Obituario
Goás Chao, Domingo - jueves, 05 de septiembre de 2013
Villalba, villa de la casa de Alba a través de los Andrade, hoy, gracias a la incuria liberticida y disgregadora de la Hispania romana, Vilalba, ha ofrecido a la sociedad figuras señeras algunas de las cuales, el moderno ensino de la progresía, va borrando del acervo cultural del pueblo. Son los signos de los tiempos.
Políticos como Santiago Basanta, además de tales, intelectuales como Fraga Iribarne, científicos como Manolo Carreira, eclesiásticos como Rouco y Carrasco, y lingüistas como Villanueva Prieto y ya innúmeros villabeses en cargos locales o regionales han dado lustre a tan histórica como respetada villa. No hablamos de gentes del mundo negocial porque parece que su intimidad financiera les veda publicidad como no sea la atinente a sus negocios para vender todo lo que se ponga por delante.
Sin embargo, próceres, notables, personas calificadas como hombres de bien, no se han aireado en los anales del pueblo. Y a fe de Dios que los ha habido. Una labor de entrega y solidaridad la ofreció por ejemplo la Liga Santaballesa, la Unión Villalbesa y su comarca pero a título individual sin menosprecio u olvido de ingente número de personalidades creo obligado recordar a Don Manuel Pena Vidal gracias al que no corrió sangre fraticida en la villa.
Y, más de uno se preguntará, ¿a que viene tan largo prólogo?
Pues amigos, se nos ha ido una de las personalidades más importantes e impactantes de nuestro pueblo. ¡Pepe Apenela!
Yo a Pepe lo definiría como el mecenas villalbés, el Cirineo que tantas cruces ayudó a portar, el protector de tanta desventura, el patrocinador de tanta actividad social, el padrino de tanta gente desvalida, el valedor, sin título oficial, enfin el patrono del desarrollo de Cruz Roja, Hospital Asilo
.. No fue un intelectual. No fue un político. No fue un erudito. No fue un potentado. Fue como decía el poeta nicaragüense, el varón que tuvo el corazón de lis y alma de querube, fue el personaje que sacaba a la luz para hacerla sonar el arpa de Bécquer que yacía del salón en el ángulo oscuro de su amo tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo. Fue el hombre que tenía el corazón de cristal como rimaba su ya desaparecido amigo, paisano y eximio poeta José Luis García Mato.
Hago memoria: conservo la foto donde todos de sotana estudiantes del seminario de Mondoñedo, años 40, Apenela, Lozano, Quintela Ferreiro, Pepe Guizán, Pepe Goás, Alvarito y alguno que se me escapa. Se han ido todos pero él, el postrero como para demostrar, que no es que fuese así, que era falaz aquello de ¡Qué solos se quedan los muertos! Él se quedó como guardián de aquel elenco como para asegurarse de que su pasamiento se efectuase sin contratiempos.
Cuando alguien cometió la insensatez, cuyo agradecimiento quiero reiterar de paso, de nominarme Lucense del Año 2007, tuve el honor y el placer de que Pepe asistiese a la cena de entrega de trofeos y al mediodía siguiente se asentase en la mesa de edad que presidía el ágape en Casa María de Lugo. Seis ochentones lúcidos y lucidos de los que tres eran de la misma edad como que nacidos en 1925. De aquellos seis solo quedan dos. Pero lo más curioso era que uno de ellos, eminente jesuita era tan parecido a Pepe que los bautizamos a cada uno con el adjetivo de el doble, el alias o el alter ego. Aunque el otro dominaba el japonés y el inglés Pepe se entendía con él a la perfección en castellano. Pepe se ha ido. También los inmortales mueren. Pero, recitando al citado García Mato, te saludo como al héroe legendario que eres y te digo que has sido muy valiente tanto tiempo, es hora de detenerse en el sendero estamos tan cansados- a la sombra del árbol que se llama nostalgia descansamos del ayer, del presente y del futuro sobre la fresca hierba de los versos
Amigo, fraterno y caro amigo Pepe. Te saludo como los legionarios romanos a Cesar Imperator: ¡Ave Pepe Apenela, morituri te salutant! Y sabe que mi piso de soltero en la misma urbanización en que te ubicas me servirá de atalaya para vigilarte en tus nocturnas correrías por el Olimpo, el Parnaso o, tú, seguro por el Paraíso.

Goás Chao, Domingo