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Aquel acuerdo incomprensible

viernes, 05 de octubre de 2012
Si algo caracterizó a Unidad Alavesa fue decir alto y claro, lo que podía ser una conducta política revolucionaria en Euskadi, dónde había una cultura instaurada gracias al mito de unos y la colaboración de los demás.
Me explico: El nacionalismo vasco logró, acomplejar a los partidos nacionales y que asumieran que cualquier solución al terrorismo de ETA pasaba por acuerdos en los que el PNV estaba presente.

Fui testigo de como la crisis entre Arzalluz y Garaicoechea, que rompe al nacionalismo demócrata cristiano, en dos irreconciliables aun en nuestros días, no se aprovecha para lograr un Lendakari leal y respetuoso con el Estado español, y se recurre a la fórmula de colaboración PNV-PSE, con Ardanza de líder y con la puesta en escena de un pacto para la normalización y pacificación de Euskadi, dónde por primera vez, demócratas de todos los sectores, condenan el uso de la violencia con fines políticos, cuestión nada obvia, en un país en el que se justificaba la lucha armada de ETA contra la ocupación por España de Euskal Herría. Me estoy refiriendo a la Mesa de Ajuria Enea, en la que estuve durante una década.

Aquella ocasión de gobernar Euskadi por Txiki Benegas, nos hizo perder décadas en el proceso de lucha contra la subcultura de la violencia con terrorismo, que unos usaban como instrumento de guerra para lograr, desde el terror, imponer su credo, y los más moderados, lo esgrimían como razón de peso para negociar transferencias o dinero, que dotaban de poder a la autonomía, que en cualquier caso era, mero instrumento de camino hacia la independencia.

UA, mi partido, fue el primero que dijo: El nacionalismo no puede ser parte de la solución, porque es el problema. Es imprescindible llegar a un acuerdo para refundar la democracia en Euskadi, pero con los nacionalistas fuera del poder, ya que todos ellos coinciden en cambiar la ley y la historia, por el mito de los derechos históricos del pueblo vasco.

Incluso, les dimos de su propia medicina. Cuando en Octubre de 1990, el nacionalismo coincide en pedir la autodeterminación, desde el Parlamento Vasco, yo como parlamentario de UA, aviso de los derechos forales de Alava para salirse fuera y libremente de la Euskadi independiente. Con esta fórmula, se quedaban sin Navarra y sin Alava. Aquello me costó convertirme en pieza de caza codiciada por ETA.

Pero volviendo al principio. La mejor gestión que logramos fue, el acuerdo entre todos los no nacionalistas para que el Gobierno Foral de Alava se convirtiera en la primera frontera al nacionalismo. Hecho que tiene lugar en julio de 1999. Complicado de lograr, ya que representó un acuerdo en el que estábamos: PP, PSE, PC, UA. Visto desde fuera, seguían creyendo que Alava era del PP, cuando lo que habíamos hecho era un adelanto de lo que hasta ahora y desde hace cuatro años, ha posibilitado un Lendakari no nacionalista, un Gobierno vasco leal con el Estado, Un cambio en la cultura, la información y la política de interior, frente a ETA, que ha sacado a Euskadi de las páginas de los sucesos y ha sido, junto a la colaboración internacional frente al terrorismo, el mejor instrumento para derrotar a ETA.
Y es que el problema vasco había que atajarlo no sólo con jueces y policías.

Era indispensable hacerlo desde la escuela y los medios de comunicación públicos, para cambiar la cultura que impregna a la sociedad.

· Euskal Herría no es el pueblo elegido de Dios.

· Los idiomas no son para diferenciarse, son para comunicarse.
· El euskera no puede ser arma política para señalar a un pueblo; debe ocupar el espacio del patrimonio cultural de la humanidad.

· En Euskadi son ciudadanos todos los que tienen la vecindad, sin que haya de conseguirse carta de naturaleza vasca, por nacimiento, grupo sanguíneo, militancia política o apellidos.

· La ciudadanía es fuente de derechos. Y estos derechos individuales, no pueden subsumirse por los derechos colectivos de Euskal Herría, que además son derechos arcaicos.

· El concepto de democracia de los españoles, está amparado por las leyes; por lo tanto no tiene por qué ser substituido por el concepto de democracia del Abertzalismo.

