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La deslocalización nos descoloca

lunes, 12 de noviembre de 2012
CINCO AÑOS PARA AUMENTAR EL CENSO DE SINVERGÜENZAS

A ver cómo te cuento hoy la “batallita del abuelo” que, de aquellas, aún estaba estudiando Bachillerato. Me refiero a finales de los cincuenta, tal vez a principios de los sesenta, cuando aquel consejo de ministros, “reunido en el Pardo y presidido por Franco” aprobó “un gran impulso a la industrialización” mediante la creación de los “Polos de Desarrollo” que no eran otra cosa que los polígonos industriales de los de hace unas tres democráticas décadas.

Aquella, decía el diario “Pueblo”, había sido “una gran idea” del ministro López Rodó, al que defendía el Opus Dei pero que resultaba más gris que un día de niebla en A Mahía. Los “Polos” suponían grandes ventajas fiscales para las empresas y mano de obra barata procedente del paro. Es decir, un gran negocio para unos pocos y menos hambre para muchos.

Luego, por “las mismas ventajas fiscales, la mano de obra barata, los terrenos a precio de risa y las facilidades municipales para licencias de instalación”, aquí montaron fábrica las principales marcas de coches de la vieja Europa y de la nueva América, diseminadas por todo el Estado. A Galicia le tocó la Citroen y, desde su llegada hasta nuestros días, todo el mundo en la ciudad olívica ve como un maná caído del cielo la presencia de la factoría francesa que, incluso, generó una muy potente industria auxiliar a la que hoy en día llaman “Cluster del Automóvil”.

¿Por qué se instaló en Vigo Citroen? Pues, ni más ni menos, que por lo mismo que Inditex fabrica ahora la mayor parte de sus productos en Asia, sea en China o en Corea: por los bajos sueldos, por el nivel de sumisión de los trabajadores con sindicato vertical propio y porque además así abrió la interesante perspectiva de un mercado al que no llegaba.

¿Lo entiendes? En Vigo, los trabajadores del sector de la automoción pasan por ser los mejores del mundo y ganan bastante menos que los alemanes de la señora Merkel. ¡Y hasta yo gasto Citroen! Eso es.

Por lo que ocurrió aquí en los años sesenta y ocurre hoy en Asia, principalmente, pero también en la “emergente” Latinoamérica, surge en España la “deslocalición”. Las manufacturas españolas llevan ahora el “Made in China” sin ningún rubor. A esto, claro, hay que añadir esta crisis cuyas causas, dicen, son el cemento y el ladrillo, pero yo no sé aún, ni nadie me lo explica, como de ambos materiales de construcción puede resultar una “burbuja”.

Es decir. Realmente la “deslocalización” trae consigo la “descolocación” de una parte importante de los trabajadores de algunos sectores industriales, como pueden ser, además de los citados, los astilleros y otras factorías del metal.

¿Cómo evitar que huyan de España las grandes fábricas generadoras de empleo? Solo hay dos maneras: o los empresarios reducen sus pingües beneficios o los trabajadores se ponen a la altura salarial y condiciones laborales de esos “chinitos tan tlabajadoles que se quedan con el tlabajo de todos”.

La señora Merkel y su aliado Rajoy optan por lo segundo. Porque en el fondo y en la forma, nunca supieron ser de la clase media, por eso se dedicaron a la política.

¿Quedará algún Feijóo dispuesto a poner coto a las ambiciones sin límite de los grandes empresarios?

Porque a mí te juro que me rompe el corazón ir al supermercado y contemplar cómo me cobra el hijo de mi amigo Antón, que es licenciado en Económicas con máster en Harvard…

Y esta situación, si se prolonga como dice la señora Merkel cinco años más, va a aumentar notablemente el censo de sinvergüenzas afiliados a la CEOE.

www.galiciaunica.com
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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