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¿Tenemos que callar?

martes, 16 de abril de 2013
Hace poco tiempo encontré a un admirado colega, que valientemente había denunciado los tejemanejes de un político, y me contó las represalias que había sufrido no sólo él, sino también su familia. Y no fiándose de quienes debieran tomar cartas en el asunto, prefirió callar. Pienso que, si realmente este fuese un país democrático, alguien debiera de velar por el derecho de mi compañero, pero me temo que las fuerzas de seguridad no disponen del tiempo necesario. El país necesita que nuestros insignes custodios estén con frecuencia en los bares, porque si no se quedarían sin clientes y conviene colaborar con la economía para salir de la crisis.

Siempre pensé que era necesario trabajar y cumplir cada cual con sus obligaciones en el ámbito correspondiente, pero mi experiencia me demuestra que es más rentable despotricar de los jueces, echar la culpa a la ley…que combatir la injusticia. Siempre son necesarias personas valientes para denunciar los abusos de los poderosos. Como también es preciso no dejarse amedrentar por los que mandan legal o ilegalmente.

Nunca acepté en mi vida aquella triste frase de nuestra niñez, aprendida en la dictadura, que decía: “Neno, cala a boca” (Niño, calla la boca). Y por ello a mí nunca me dio la gana de callar. Evidentemente, he sufrido represalias, desprestigio, tergiversaciones, ataques y un sinfín de peajes que se pagan por tratar de ser libre, no sólo en lo que atañe a la propia persona, sino también a los demás. No se puede educar en el miedo, en el oscurantismo, ni con la espada de Damocles encima de nuestras nucas.

Por eso en mi vida me hago una serie de preguntas tales como cuál es el delito cometido por un preferentista que reclama al banco el dinero robado. Como también me pregunto cómo con mis impuestos se reflotan bancos, que son capaces de hundir familias enteras con sus desahucios. Nadie me ha pedido permiso para tal dispendio, y se me queda cara de tonto cuando tengo que acatar que nuestros políticos gocen de la suficiente desfachatez e impunidad para usar nuestros dineros ya sea para el Instituto Noos o las golferías de Vós. ¿Y debemos callarnos?

¿Qué ejemplaridad da la Corona? ¿Qué sentido tiene una monarquía impuesta?

Hay miles de motivos para, al menos, la indignación y escribir miles de folios sobre la cantidad de indeseables que nos mienten, golfos que nos son presentados como padres de la patria y uno ya no sabe si hablar de los Bárcenas o de los amigos de Feijoo. Tanto da un Pujol como un Correa. Tanto monta hablar de Suiza como paraíso fiscal, como buscar el patrimonio escondido de los presidentes de la patronal. Aquí todos los “chorizos” tienen a buen recaudo sus fortunas, mientras en lo colegios se regatea el menú de la criaturas. Aquí se montan muchos circos mediáticos, pero jamás se devuelve el dinero y siempre se van de rositas los Tejeros, los Armadas, los Roldanes y los sucesores. Correa pasea por la calle mientras Garzón sufrió la interpretación de la ley. Existen leyes sí, pero ya se encarga Gallardón de sus tasas y su aplicación.

El maestro Machado hablaba de las dos Españas y no me cabe duda de que la hay. Una que esconde su patrimonio en Suiza y otros paraísos fiscales, y otra que está en el paro o sin él. Existen las dos Españas, una de jóvenes que se vieron abocados a la emigración, y otra de desempleados y jubilados que soportan la crisis, los recortes, los malos ejemplos de la charcutería y a una clase política como mucho mediocre, perdida en las guerras ideológicas, incapaz de crear un rayo de esperanza.

¿Y todavía nos exigen que estemos callados?
¿Acaso esta política restrictiva va a permitirnos reflotar y salir de las tinieblas económicas? ¿Alguien vio futuro con tanto recorte sin generar inversión? ¿ A qué viene tanto gasto militar para defender a una población que tiene a Cáritas desbordada?

Y nos dicen que es necesario producir, ser competitivos, “que hay que trabajar más y cobrar menos”, que la reforma laboral de Kunta kinte se ha quedado corta, que también hay que ir a trabajar cuando estás enfermo, que las pensiones se pueden acabar, que los chinos cobran muchísimo menos, que con los impuestos que cargan a nuestro recibo de la luz se pagan las ayudas a las grandes industrias del país…Y nosotros no podemos creer que nuestros dirigentes sean tan inútiles como demostraron ser muchos de ellos. Realmente, no son tan tontos como se nos presentan. Siempre se van con los bolsillos llenos y con chollos nuevos y sus desaguisados los pagamos usted y yo.

De poco nos vale ser nietos de D. Quijote si no combatimos y cambiamos esto. No son molinos, sino “chorizos” de carne y hueso, que en vez de acabar con los paraísos fiscales, con los grandes trusts económicos, con la especulación de las bolsas…nos engañan. Porque ellos están facultados por la ciudadanía para promulgar leyes y tomar las medidas precisas y sólo toman aquellas que les permitan aumentar su fortuna.

Estamos hartos de tanta mentira y tanta cobardía y a mí no me da la gana de callarme.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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