Ojos de niño
							Pol, Pepe - lunes, 17 de diciembre de 2012
							  OJOS   DE   NIÑO  
 (  A  los protagonistas  de  la Navidad, los  niños)
Ya  el verano,  esa   luminosidad   encendida,   había   quedado  lejos   estábamos  inmersos   en el  mes  de  Diciembre   buscábamos   la  otra  luz, la  de  la  Navidad,  y este  narrador  para encontrarla  plenamente,  como en años anteriores se encaminaba  a  Begonte   para  visitar  el  Belén  de  Galicia, pues  así le podemos  llamar a  este Belén electrónico  . 
Hasta    el   día   aparecía  lleno   de  nubarrones   pero,   en  nuestro   pausado  caminar,  en  aquella  mañana   ya  casi  invernal  encontramos   el  sol   de  la  niñez.  Un  par  de  bellísimas  luces  de  inocencia   eran  aquellos    ojos  de un  niño,  haces  de luz  que   ante  nosotros  derretían   y  fundían   la  escarcha   y  heleros   que   a  su paso  encontraba.  Son  los  ojos  de  un  niño,  los   únicos   capaces  de  hacer   que la  vida  humana   siempre   perciba  en  ellos, en  su   llamarada  de   actividad   la pureza  auténtica.  
  Al  contemplarlos  me  asomo,  incitado  por  ellos,  al  balcón  de  mis  recuerdos   y  veo  pasar  lejos,  pero  cerca   en  la  memoria,  aquellos  días  de mi infancia , imágenes  y palabras   grabadas,  sentencias  de  padres, sacerdotes,  maestros
 grabadas   con el cincel  de  la  palabra  grave, profunda  y  sincera,   aquellos  consejos   que  yo  recibía  cuando  vivía  en la  Navidad   más auténtica, la  que   está  recorriendo  la infancia  del   existir.
  Ahora  veo  éstos , los  de la más grande  candidez   e  inocencia  y  son  como  finas  agujas   ensartadas  en el  hilo  de los sentimientos,  agujas   que traspasan  y  hacen  transparente   a  las paredes  y  muros  más  sólidos  y opacos.  Nunca  es, la mirada  de la infancia,  superficial,  siempre  dice mucho  ,  resulta  profunda  al mismo tiempo  que  sus párpados  son  como alas  de  un par  de colúmbidas  que vuelan  cual  mariposa  inquieta, intranquila  porque  busca y busca  las  cosas   sencillas  y puras, las auténticas;  es  la  ojeada  más  matutina, pero simultáneamente  nos ayuda  a acercarnos a estos   atardeceres   cercanos a  la Nochebuena,  estos  solpores  donde la  voz, el canto milífico  de un mirlo  nos  anuncia   que la  vida  es tan breve  como un  día  y  que  por  ello  hemos  de  procurar,  cual  niño  inquieto  y preocupado, ir  haciendo  camino  aunque,  como este  rapazuelo, nos siga  gustando  romper  en pedazos  el espejo  de agua  de los charcos   que encontramos  en  nuestro  sendero,  llegar  hasta  los adentros  de las  cosas  sin siquiera  saberlo   y  aportando  esa energía, la  propia  de los  más pequeños  ,  para  contribuir  a  hacer un   mundo  de  felicidad, energía  y dicha  que  siembra  su  mirada,  la  de  esos  pequeños,  en todos los adultos  que están  cerca.
   Pensé,  cuando,  ese  día  frío  me  calentaba    en la  dicha   que proyectaba  ése,  como puede haber  seres   en el mundo  que  cieguen  la  mirada  de un   niño  o  eclipsen  el  brillo  de la  estrella  fugaz  que  llamamos  infancia  con oropeles  , falacias  y engaños,  caramelos  amargos  que  privan  a  la  niñez  de  ser  niñez  y  al  mundo  de  vivir  la  gran alegría  que   solamente  le  trasmite  un  niño.  La estrella  grandiosa   del  mundo infantil, puede   que sea  muy parecida,  diría  yo  que hasta  idéntica  a  aquella  grandiosa  que  guió a  Los Magos  hasta Belén  para  que encontraran la Luz  de las Luces,  el Niño  de los Niños,  ese  que  andamos  siempre buscando  y  nos olvidamos  que lo tenemos  latiendo  dentro.  Dios quiso hacerse  Niño  para  recordarnos a  todos  que  ahí,  en la  infancia  es  donde  está  la  semilla  de la  salvación  germinando. No   seamos  egoístas   y  nunca  queramos  guardar  esa  luz  en  el  arcón   del olvido  o,  cuando alumbran  los ojos  de niño  apagarlos  con  la  desconsideración   presentándole  un   mundo  muy poco  navideño,  es  decir  muy poco  dignificante  y  constructor  de valores.  
