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Tartas y euros

martes, 04 de junio de 2013
Uno de los síntomas más básicos de la inteligencia es ser consciente de que no se sabe todo, o de que si a uno se le ocurre una obviedad que le parece buena idea es probable que no sea el primero en haberlo pensado. Esto nos lleva a pensar que los concejales de O Valadouro de algunos grupos no son inteligentes, o que si lo son no aplican sus neuronas a la hora de pisar suelo municipal. Creen haber descubierto la fórmula de la piedra filosofal, y va a ser que no.

Como de costumbre, les pongo en antecedentes: Los grupos de la oposición en ese ayuntamiento (a saber, PSOE, BNG e independientes de la zona) se han unido para desbancar al alcalde, que tiene cinco concejales frente a los seis del resto. Hasta aquí nada que decir, entra dentro de las normas de la democracia que seis son más que cinco y que pueden acordar una moción de censura si consideran que es lo mejor para el pueblo. Otro tema es que sea un reparto indecente del poder, pero allá ellos y sus votantes.

Pero no es ese el problema, sino que hayan metido una cláusula económica en el acuerdo, por la que si se rompiera el pacto tendrían que indemnizarse unos a otros (entiendo que el que rompa el pacto a los demás) por un total de 100.000 euros, que no están mal. A lo mejor por eso se llama "Valle de Oro"-"Valadouro" el pueblo, porque el tema siempre va por ahí.

Hay que decir que esa cláusula jamás se podría aplicar, ya que en mi modesta opinión de jurista en ciernes (si uno no se da importancia, ¿quién se la va a dar?) es nula de pleno derecho. No por el principio de que un concejal no está sujeto a mandato imperativo, que eso la Constitución sólo lo dice para los diputados y senadores, sino por puro sentido común. Un concejal lo es en representación de su pueblo y no puede ligarse de esa manera con un acuerdo civil, económico, para las futuras votaciones.

El hecho de firmar ese acuerdo se puede considerar igual de “papel mojado” que un programa electoral. No hay contrato alguno que pueda vincular a alguien en un cargo representativo de cara al futuro, e incluso las “multas” que se pone a diputados u otros “castigos internos” son más bien un tirón de orejas de voluntario cumplimiento, ya que de lo contrario los plenos serían meros mercados, y ya les llega bien sin meter dinero de por medio.

El verdadero poder de los partidos para retener los votos de sus cargos no es el de un contrato firmado previamente. Si así fuera, hace años que los imprimirían al por mayor. No funciona así. Si se retiene su dedo para que pulse el botón deseado es más bien con la zanahoria de las siguientes convocatorias electorales. “Si no eres bueno, no te presentamos”, viene a ser el pacto.

Ya sé que no mola, que es algo que suena a satánico, pero tiene una virtud: quien se presenta a las elecciones con el sistema actual es un partido, y para bien o para mal lo que el elector juzga es a ese partido, a su programa electoral (aunque luego no se cumpla) o la imagen que tiene como colectivo. No es un sistema que a mí me enamore, y si pudiera hacerlo lo cambiaría, pero tampoco se crean que las listas abiertas son la panacea.

Los concejales de O Valadouro se han pasado de listos. Si creían que habían descubierto la pólvora les tengo que dar la triste noticia de que se les han mojado los petardos, porque ese documento tiene la misma validez que un apretón de manos en el mundo de la política de hoy día, es decir, ninguna. Y mejor que sea así porque es lo que nos faltaba, que se pusiera precio en euros a los pactos. Por si fuera poco el descarado reparto de la tarta que ya se hace.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


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