No sabemos de economía, pero pensamos en ella

Permítanme ser osado partiendo de la base de que nunca estudié economía, que por lo visto, era la carrera que no supimos elegir la mayoría de los de mi generación. La estudiaron Rato, Blesa, De Guindos y un sinfín de “listos” que, dados sus frutos, mejor hubiera sido que se dedicaran a la filosofía clásica. Así que permítanme que sea uno más de los que descarrile y déjenme explayar con mis teorías de salida de a la crisis. Quizás los entendidos se rían-habré puesto una sonrisa en sus labios y eso ya será un logro, aunque sólo sea un payaso – o quizás los “analfaeconomistas” vean una luz, que se les encendió a ellos, y nunca se atrevieron a exponer por miedo al ridículo. Yo ya cometí muchos errores, y lo hice muchas veces, y todavía subsisto.

Vean ustedes mi absurda teoría: Se nos ha sido vendida la moto de la globalización bajo el paraguas de la libertad de mercados y otras zarandajas. La libertad es un concepto abstracto que sirve de paraguas para muchas injusticias y que prostituyen los golfos continuamente. Igual que democracia, derechos humanos…

Si existen tantos países donde la esclavitud es efectiva, no sólo salarial, sino que se practica con alimentación de subsistencia, que duda cabe que no hay posibilidad alguna de competir en producción con los trabajadores de Bangladesh- que catalán más “listo” es culpable de la penúltima tragedia- China o Zimbawe. Lemman Broother y los bancos centrales son simples funcionarios de la maquinaria.

Aquí lo real es la producción y el consumo. En realidad son los gobiernos los que han de velar por la producción, y eso implica mojarse y legislar de modo y manera que no se permita especular, por ejemplo, con las materias primas, con especial respeto por los alimentos. En cuanto a los mercados, es preciso romper las cadenas que amordazan a las economías, ya sea saliéndose del euro, no pagando la deuda- no le fue tan mal a Islandia- o poniendo aranceles a los productos fabricados en otros países. Si las industrias se han ido en busca de sueldos más bajos, que vendan allí sus productos y, si no, que paguen aranceles, que bien pudieran servir para crear aquí empresas de I+D.

Lo que está claro es que un paro tan brutal, una política de austeridad que contrae el consumo y un asilo de ancianos, en el que se ha convertido España, no tiene futuro.

Hay que cambiar las reglas del juego en profundidad. Hay que combatir a muerte los paraísos fiscales; hay que lograr una rebaja grande de las energías, ya sea con acuerdos, ya con expropiaciones. Son las culpables de muchos cierres por no poder pagarla. Hay que potenciar las renovables porque son las que se adaptan a nuestra geografía. Hay que buscar nuevos mercados y sobre todo recuperar a la juventud expulsada para desarrollar nuevas ideas. Hay que controlar a las empresas que no cotizan aquí y, sin embargo, hacen aquí su negocio. No se puede permitir que se escabullan pagando en otros países sus impuestos. Hay que autoabastecerse y negociar las exportaciones como lo hacen, por ejemplo, Marruecos. En una palabra, hay que realizar reformas profundas y urgentes con valentía y sin tanto miramiento. Y aquí ya no vale oposición ni diferencias ideológicas porque, por lo visto, llegado el momento, todos los gobiernos se han ido acomodando a los intereses de las empresas, que después los han traicionado o han pagado favores con puestos en los consejos de administración. Lo que vale es encontrar trabajo. Y después cambiar la reforma laboral de Kunta Kinte.

Necesitamos un gobierno fuerte y sin complejos, que acometa reformas profundas con sentido de responsabilidad con sus ciudadanos, no con la señora Merkel Y para eso está visto que no vale Marianico el Corto.

La primera medida mía sería expropiación total del patrimonio de todos los chorizos y les aseguro a ustedes que ya se podría pagar la comida de los niños de los colegios.