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El empedrado de la Plaza Mayor o Plaza Real

jueves, 11 de octubre de 2012
Memoria de Lugo. Fuentes de la ciudad

El empedrado de la Plaza Mayor o Plaza Real

Adolfo de Abel Vilela

El pavimento de la Plaza Mayor, o Plaza Real como se llamaba en 1830, era de tierra, debido a que en ella se celebró la feria mensual de ganados hasta casi la primera mitad del siglo XVI, en que se trasladó al barrio de san Roque, se hicieron las corridas de toros hasta la primera mitad del siglo XVIII, y durante el primer tercio del siglo XIX se celebraban los tres mercados ordinarios y los de la leña que se conducía hasta allí en carros del país.

La pavimentación, que se hizo entre los meses de junio y noviembre de 1832, fue consecuencia del deterioro que los carros producían en la cañería de las dos fuentes principales, la de la Fe y la de San Vicente, “cuyo suelo ha llegado a deteriorarse enteramente en razón de que en ella se celebran los mercados semanales de la leña que se consume en toda la ciudad y sus arrabales, la cual, siendo como es conducida en carros del país, fueron sus llantas minando el terreno hasta formar hoyos que a poco menos tocan a la cañería”.

El Ayuntamiento consideraba de absoluta necesidad el empedrado de la plaza, siendo ventajoso a la cañería y a los diversos usos de la población “que además de los tres mercados semanales goza de una feria anual de las más célebres de Galicia”.

El 3 de noviembre de 1830, el Intendente del reino de Galicia encarga a Alejo Andrade reconocer y presupuestar las obras necesarias en el tramo de cañería que conducía el agua desde la fuente de la Plaza Mayor a la del Campo. El 22 de noviembre firma el informe proponiendo la pavimentación de la plaza para proteger la cañería del tráfico de los carros del país.

Esta era una de las causas de los desperfectos que se reseña en las actas de los consistorios. Así, en 1782 se dice “que con el traqueteo y piso de los carros se ha desperfeccionado el conducto de aguas que desde el lavadero sigue por delante del convento de Agustinas Recoletas de ella y se halla con notable disformidad en la plaza pública y expuesto a algunas desgracias”.

Para formar la cuadrícula del empedrado se necesitaban 80 carros de sillares de granito, y para baldosar el frente de la Casa Consitorial, 220 carros. Para pavimentar 4.000 varas cuadradas de superficie, entre las cuadrículas de sillar y las maestras, eran necesarios 3.000 carros de morillo.

Una pavimentación neoclásica

La plaza fue levantada por el alcalde don Ángel López Pérez para hacer un jardín. Era una pavimentación acorde con el estilo neoclásico, en damero, lastras de granito para formar las cuadrículas rellenas de canto rodado, semejante al que se conserva en la rampa de acceso a la muralla.

Delante de las Casas Consistoriales se ampliaba lo que llamaba corredor, que era una pequeña lonja, colocando su pavimento medio pie más alto que el de la plaza, y circundándolo con guardarruedas para que no entrasen los carros.

También proponía reformar el corredor o andén de los soportales de la plaza, lo que después sería el Cantón, ensanchándolo hasta 4,5 varas, sustituyendo en su línea exterior los guarda miedos por un paredón de sillar, con aberturas en cada casa, que impidiese la aproximación de los carros y caballerías.

La cuadrícula que forma el baldosado de la plaza, en lo que correspondía a la fuente y sus pilones, sería de forma circular con radios que además de vistosos ofreciesen comodidad a las personas que fuesen a beber.

Los restos arqueológicos (Informe Andrade)

En 1837 Alejo Andrade envió un informe a la Real Academia de la Historia sobre los hallazgos arqueológicos, señalando que la falta de dinero hizo que limitase los desmontes a lo necesario, dejando intactos muchos parajes “que no pueden menos de contener en su seno riquezas históricas”.

Decía que la plaza Mayor debió permanecer tal como estaba hasta 1832, ya que al igualar la superficie encontró, a menos de media vara de profundidad, “cimientos de antiguos edificios, los unos de forma rectangular y los otros compuestos de masas informes pero de tal consistencia, que para colocar las guías del baldosado fue menester rozar a pico, con indecible trabajo, una simple caja de un palmo de profundidad”.

Los materiales que forman los cimientos eran de mortero “cal y almendrillas, alternadas con cuarzos encajonados y apisonados de tal modo, que sus más pequeñas partes resistían a la fuerza de la palanca”.

También encontró cloacas en varias direcciones, concluyendo “que la antigua población fue enteramente distinta de la actual”.
De Abel Vilela, Adolfo
De Abel Vilela, Adolfo


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