Yo también indulto a David Reboredo

Aquel primer concierto que yo organizaba en Pontevedra, el de Camel, me abrió los ojos ante una sociedad joven, la de la llamada Transición. Porque uno, por aquel entonces, iba de casa a la emisora y solo se permitía alguna excursión nocturna a determinados tópicos de la ciudad de Vigo. Ahí se cerraba el círculo.

Tras aquel concierto y ya de madrugada, tras escuchar mi música fantástica, fuimos todos, los Camel y nosotros, a la discoteca en la que trabajaba mi cuñado Julio, otro de mi familia que el puto cáncer metió antes de tiempo en la nave que te lleva al espacio final.

Yo no anticipé el vuelo aquel día porque alguna meiga buena me salvó de perecer entre los brazos de eso que ahora llaman éxtasis… Porque veníamos del franquismo, del todo está prohibido; y teníamos verdaderas ansias de probar todo lo clandestino, como canta Manu Chao, por entonces un infante en París…

En los sesenta yo ya había fumado en la Francia libertaria algún porrete, con la complicidad de algún amigo cantautor que decía sus canciones hasta el alba… Pero lo del trippi, el caballo y la coca me mantuvo siempre muy asustado, aunque no pude evitar asistir a entierros de amigos muy queridos…

Por todo esto que te confieso, siempre admiré mucho a Carmen Avendaño y esa su lucha contra la droga al frente de “Érguete”. No te puedes dar ni idea la cantidad de vidas que salvó esta mujer en aquella Transición de la que tanto hablan ahora algunos.

Y admiro al Juez Baltasar Garzón y a Felipe Suárez, mi colega de Vilagarcía. Y también a toda esa serie de gente anónima que se bajó a tiempo del vagón de cola de ese tren que conduce a la muerte a través de una pastilla, una inyección o de la inhalación de ese polvo blanco maldito…

De cocaína aún siguen llenos los despachos más elegantes, públicos y privados; y también las discotecas con derecho reservado y esos clubs “privé” de intercambio de parejas… Sí, de todo esto hay en las ciudades del Señor. En los barrios céntricos y también en los periféricos…

Pero como ahora ya no estamos en la Transición, según dicen, resulta que solo se detiene a aquellos que “cazan” con dos papelinas para “uso propio”, tirados en el rincón oscuro de la calle más negra… mientras los capos veranean en Marbella todo el año.

El caso más sangrante es el de David Reboredo, de 43 años, gallego y vigués, ex toxicómano, rehabilitado, que ingresó en prisión por un delito de posesión de papelinas de heroína cometido hace cinco años…

David colaboraba, hasta su ingreso en prisión, en la Unidad de Apoyo a Drogodependientes del Ayuntamiento de Vigo, que ha certificado su rehabilitación. Además, recibió el apoyo de todas las organizaciones antidroga de Galicia y en las redes sociales surgió una campaña en la que nació la idea de solicitar el indulto al gobierno de España.

Bien, pues contra la opinión de todo el mundo, a David le fue negado ese indulto el mismo día que se concedía el perdón absoluto a cuatro “mossos d’esquadra” -policías catalanes- cuyo video torturando a un detenido vimos todos a través de todas las televisiones.

De vergüenza, me parece a mí, esto de los indultos; parecen pensados más para tapar las chapuzas y la corrupción políticas que para apoyar la reinserción social de los ciudadanos…

Te dejo y les dejo una frase de una canción de Bob Dylan, de mis años sesenta…

—- Quien no tiene nada… no tiene nada que perder.

Especialmente se la recuerdo a quienes se sientan en el Consejo de Ministros porque, en el “holocausto de la heroína”, como le llamó en uno de sus libros sobre el tema mi admirado Javier Cercas, hubo muchas chicas y chicos “bien” que “traspasaron la frontera”; pero, eso sí, nunca ingresaron en prisión… porque detrás siempre estaba papá.

Yo sí indulto, como ya lo hicieron miles de personas, a David Reboredo.

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