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Recuerdos de mi niñez en la Casa de Chancia

miércoles, 29 de mayo de 2013
Recuerdos de mi niez en la Casa de Chancia La verdad podría hablar de mil y una cosas, pero prefiero hablarles de mis primeras vivencias, es decir de los primeros diecisiete años de vida, que los pasé en la muy querida casa natal de Chancia, que como muy bien dice el nombre indica chantada, enclavada allí, y de ello hay abundantes referencias documentales, que nos citan la casa pero también el camino, antigua vía romana, si tenemos en cuenta lo descrito en algunos legajos que le llaman Antigua o Camino de los Romanos, mientras que también en la vox populi se decía Rudeira da Antigua. Cerca de la casa está o Penedo, que no es otra cosa que un dolmen, y a poca distancia uno de los miradores naturales más bonitos de toda la zona, o de toda la provincia; desde él miraba para Cubilledo, Forcas, O Lago, Nullán, Pando, As Cruces, Ríomao, a lo lejos los picos de los Ancares, algo más cerca O Cebreiro. Recuerdo cuando los mozos de Forcas han cavado a Fulgueirosa y hacer as “tolas” como por allí se llaman a los “torros” y a la broza amontanada a modo de media naranja; las que pasaban días ardiendo, dos, tres, cuatro o más. Luego extender la ceniza, sembrar el centeno y al año siguiente segarlo, con los "fouciños", hacer los "mollos" y hacer los "medochos" o "marrotes", para luego cargar en los carros, cuyos ejes debían de ir bien apretados así cantaban mejor, bajando de Brañuelas, do Teso de Forcas, da Fulgueirosa, do Monte de Riva da Casa. Que tiempos aquellos donde la malla era más que la malla, era todo un rito. El motor a un extremo de la “aira” y la maquina casi en el otro y una larga polea transmitiendo la fuerza necesaria a la maquina para poder mallar. Casi simultáneamente la limpieza del grano, con la limpiadora marca “Ajuria-Victoria”. De mi infancia quedó bien grabada en la retina las buenas “medas” de centeno, como las de las casas de Pombo, Bernedo, García de Forcas, o las de la Casa de Fontela de Cubilledo. Donde dejaban “meda vella”, es decir de un año para otro; las pequeñas “medas o medochos” de trigo y avena.

La matanza de los cerdos era otro rito, después de la cruel muerte dada al animal, venía el raspado o quitarle las “serdas” a la piel, que en mi casa y en los pueblos cercanos era echando agua herbiendo a la piel de guarrino y luego con unos cuchillos, algunos hechos con trozos de las hojas de la guadañas se procedía al raspado. El abrir en canal al animal y todo aquel proceso de partir y salar la carne.

Eran tiempos en que se empezaban a comprar los primeros aparatos de radio, para mí casa en 1963 vino una de la marca “Iberia”, de seis pilas de las grandes, que con mucho cariño conservo y que aun bien que funciona. Pero prosiguiendo con mis vivencias de niño y adolescente, no podía faltar el recuerdo al trapero Amador, que Dios tenga en la gloria. Natural de Os Vilares, Guitiriz. Amador era como el diario de la época, cambiaba quincalla por serdas (las serdas se le llama por allí a los pelos de los cerdos), cera y poco más. Pero a su vez iba dando noticias curiosas “chismoerros” que había oído por Samos, Triacastela, As Pasantes, Fillobal, Lamas, O Biduedo, Fonfría. Solía hacer noche en casa, traía un cobertor, la cena y una manta más se la daban para pasar la noche, en la barra, dormía sobre la yerba o sobre la paja, según cuadrase. También andaba otro “quinquilleiro” de Ourense, aquel vendía botones, imprendibles, corchetes, agujas, cuchillas de afeitar, brochas, prendedores de pelo, y hasta relojes. Mí madre me compró en 1970 mi primer reloj, un “Cauny Prima”, chapado en oro, que después de pasar por el relojero y a pesar de sus largos años sigue marchando. Se decía de aquel vendedor de Ourense, que era un indocumentado, nadie sabía casi nada de él, apenas daba explicaciones de su familia y procedencia, pero por donde pasaba hacía muy buenas migas con la Guardia Civil, ¿Sería un confidente? ¿Sería un agente camuflado? No lo sé.

Pero también recuerdo los largos inviernos, los zuecos, los pantalones de pana que muchas veces me quedaban cortos, y lo mucho que tengo que agradecer a mis padres, pues las primeras letras me las enseñó mi papá, gracias también a la Enciclopedia Alvarez y a otros dos o tres libros. Todo lo demás ya es historia reciente.
López Pombo, Luis
López Pombo, Luis


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