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Hay que cambiar esto

lunes, 14 de enero de 2013
No sé si ustedes están de acuerdo o no, pero a mí me parece que esta manera de vivir nuestra no va a ninguna parte. Desgraciadamente, vivimos sin querer pensar mucho, entretenidos con mil bobadas como el fútbol o la moda, y obsesionados con presentar una imagen de buen nivel económico a lo que no es ajeno el hedonismo. No somos sinceros en nuestras relaciones, y se miente con excesiva frecuencia para aparentar y presentar imagen de triunfadores. Seguramente ustedes conocen a quien está en el paro y, sin embargo, para no dar lástima, esconde su necesidad con mil subterfugios. Como si estar en paro fuese un delito y no una consecuencia de la mala gestión económica del País.

Pero hay más: mucha gente trabaja y vive en pos de un estatus superior, porque todavía no se ha percatado de que cada cual en el suyo es dueño y señor, y que la dignidad o el honor pueden muy bien vivir en cuantos haya.

La mirada altiva, la displicencia, la soberbia…, además de defectos, son poses de personas que quieren esconder sus frustraciones, sin tratar de superarlas, y convencidas, mejor diría tratando de autoengañarse, de que son superiores a los demás cuando, en realidad, valemos casi todos tan poco ¡somos todos tan iguales…!

Evidentemente, puede variar la cuna y la mortaja, desgraciadamente a veces en demasía, pero las cosas cambian y, en el tobogán de la vida se sube a base de esfuerzos y sacrificios, o se baja por culpa de la comodidad y la holgazanería.

Sin embargo, lo más patético es vivir sin metas, vegetar sumergidos en la superficialidad del consumismo, ajenos a los múltiples problemas que soporta la sociedad. No es de recibo vivir ajenos a los problemas que se le presentan a la misma y mucho menos escudarnos en mil banalidades para no trabajar en pos de una mejora de las condiciones de vida.

El mundo está sufriendo una crisis importante donde Europa parece encontrase en su ocaso. Nuestro futuro, la juventud, nos abandona ante la indolencia de muchos de nosotros que no queremos ver la tragedia que supone ver, una vez más, la emigración. La Historia lleva mucho tiempo hablándonos de la decadencia y sus causas y bien es sabido que la vida regalada y la comodidad sólo llevan a la pérdida de la hegemonía. No podemos permitirnos el lujo de ser un País de subvencionados, y mucho menos una fábrica de “chorizos”. Hemos de ser conscientes de que el Estado somos todos, y éste no puede ser la vaca a la que exprimamos sin pudor alguno. No es de recibo reírnos, y mucho menos robarle, los recursos a una Seguridad Social que debe ampararnos a todos, ni tampoco permitir que la Caja común sea vaciada por funcionarios que no trabajan, empresas que van a sacar tajada y políticos inconscientes que disparan alegremente con pólvora ajena.

Por eso abogo por pensar en ir cambiando nuestros superfluos objetivos por otros más profundos como puede ser la propia implicación en todo lo que nos rodea. Es necesaria nuestra participación en todo orden de actividades o responsabilidades. Basta ya de vivir exclusivamente mirándonos el ombligo con la displicencia que usamos ante los chinos. Hace tiempo que trabajamos para ellos y de poco sirve entretenernos en discusiones ideológicas por la sencilla razón de que en el paradigma del Comunismo (China) se enriquece el capitalismo salvaje (empresas de todo tipo) trabajando en connivencia Y conviven generando abusos y diferencias.

Pero lo peor es que no seamos conscientes de que estamos en una encrucijada que requiere nuestra implicación en cuanto nos rodea. Si nuestros políticos son nefastos, la culpa quizás es nuestra por votarlos; si en nuestro pueblo no hay industria es porque no trabajamos para crear las condiciones necesarias para que se instale; si nuestros niños sufren malos profesores, será que nosotros no nos organizamos lo suficientemente bien para exigirles un trabajo más eficaz; si el médico no está en la consulta a su hora, no será toda la culpa de él, sino nuestra que lo consentimos…

Va siendo hora de cambiar nuestro chip y dejar de quejarnos y resignarnos. Es hora de implicarnos en la defensa del bien común, del trabajo colectivo, de la crítica constructiva, del esfuerzo, de los cambios…de olvidarnos de predicar en la taberna y buscar otras palestras. Nuestros jóvenes salen de la universidad y no encuentran un trabajo digno, nuestros mayores perdieron lo poco que tenían de la sociedad del bienestar, nuestros vecinos se han quedado en el paro y Cáritas no da abasto ¿Son tiempos de seguir emborrachándonos en las tabernas? Evidentemente, no.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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