   Esos  soles  de amor   nunca queden  congelados   en  el  invierno   de  la  maldad   o  que sean  mendigos      del  calor  que, por   naturaleza,  ya  a ellos   les dio Dios, nadie  nos  prive   de lo   que   de  ellos  emana   , nunca  unos  adultos   nos  lo  roben   porque  esos    inocentes    merecen  todo.  El mejor     regalo  de Reyes   que  ha   recibido    la  humanidad   es,  ese  , el  haber sido  todos niños,  el vivir  los  primeros  años  en el  Paraiso,  pero  muchas  veces,  esas  criaturas  no  solo  nacieron  en un viejo  portal   destartalado,  no vinieron  a  la vida  en un ruinoso  caserón, no,  eso  sería  maravilloso, lo malo es   que  vinieron a  ver  y   dar  luz  al  mundo  en un hogar  roto,  en una  familia  contaminada  por  los  vicios  y problemas;  entonces  esa  claridad parece  apagada y triste,  pero , en estos  casos, ahí  debe  aparecer  el espíritu  fraterno,  el   de la  siempre   eterna   Navidad,  ahí  estarán las  manos  abiertas  de los  demás  para  evitar  que  el  viento huracanado  de  la  maldad  no  apague  lo que siempre  está  encendido   en señal  inequívoca  del amor, la  mirada   dulce,  más  deliciosa del  mundo, la  de  los niños ,   Que  nadie  sea  ladrón  de las  ilusiones  bellas  de  esa  etapa  de la  vida  .
   Mirando   a  ese  rapaz  que merodeaba  por  los  alrededores   de la iglesia  de Begonte  pensé  que  era  una luz  avanzada, una  señal  de  amor  que  cualquier  visitante  con un poco  de  sensibilidad   captaría   como   anticipo   de lo otra, la  espiritual   que  nos  espera  en  ese  atávico   y grandioso  belén  begontino,  y  por  ello me dije   ,  pedí   para  mi  que me  dejaran   jugar  a  coger   esos  rayos   de esperanza   e  ilusión   que  calientan  de  grandioso  afecto  nuestra  existencia   para  que,  con la presencia  de los  niños   nunca  tenga  frío  de soledad .  No  olvidemos   estar  en la  eclíptica   de  influencia   de   un  niño,  ser  que  irradia  optimismo   y  regala   el  valor  más  trascendente, el  que  exclusivamente   se  encuentra   en la   hialina  y  pura  mirada  de  los  infelices,  los  que  no  saben  que,  por  desgracia, en  el mundo  hay  muchos  Herodes  pero   siempre  aparecerán  unos  Reyes  Magos    que  descubren  la  maldad   del  hipócrita  asesino  y  tienden   su manto   majestuoso y  solidario  para  arropar   a  los que   ,  como el  que  es  corazón  de  este  Belén  de Begonte,  ningún  maligno,  envidioso   de poderes  y glorias  terrenales ,  puede  acabar   con  el   cielo  maravilloso   que  supone  vivir  en   la  infancia.  Nunca   el  tsunami   de  la  mala  fe    provoque  cataclismos   que  hagan   empañar  la  luz  de la   mirada   de  la infancia   con  el  llanto,  la  lluvia   de  estrellas  que  eclipsaría  lo que  es   la  más  maravillosa   luz  del  mundo.  El  sufrimiento  de un pequeño,  de  esos  muchos  que todavía  en  este  mundo  padecen,  es  como  si  la   más  negra  y obscura   de las  noches  llena  de nubes  negras  no  permitiera  verles  alegres  rutilantes  y pletóricos.  Si  no hay  infancia  plena  no existe  Navidad.  Hagamos  entre  todos  que  la luz  de los ojos   de un niño   y  la  sonrisa  que dibujan sus labios   sean  siempre  las mejores tarjetas  de visita   para  que, cualquier persona  que visite  nuestra  casa o país , al ver  esa dicha,  comprenda  que  ha  llegado  a   un mundo  feliz,  como  me   ha pasado a  mí,  al  recibirme  la  felicidad   de  este  niño  que juega  ,  ríe  y sus ojos  son  estrellas  que me  guían  hasta  este Belén  que  es una  realidad  gracias  a    que  todos  los  que  lo   hacen posible  tuvieron   una infancia  como la  del   protagonista  de  este  relato,  niños,   y  hoy   son  salvaguardas   de  la  celebración  de la  fiesta   en la  que todos los hombres  y  mujeres  vuelven  a  ser  lo más grande,  niños  y niñas  que  buscan  el preciado  regalo  que supone  dar  y  recibir  amor,  tener siempre,  sea  cual  sea  nuestra  edad, una  mirada  que  sale  de ojos  de niño. Feliz  Navidad  y  disfruten  , hagan  , en estas  fechas  más  que  nunca ,  que  salga  ese  niño  que todos  llevamos  dentro, pues la  Navidad  es  esa  data  en la  que  esto  es  una   realidad   venturosa.
							
							
Pol, Pepe