Lo siento

Ayer tuve una conversación donde en su parte final mis palabras sólo eran fruto de la frustración y el enfado, eran palabras soeces, convulsivas, palabras que deshonran al que las pronuncia y contra ello no hay posibilidad de arrepentimiento, ni perdón porque ya provocaron un daño, daño irrelevante desde mi punto de vista, pero al fin y al cabo no fueron palabras oportunas.

Siento que las limitaciones humanas nos conduzcan a comportamientos de fieras donde aparentemente gana el que más ruge, pero esta no es la cuestión sobre todo si la conversación era destinada al favorecimiento de una persona, ésta si que va a sufrir las consecuencias de mis abruptas palabras y lo siento profundamente por que trataba de ayudar a mi hijo.

Los padres, a veces, no sabemos aceptar con complacencia las adversidades que se producen en el devenir de la vida de nuestros hijos, queremos ser los escudos infranqueables de todo aquello que pueda afectarlos, pero no somos poderosos escudos sino padres y muchas veces frágiles mamparas de seda que impiden con su debilidad el adecuado desarrollo de nuestros hijos.

Ayudarlos, cuidarlos…sí, no dejarles crecer, no.

Recordemos que no siempre obtienen las cosas el que más las merece, esto es la realidad y no el deseo personal, siento mi error, pero que demonios me sentí bien despachándome tan a gusto. Lo siento pero se lo merecía, según mi opinión.