor fuerza tras los recientes roces en las relaciones bilaterales entre Washington y Moscú, las cuales tenían a Siria (así como al caso Snowden) en el epicentro de las tensiones, y cuyas repercusiones fueron desvaneciéndose lentamente tras la reciente cumbre del G-20 en San Petersburgo (Rusia) durante este fin de semana.

En principio, la propuesta rusa deja a Obama literalmente “colgado” y con menos margen de maniobra dentro de la crisis siria. Como recogía un análisis en la BBC, la sensación inicial emanada de la oferta rusa de inspección de armamentos del régimen de Bashar al Asad y su eventual desarme de arsenal químico, deja a Obama “desnudo, con todas las deficiencias de su presidencia a la vista y todos los puntos fuertes de su personalidad al límite”.

El desliz de Kerry

Lo curioso de todo esto es que la oferta rusa, expuesta este lunes 9 por su ministro de Exteriores Serguei Lavrov, se activó inmediatamente tras una célebre “metida de pata” del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, durante una rueda de prensa en Londres, a razón de una gira europea para buscar apoyos a un ataque a Siria.

Tras una pregunta sobre si existía alguna posibilidad de que Damasco evitara el ataque militar, Kerry tuvo el desliz de contestar que “seguro que sí, podría entregar todas y cada una de sus armas químicas a la comunidad internacional la semana próxima”, manifestando un tono retórico que dejó diversas especulaciones en el aire.

Este inesperado desliz de Kerry fue oportunamente aprovechado por Rusia y el régimen de Bashar al Asad, una vez Lavrov convocó una rueda de prensa en Moscú para anunciar que le había pedido a Siria que pusiera su arsenal químico bajo control internacional, para posteriormente destruirlo. El régimen sirio aceptó esta propuesta, que dejó literalmente “en el aire” a Obama, Kerry y la opción de ataque militar.

De nada valió que horas después el portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, se viera obligado a matizar las palabras de Kerry. El “desliz” que motivó a la “oferta” ya recorría las principales cancillerías y gobiernos mundiales implicados en la crisis siria.

La propuesta rusa estipula la inclusión de Siria en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas. El régimen de Bashar al Asad ya anunció preliminarmente su consentimiento a esta propuesta mientras el propio Obama manifestó su interés en un acto reflejo que, a todas luces, ilustra los dilemas, incongruencias y dificultades de su opción de ataque unilateral.

Obama pierde fuerza

Esta sensación queda patente ante los obstáculos que ha observado Obama en su encrucijada por castigar al régimen sirio por la presunta utilización de armamento químico contra la población civil. Al traspié británico de no apoyar la intervención o los ataques en Siria luego de una votación en la Cámara de los Comunes, se le une el distanciamiento europeo (salvo Francia), emanado de la declaración de la canciller alemana Ángela Merkel, quien consideró que la Unión Europea no debería intervenir directamente en Siria.

Pero los problemas le crecen a Obama en casa. La enorme mayoría de la opinión pública estadounidense, un 72% según diversas encuestas publicadas por The New York Times, se oponen a cualquier intervención militar en Siria. Pero lo más importante es la votación en la Cámara de Representantes, cuyos obstáculos son mayores cuando Obama esperaba tener una votación favorable, tras un aparente apoyo del Partido Republicano.

En el exterior, Obama ha cosechado algunas ganancias a su plan de acciones “punitivas y contundentes” contra el régimen sirio. Países como Albania, Alemania, Catar, Croacia, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, Estonia, Honduras, Hungría, Kosovo (no reconocido por la ONU), Letonia, Lituania, Marruecos, Rumanía, Arabia Saudí, Australia, Canadá, Corea del Sur, España, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Turquía han presionado por una firme respuesta de la comunidad internacional a la luz de los recientes acontecimientos en Siria y manifiestan el respaldo a los esfuerzos de Washington para garantizar la prohibición sobre el uso de armas químicas.

Pero es en el Congreso donde Obama está perdiendo la batalla y dejando entrever síntomas de debilidad para su presidencia, aspecto que le puede pasar factura al Partido Demócrata en próximas elecciones. Esta debilidad se acrecienta ante un reiterado discurso sumamente retórico y convencional (manifestado en el inesperado desliz de Kerry) que ilustra hasta qué punto Obama ha perdido capacidad de convicción y de iniciativa en la crisis siria.

No obstante, esta pérdida de fortaleza para Obama se vería levemente minorada en caso de que la oferta rusa saliera adelante, ya que propiciaría una salida diplomática a la crisis siria que le evitaría a Obama acelerar unos planes militares con cada vez menor convicción y apoyo político.

Quienes ganan y quienes no (tanto)

Ya en el plano internacional, la oferta rusa coloca a su presidente Vladimir Putin en el centro de la atención a la hora de eventualmente alcanzar un acuerdo con el régimen sirio para “someterse a la ley internacional” y paulatinamente desmantelar su armamento químico. Pero las reminiscencias de casos recientes como el del Irak de Saddam Hussein suponen igualmente un factor que eleva todo tipo de expectativas, algunas de ellas inesperadas.

La oferta rusa de presión para desmantelar el arsenal químico sirio deja diversas lecturas abiertas, en particular a la hora de identificar a los “ganadores” y “perdedores”. La primera, le permite a Rusia recobrar la iniciativa diplomática, desbancando momentáneamente cualquier tipo de acción militar impulsada por un Obama cada vez más solitario en su “encrucijada siria”.

