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Viviendo en la calle

miércoles, 24 de abril de 2013
Cuando uno vive en la calle ve cosa que se les escapan a los políticos, siempre inmersos ellos en reuniones, viajes y palestras. Por eso, muchas veces legislan ajenos a la realidad social. Yo, les aseguro, era uno de esos “inconscientes “que creía que todo lo peor que le podía pasar a un comprador con su hipoteca de una vivienda, era que tuviera que entregar la casa al banco, si no era capaz de hacer frente a los pagos acordados.

Jamás mi lógica y escasa formación económica me llevaron a pensar otra cosa. Y lo suponía porque precisamente el banco realizaba una tasación para salvaguardar sus intereses. Que me quitaran la vivienda y todavía les debiera dinero es, a mi entender, una muestra inequívoca de la usura de estas instituciones. Y les aseguro que así pensábamos muchos.

Por suerte, me he librado de los desahucios, pero a punto estuve de caer con las preferentes. Y otros cayeron con estruendo: Un amigo con cuarenta y ocho millones de pesetas. Dinero procedente de una indemnización de tráfico, que le permitía pagar la residencia de su suegra inválida.

La verdad es que no sé cómo hubiera reaccionado si eso me pasa a mí. ¿Hay motivos para la indignación? Evidentemente. Pero lo peor es que uno ya no sabe de quién fiarse. Antes los bancos, aparte de su mentalidad usurera, pagaban los intereses acordados y los papeles, farragosos a más no poder, eran simple formulismo que se firmaba en la confianza con la persona que te vendía un producto. Hoy uno se ve obligado a desconfiar hasta del mejor amigo. Pero lo que es peor: El Gobierno ampara a los ladrones llámense Caixa Galicia, Bankia o el Sursun corda. Ahora hablan de quitas a los preferentistas y estos pierden gran parte del dinero depositado, pero el banco, rescatado sin mi permiso y con mis impuestos, se libra de cumplir sus obligaciones con el beneplácito del Gobierno.¡ Cómo para votarlos en las próximas elecciones!

Uno vive en la calle y no hace falta correr para ver el panorama desolador –la semana pasada estaba en Viveiro, hoy estuve en Madrid -¡si hasta bajaron los precios en el barrio de Salamanca!¡ si hasta cerró una tienda, al menos, de Zara¡

Y uno recuerda a un señor, de mucha cabeza él, que decía que iban a crear tres millones y medio de puestos de trabajo. Lo que no dijo fue en donde. Puede ser que en las islas Caimán, en Gibraltar-todo sería que los ingleses reclamen derechos históricos de formación futbolística sobre La Línea de la Concepción – o en cualquier Suiza de la vida. Aquí con tanto “chorizo”, lobista, trusista, hácker, bróker y demás hijos de la gran Bretaña- y viva España –se lo llevan mondo y lirondo ante la atónita mirada del ciudadano de a pie, al que sus padres le enseñaron el valor de la ética.

Aquí vale todo con tal de robar el dinero a su legítimo dueño. Aquí no duelen prendas a nadie y se desahucia sin pudor alguno; aquí se venden preferentes y el estafado ha de resignarse por amor a la patria; aquí se legisla ateniendo los intereses de los bancos y sus dirigentes se van con una inmensa fortuna por su capacidad de hundirlos; aquí se deslocalizan empresas y sus propietarios son condecorados en gratitud a sus “servicios”, que casualmente coinciden con los suyos propios; aquí se legisla, por ejemplo contra los toros-problema “grave” donde los haya-y en cambio no hay tiempo para tomar medidas contra los paraísos fiscales; aquí se maltrata al pobre ciudadano al que con tanto celo se busca en las elecciones; aquí a la gente le contarán mentiras y mentiras, pero recuerden: Ganarán las próximas elecciones, porque nos enseñaron a olvidar y perdonar. Pero a mí no me dará la gana de una cosa ni otra.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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