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El abecé y las SS

viernes, 14 de septiembre de 2012
Como habrá podido comprobar usted por mis dos anteriores artículos y por éste, estos días me hallo yo en jocundo y enriquecedor momento de relectura de viejos y queridos libros en los que todos hemos bebido los mejores sorbos del agua de la vida que luego nos fueron ayudando a configurar de una u otra forma lo que ahora pensamos o los criterios que nos guían ya en distintas aplicaciones del pensamiento o de las corazonadas, que a veces no son tan espontáneas como nos parece que sean. Un libro es un amigo y quien pierde un amigo, pierde un tesoro, nos decían. Y es bueno creer lo que, a veces, no vemos.

Cosa que no hizo con su enamoradísima esposa Camila aquel necio caballero llamado Anselmo, desdichado protagonista de la ejemplar novelita “ El Curioso Impertinente”, de don Miguel de Cervantes. Quería este caballero confirmar su fe en Camila con pruebas fehacientes, valga la redundancia, que satisficieran más su orgullo de varón poseedor que su gloriosa condición de humilde y devoto amador. Quería un Banco (¡! )de pruebas, vaya. Y entonces va y le pide a su amigo del alma, de nombre Lotario, que finja amar a su esposa, que la tiente, que la requiebre, que la cebe con “dádivas y joyas”, y si ella mantuviere constancia amorosa y fiel, en ello sería muy bien servido él y se lo agradecería por toda la vida cual si fuera el sacerdote que hubiese bendecido lo que consideraba como sus verdaderas y auténticas nupcias.

Pobre y “coitado” Anselmo!, olvidaba el hombre que la ocasión es el mejor ministro que tiene el amor para ejecutar lo que desea. Y olvidaba también que él mismo ignoraba el A, B, C y las SS del verdadero amante. Pues en viendo la doncella de Camila, que Leonela se llamaba, los requiebros con que Lotario, cumpliendo la manda de su amigo, solicitaba a su ama, ella misma se dio a libertinaje de meter a un su amante en la casa en que servía y quiso fortuna que la fortaleza y el diamante de la dueña viniese en menos y poco a poco se ablandase a los requerimientos de Lotario. Pero hallándose en duda de proseguir en el camino que Amor comenzaba a mostrarle, consultó el ama a la dueña de si sí o si no. A lo cual Leonela respondió: “ el amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda; con éste corre y con aquel va despacio; a unos entibia y a otros abrasa; a unos hiere y a otros mata(…); por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza, y a la noche la tiene rendida… Lotario te estima como tú estimas a él… Y no sólo tiene las cuatro SS que dicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un A,B,C entero, si no escúchame y verás como te lo digo de coro. Él es, según yo veo y a mí me parece, “agradecido, bueno, caballero, dadivoso, enamorado, firme, gallardo, honrado, ilustre leal, mozo, noble, (h)onesto, principal, cuantioso, rico y las SS que dicen: sabio, solo, solícito, secreto. Y luego tácito, verdadero. La X no le cuadra, porque es letra áspera. La Y ya está dicha. La Z “zelador” de tu honra”.

Con lo que Camila, que ya había tomado placer de Lotario, tomólo en adelante también de esta “jerigonza” y de los cuernos que le iban saliendo a su marido por haberse dejado llevar de su impertinente curiosidad. Y fue así finalmente que una buena noche Camila y Lotario se fugaron juntos de la mansión de Anselmo con una de esas fugas de amor que tanto gozaron luego tantos seres románticos de enredos lopescos, pícaros y tragicómicos.

Y ahora digo yo, pues, si usted conoce y tiene el abecé de su natural estima, no vaya haciendo eses torpes por el camino de su vida.
Y no les cuento más, porque más no les estorbe.
Mourille Feijoo, Enrique
Mourille Feijoo, Enrique


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