Si les digo que conozco a un golfo

Me pueden decir que ustedes conocen a más. Yo, a un mogollón, otro mogollón y otro mogollón y aún no acabo. Son aves de rapiña, generalmente gaviotas, que siempre utilizan todos sus recursos para robar a los demás.

No, no estoy hablando de Bárcenas o Urdangarín, que también, no, estoy hablando de un conocido que, insaciable él, se dedicó a enriquecerse con métodos de los más ruines que se puedan recordar. Les cuento: el individuo
en cuestión tenía una empresa con parte de sus trabajadores sin asegurar.

Pues bien, cuando llegaba la hora de una inspección de trabajo, era avisado por el sindicalista vertical -receptor de sobres escondidos- y los obreros cobraban…una tarde de vacaciones. Otra: tenía viajantes a comisión y cuando veía las notas de pedidos que estos presentaban, les decía que estaban confundidos, que el tanto por ciento de aquellas notas era mucho menor del pretendido, y que él mismo había dicho, y el pobre hombre se iba a casa con la mitad del dinero previsto. Es un hombre despótico-lleva muchos años insultando a sus obreros y éstos, apocados donde los haya, hasta llegan a hablar bien de él. Ver para creer.

Se preguntarán ustedes si no se encontró con ningún trabajador rebelde. La rebeldía es difícil cuando hay hambre y si no vean ustedes las sonrisa de Bangladesh. Pero, ciertamente, algunos, atropellada su dignidad, se marcharon de la empresa entre la envidia y la critica despiadada de los dóciles. No, no son mansos de corazón tanto cobarde.

Pues bien el individuo en cuestión, siempre dispuesto a cualquier cambalache que produjera dividendos, está ahora muy molesto porque no lo quieren y no tiene amigos. Anda el “pobre” dando lástima, hasta va a la iglesia, y vende su imagen de hombre honesto y reclama una sociedad con valores como los que había antes. Eso si, en su empresa no hay sindicato ni falta que hace. También dice que tiene derecho al honor y que se le vilipendia.