Renovarse o morir

He visto en TVE, entre sueños de siesta, la entrada a la Capilla Sixtina de sus eminencias cardenalicias para reunirse en Cónclave; un ejercicio espiritual que llevan a cabo desde que aquel pescador de Galilea, Pedro, edificó esta Iglesia. Impresionante. Un rito plásticamente muy llamativo por el recinto magnífico, por la solemnidad que le imprimen los participantes y por la trascendencia de la ceremonia, ya que en ella se elige Papa; es decir, según la doctrina católica, el representante de Dios en la Tierra. Nada menos.

Para ello, antes contaban con la inspiración divina del Espíritu Santo, uno de los miembros de la Santísima Trinidad que nos gobierna espiritualmente desde el Cielo. Pero ocurre que, a la vista de la que está cayendo en este mundo real, en el que los valores se tiran a las alcantarillas, da la impresión de que esta vez los cardenales tuvieron que valerse de su propio sistema electoral, porque su divinidad no creo que esté de acuerdo con tanta golfería en el seno de la Institución que debe de hacer cumplir sus santos mandamientos. Aunque alguno de ellos ya no lo cumple ni el propio sacro colegio cardenalicio…

Así que, mis queridos amigos, estos ciento quince sabios de la Iglesia, que eligieron a un papa argentino, de 76 años, el cardenal de Buenos Aires Jorge Matrio Bergoglio, debieron haber aprovechado tan importante concentración para reflexionar también, al margen de las muchas asignaturas pendientes, sobre los graves y escabrosos asuntos que afectan a la Iglesia como Institución. Porque tiene que confesar pecados tan gravísimos que a mí me resultarían inconfesables.

Esos pecados, ya sabes, obligaron a un Papa a renunciar a la comandancia del Ejército de Salvación del Señor aunque, eso sí, sigue siendo Emérito. Ya veremos si este jesuita que el mundo ya conoce como Francisco I desde el miércoles pasado, es capaz de poner coto a los desmanes de sus ovejas, porque –del sexto al décimo- se han saltado a la torera su decálogo.

Resumiendo. Creo que el Espíritu Santo les ha dicho esta vez a sus eminencias:

—- Aplicad aquello de “renovarse o morir”.

Supongo que los cardenales, una vez culminada la elección del Papa, seguirán dándole vueltas en sus grandiosas catedrales a lo que escuchaban y no daban crédito en la Capilla Sixtina. Seguirán preguntándose como resolver tan escabrosos asuntos para no quedarse sin clientela.

Y Su Santidad Francisco I, por su parte, intentará arreglar lo mucho que hay que arreglar entre las piedras de esta Iglesia que está medio en ruinas.

Se precisa ser un gran arquitecto para reconstruirla…

Aunque hay que convenir que lo que no consigue un argentino…

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