· Euskadi es una Comunidad de Comunidades. Así lo recoge la historia, el Derecho Foral y se desprende la Disposición Adicional de la Constitución Española, vigente.

Tengo anécdotas que cuando se cuentan fuera de Euskadi, producen perplejidad, y muestran a todas luces la paranoia del nacionalismo. Es decir; un país de gente trabajadora, emprendedora, abierta con los visitantes, viajera por el mundo, protagonistas del maravilloso fenómeno de la Hispanidad al otro lado del océano, se comportan como violentos radicales, en cuanto se les lleva la contraria en sus creencias –cuasi religiosas- de pueblo vasco, oprimido y reprimido.

Estando en el gobierno foral de Alava, compramos por muy buen precio un magnífico cuadro de Murillo –El Cazador- Una rareza en un pintor de vírgenes, una auténtica ganga para el Museo de Vitoria. Tuvimos que pasar por la vergüenza de devolverlo, ya que los representantes del PNV consideraron que, la pintura no vasca, era irrelevante.

Estando en el mismo gobierno, organicé más de una treintena de campeonatos deportivos de España y Europa. Lo hacía al estar convencido de la enorme fuerza de imagen y económica que tiene el deporte. Además, Alava contaba, por aquellas épocas con doce deportistas olímpicos. Sufrí una moción de censura, ya que me acusaron públicamente de querer “españolizar Alava”, desde mi condición de responsable de la competencia del deporte, por cierto una de las actividades del sector terciario con más fuerza económico social. Incluso me impidieron la creación de un polígono industrial especializado en deporte integral: imagen, ropa, instalaciones, alto rendimiento, formación de técnicos de toda índole. Incluso, el ínclito ex seleccionador de futbol, Clemente, convenció al presidente de la federación española de futbol vasco y compañero del Atlético, para que me impidiera llevar al estadio de Mendizorroza a la selección nacional que dirigía Camacho, por considerarlo una grave provocación.

Por aquellas fechas, “español”, era uno de los insultos proferidos contra los que no defendíamos los sacro santos principios del nacionalismo. A ello solían añadir, ¡ETA mátalo! ¡Mosquera muérete! ¡Mosquera…pim, pam, pum! En clara alusión a los disparos de los comandos sobre los objetivos previstos.

De aquel acuerdo para Alava nace, los acuerdos posteriores entre constitucionalistas, mientras que tras los sucesos de Ermua, el nacionalismo organiza el pacto de Lizarra, en que constituyen un frente para armonizar un proyecto que Ibarreche pondrá a consideración del Congreso de los Diputados como solución para terminar con la violencia a cambio de autodeterminación.

Ya tenemos los dos bloques que agrupan las sensibilidades políticas de la sociedad vasca. El derecho a la autodeterminación del pueblo vasco, es decir, lo mismo que hoy plantea el nacionalismo catalán. Una nación que desea ser Estado.

Enfrente. Los que defendemos que la soberanía es del pueblo español y reside en sus Instituciones Nacionales. Los que defendemos que España es la nación, y que Cataluña, Euskadi, Galicia, son regiones con su propia peculiaridad cultural. Los que defendemos que no se puede ser nacionalista y progresista. Los que le asignamos al Estado, la misión de organizar la igualdad de oportunidades, desde el reparto solidario de instrumentos y medios para construir la ciudadanía española, sujeto de los derechos fundamentales y sociales del siglo XXI.

Los que llevamos tiempo denunciando que, la autonomía, en el caso de algunos, sólo es un vehículo coyuntural, cuando para los demás es el fin loable de la subsidiaridad en la administración pública.

Aquel acuerdo incomprensible, dónde participamos: Fernando Buesa del PSE, Rabanera del PP y Pablo Mosquera de UA, fue la semilla que luego se traslada al cambio de actitud, sin complejos ante el nacionalismo, que sólo ha perseguido un camino hacia la independencia, más rápido o más lento, en función de las circunstancias; y que ahora en Cataluña, alguien cree debe ir a tumba abierta, precisamente por el descrédito y el fracaso de las políticas nacionales emprendidas por los dos grandes partidos conservador y social demócrata, empeñados en la entrega de la soberanía nacional a los mercados europeos.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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