En segundo lugar, la oferta rusa es un obvio “espaldarazo” para Bashar al Asad, lo cual le permite ganar tiempo a la hora de replantear una nueva estrategia de negociación, ahora con Moscú en un papel más activo. Hoy más que nunca, Rusia se convierte en el aval exterior más estratégicamente importante para el régimen sirio.

En tercer lugar, y tras Obama, el otro “afectado colateral” de esta oferta son los rebeldes sirios, especialmente los líderes de la plataforma del Ejército Sirio de Liberación (ESL), quienes apostaban urgentemente por un ataque militar liderado por Washington contra las posiciones militares del régimen de Bashar al Asad. Un revés que igualmente afectaría a aliados de Washington como Arabia Saudita, Qatar y Turquía, quienes ya apostaban y se preparaban para los ataques militares contra el régimen sirio.

De hecho, ya la oposición siria ha manifestado su opinión sobre la oferta rusa al considerar como inaceptable la propuesta de Moscú de transferir armas químicas bajo control internacional. En este sentido, los rebeldes del ELS podrían verse políticamente deslegitimados si esta oferta permite una salida política a la crisis siria.

Por el contario, e irónicamente, existe un actor con ambiguas consecuencias ante esta oferta rusa. Son los grupos yihadistas radicales, con especial incidencia a los afiliados a la red Al Qaeda. Estos grupos se observaban así mismos como un “objetivo colateral” de los planes militares de Obama, tomando en cuenta los recelos existentes en Occidente hacia estos grupos que podrían verse beneficiados con la eventual caída del régimen sirio.

Sin embargo, una salida diplomática a la crisis siria que suponga un mantenimiento del régimen de Bashar al Asad (especialmente en el plano militar aunque entrega parte o totalmente el arsenal químico) igualmente colocaría a los grupos yihadistas en el mismo barco de “perdedores” que los rebeldes sirios y los países que apoyan acciones punitivas contra Damasco. Por tanto, a los grupos yihadistas sólo les quedaría abogar urgentemente por una “yihad” contra el régimen sirio, cuyo eco y capacidad de influencia podrían perder peso si finalmente gana peso la oferta rusa y se desestima la opción unilateral de ataque de Washington.

El fantasma iraquí

Todo este escenario reproduce, de alguna forma aunque con notables diferencias, la crisis iraquí de 2003, aunque las consecuencias muy probablemente serán distintas. El régimen sirio juega esta carta para ganar tiempo y así, muy probablemente, poder manipular a Occidente a través de Rusia, evitando un ataque militar que casi todos veían inminente.

Por otro lado, el misterio en torno al arsenal químico sirio es notablemente similar a la escasez de certezas sobre las armas de destrucción masiva del extinto régimen iraquí de Saddam Hussein, armamento finalmente inexistente.

Tomando como comparación la crisis de Irak en 2003, la principal diferencia para Obama es que no ha logrado polarizar o bien obtener apoyos firmes y concretos para el ataque a Siria como los que finalmente sí logro su antecesor George W. Bush con respecto a Irak.

Sabiendo de antemano el rechazo frontal de Rusia y China a cualquier ataque militar en Siria, la propuesta de Obama parece estar desvaneciéndose desde que su estratégico aliado británico rechazó participar en una intervención militar directa, tras la votación en la Cámara de los Comunes. Incluso, ahora, está observando cómo la oferta rusa gana puntos en la arena internacional, donde la opinión pública se muestra notablemente en contra de la acción militar.

Con ello, Washington se ha dado cuenta de los límites de utilizar una posición cada vez más estrictamente unilateral (incluso aislacionista al no contar con aliados firmes), fuera de cualquier resolución de la ONU. Por el contrario, Moscú ha revitalizado su posición como el único actor con capacidad real de revertir cualquier acción unilateral por parte estadounidense.

En todo caso, la oferta rusa deja diversas expectativas e incertidumbres abiertas. No es aún seguro que el régimen de Bashar al Asad acepte esta oferta, cuyas consecuencias estribarían en un desmantelamiento de su arsenal químico que lo dejaría en una delicada situación en cuanto a su posición militar y de seguridad nacional, en particular ante “enemigos” como el islamismo radical e incluso Israel.

Obviamente, el eventual rechazo sirio a la oferta rusa revertería radicalmente la coyuntura, ya que Moscú quedaría de alguna forma deslegitimado e incluso “engañado” por la negativa siria, revitalizando paralelamente las opciones unilaterales de ataque de Obama.

En caso de aceptarla, el régimen sirio mantendría eventualmente su poder aunque “tutelado” desde el exterior por una Rusia que se convertiría claramente en su aval diplomático y político más seguro, incluso desplazando con ello la estratégica relación del régimen de Bashar al Asad con un Irán cuyo marcado distanciamiento de la crisis siria deja entrever la posibilidad de abrir nuevos caminos en la relación entre Teherán y Occidente.

Esta expectativa está cifrada en las aparentes intenciones del nuevo presidente iraní Hassan Rohavi de propiciar un diálogo y entendimiento con Occidente en cuando a las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. Por ello, la oferta rusa puede abrir nuevas e inesperadas vías dentro del complicado ajedrez geopolítico de Oriente Próximo causado por la crisis siria.
Mansilla Blanco, Roberto
Mansilla Blanco, Roberto


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