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Rescata tu parte más inocente

martes, 03 de septiembre de 2013
Las promesas no cumplidas volverán en el otoño de tu vida para preguntarte porque las ignoraste.

Ilusionarse a cualquier edad es una vivencia que puede cambiar totalmente a uno, ¡alocar al más cuerdo o madurar al más loco!. A medida que te salen canas, echa panza y la fuerza de la gravedad atrae a partes de tu anatomía hacia el centro de la tierra, o sea cuando pasas de cierta edad, y según sean tus experiencias sentimentales, te replantearas por lógica, no sufrir más o no volver a enamorarte.

Con 10 años, todo te daba corte y ponías colorado si te gustaba alguien, a los 20, la timidez era inferior a las ganas de tirarte sobre cualquiera como si se fuera a acabar el mundo, ya de 30, la reflexión y proyectos de futuro propiciaron que te casaras y reprodujeras dejando un legado de ti, tus hijos. Llegan los 40, y o te separas enfrentándote solo al mundo o si aún sigues con la misma persona ya no sientes ni pasión ni nada, hasta que de repente cumples 50, y ¿cómo te ilusionas a esta edad?. Si ya has conocido a tu primer “amor”, has jurado “el juntos para siempre”, te han traicionado, traicionaste y tropezaste quinientas veces con lo mismo, y ahora, ¿no te crees nada o todavía tienes espíritu para sorprenderte y rescatar la parte más inocente?

A la vejez viruelas

Te encuentras en un proceso más pausado pero intenso, ordenado y constructivo de ideas, y aunque tu físico a veces no acompañe como hace 30 años dónde estabas como un toro en plena ebullición hormonal. Quizás las erecciones no serán tu parte más fuerte porque no te cuidas nada y bebes a lo loco cuando sales de copas, pero tu mente, profesión y conversación es superior y está llena de bagaje personal, eso servirá para sentirte más fuerte y listo y ¡te sube el ego!. Si ya has recorrido caminos, doblado esquinas y descifrado mil encrucijadas donde erraste y otras veces acertaste, el amor a esta edad llega despacio y se aloja de forma más sensata porque se busca complicidad, más espontaneidad, desinhibición y sobre todo sintonizar con tu contraria, le darás total importancia a las miradas, enviadas sobre quien deseas llenas de brillo intenso.

Déjame estrujarte

Lo peor, es creerte que lo has visto todo, pero ¡seguro que no lo has sentido todo!, siempre puede aparecer alguien que junto con la combinación de tu experiencia y madurez te devuelva las ganas de sentirte vivo. Fusionar la parte más romántica, con la pasión arrebatadora y como ahora sabes dominar la fiera que llevas dentro puede dar lugar a algo “perfectamente excitante”. Rescatar del baúl de los recuerdos, como era darse un maratón de “morreos” extensos, osea unos buenos besos será un buen aliado para potenciar la dulzura que ahora si nacen en ti y te gusta cómo te hace sentir.

La timidez de la madurez

En la juventud la timidez se encargo de que no te comieras una rosca, pero ahora eres consciente de ello y lo has mejorado, incluso comentas lo tímido que eres y eso genera morbo en tus adeptas. Sales de fiesta, no te aíslas y te relacionas cada vez más porque eso te ayuda a romper la rutina que te ha asfixiado tanto durante años de represión. Dices lo que piensas y te aceptas tal como eres, de primero te agradas a ti. Ya no idealizas el amor, nadie es mejor ni peor que tu, solo sabes disfrutar como nunca antes.

Tres en uno

Cada uno de nosotros tenemos como tres personalidades en una: una va de padre o madre según el sexo que tengamos, de nosotros mismos y de nuestras parejas porque lo hemos copiado de nuestros progenitores (esta parte es la que nos guía y dice lo que tenemos y debemos hacer), otra es como un niño (esta hace lo que te apetece) y la última es la personalidad que nos hemos construido hasta ese momento (hace de intermediario entre todas las partes) . En realidad quien se ilusiona es el niño que llevamos dentro, pero esa parte que va de padre o madre y la propia personalidad gestionan cualquier sentimiento boicoteándolo o fomentándolo.
Castro Liz, Ana
Castro Liz, Ana


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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