Tánger, salafista

La reconocida escritora marroquí residente en París Houda Louassini, amiga que fue de Paul Bowles, José Saramago y otros grandes autores, acaba de publicar en distintos diarios europeos un artículo dolorido por la extinción del Tánger tolerante y abierto de su infancia y su rápido hundimiento en el radicalismo islamista, el salafismo.

Se titula “Réquiem por Tánger”, porque esa ciudad marroquí de unos 700.000 habitantes está perdiendo aceleradamente el cosmopolitismo que la caracterizó durante el siglo XX, y que llevó a vivir allí a números creadores occidentales.

Louassini, de familia musulmana, evoca el Tánger en el que musulmanes, judíos y cristianos convivían en unas calles en las que todos se sentían libres, incluso las mujeres vistiendo.

Recuerda las minifaldas floreadas de sus tías tras las revoluciones estudiantiles del 68, su alegría y espontaneidad.

Tánger era un espejo de modernidad, de los múltiples países que dejaron su poso allí tras dominar ese punto estratégico al final del Mediterráneo: el Non Terrae Plus Ultra precolombino.

Loussiani acaba de volver allí. El cambio es radical: el taxista que la llevaba a la casa familiar insultaba a las mujeres que no fueran totalmente cubiertas por la calle.

Sus tías minifalderas se cubren ahora, como cada vez más mujeres, “arrastradas por la ola regresiva y represiva” del islam “oscuro y resentido”.

“Un muro se ha instalado entre nosotras; ya no es posible ninguna comunicación”.

“Repetían los optimistas de mi país que el radicalismo islámico nunca triunfaría en la sociedad marroquí".

"Pues se equivocaron: el salafismo se ha infiltrado en las entrañas de la sociedad”.

Debe recordarse ahora que el salafismo es imperialista, y que en ese mundo radical aparecen cada día más centros culturales, sociales y religiosos llamados Córdoba.

Tánger está a 33 kilómetros de Tarifa, nombre que viene de Tarik, el invasor en 711.


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