¡Gracias, Vicente!

En una noche como la de hoy, en la que nos sentimos orgullosos, colectivamente, de nuestra selección de fútbol y del maravilloso campeonato que acaban de conquistar, me asalta un gran deseo de felicitar a Vicente del Bosque. Gracias, Vicente por habernos hecho disfrutar tanto con el fútbol.

Gracias por habernos hecho felices ayudándonos a olvidarnos, aunque tan solo sea por unos días, de tantas y tan malas noticias que nos asedian a diario. Los goles de nuestra selección consiguieron ahogar la angustia del desempleo, de la prima de riesgo o del rescate económico y los españoles salimos, como un solo pueblo, a festejar la victoria colectiva en calles y plazas de toda nuestra geografía.

Gracias por haber conseguido, desde la humildad y el trabajo serio, que castellanos, catalanes, andaluces, asturianos, extremeños, vascos y demás familia hayan dejado de mirarse al propio ombligo para perseguir, como españoles, un objetivo común a todos ellos, demostrando así de lo que somos capaces cuando estamos bien dirigidos.

Pero sobre todo, don Vicente, gracias por esa gran lección de elegancia y señorío que imparte usted en toda y cada una de sus manifestaciones públicas. Su ejemplo de armonioso maridaje entre talante y talento y su innata bonhomía deberían servir de ejemplo a tanto y tanto mediocre que transita por esta vieja España y que, sin duda, tratarán ahora de atribuirse el mérito del éxito alcanzado por usted y sus muchachos.