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Lucus multicultural

martes, 26 de junio de 2012
El pasado fin de semana viaje hasta Lugo para observar el ambiente festivo de esa capital. Vi una ciudad en la que se congregaban múltiples y variadas culturas, pero , a parte de algunas minorías étnicas de Asía, África y la América Hispana, las tres protagonistas eran: la romana, “castreña” y “la roja”.

La romana, aquella que nació tras las Siete Colinas en el Tíber, era la que centraba toda la atención. Las calles y plazas de Lugo estaban invadidas por centuriones, pretores, magistrados….capas y togas movidas por el viento de un nuevo San Juan . Las damas romanas con sus estolas, subuculas y, sobre todo , muchos adornos destacando los brazaletes, anillos, torques y fíbulas… Los peinados variados y bellísimos. En verdad que una auténtica pasarela donde se veían más piernas de hombres que de mujeres. Esa cultura era la dominante y su policromía contrastaba en una tarde de auténtico verano, Atardecer que parecía encender más los relucientes y refulgentes cascos de los guerreros y sus penachos. Mi imaginación se trasladó por unos instantes, mientras degustaba en una terraza algo fresco, a aquellos tiempos.

La muralla , sus piedras, como les ocurre, cada año por esta fiesta no salían del asombro y creían que habían rejuvenecido siglos.

Frente a estos, resistiendo en son de paz, la otra, la autóctona, la cultura castreña. No parecían los hombres y mujeres de esta civilización tan sobrios pues, en vasos distintos a aquellos de madera, les veía beber y supongo que no era la pócima que les preparaba su druida; por supuesto que los romanos, como ya es normal en gente que le gusta la buena mesa y bebida, también hacían lo propio.

Los hombres de la cultura castreña con su banda ciñendo las frentes, vestidos de negro sin faltar, por supuesto el típico sago y las mujeres con ropajes adornados con muchas flores. En estos se les veía , a la perfección , que estaban más apegados al mundo rural, a la aldea, mientras los romanos eran más de civitates. Sus luengas cabelleras, las de algunos, contrastaba mecida por los dedos del viento.

De lo que si estoy seguro es que más de uno y, cumpliendo con la vida propia castreña, por culpa del abuso de los licores y vinos terminaría, a altas horas de la madrugada, durmiendo en el suelo, derribado por los mareos que le produciría el mismo Baco. Mezclados unos y otros en perfecta convivencia, vencedores y vencidos, imperialistas y los que resisten en su suelo a duras penas. Me acordaba del Mons Medulium, de las hojas de tejo y de cómo una cultura somete a otra y al llevarse beneficios, que no solamente son de oro, también, sin quererlo, va dejando las más grandes riquezas, la cultura, pero también la otra , la que ya existía, nunca puede quedar enterrada ni aplastada por el carro del auriga. No todo en la vida son paseos bajo el arco de triunfo, el paso bajo ese vano lo tendría asegurado, los otros que, sin ser César , estaban sometiendo a los galos, la Roja.

Esos otros, los partidarios de La Roja , serían los vencedores aunque eran pocos los que, a esas horas en que yo por allí andaba, estaban por las calles, ellos se hallaban ante la pantalla de un televisor en sus hogares o en algún bar, pero seguro que después, cuando dieron la señal de la victoria, el pitido final, salieron, prorrumpieron a festejarlo a tope. Entonces, en las horas posteriores, después de ese partido, por las calles nos encontraríamos a esos tres: Romanos, castreños y sobre todo los de La Roja, aunque entre los del latín y los castros también había de estos, voceando y gritando .

Podrían pensar, los que no vieran la escena que se estaba librando cruenta batalla y más luego cuando se vieran en algunos puntos las llamas y el humo de las típicas hogueras de san Juan. Quien no estuviera en el escenario llegaría a pensar que Lugo ardía , que era la Roma de Nerón o el mismísimo Medulio; pero todo era la alegría festiva de un pueblo lanzado a la calle quizá para con el desenfreno que produce la alegría festiva intentar olvidar que todos, sí todos, en mayor o menor grado , como nos recordaría la llegada del día de domingo, vivimos en un circo pero, lo más desagradable es que estamos presos, somos esclavos de la que hoy por hoy, para desgracia común, nos tiene esclavizados en esta Iberia nuestra. Se trata de ésa que, como es normal desconozco porque se ha fijado en nosotros ,es muy distinta a los que sometieron e “Mare Nostrum”, la terrible Crisis que nos tiene hechos sus “servus ad pedes”. Ésa de la que intentamos huir pero no nos concede el manumisio y me parece que estamos condenados a trabajar en una mina sin fondo.

Deseamos que muera esa ama que nadie quiere, la Crisis, porque así sería como nos quedaría alguna pequeña propiedad o dinero, al vernos manumitados. Quiero ver que me quitan ya esta lacra, ese collar que me ahoga y esa placa de encima de la que deseo vehemente que escapemos. Me preocupa con todo lo que veo y oigo las muchas manifestaciones de esclavos que proliferan en todos los campos. Qué Espartaco nos romperá las cadenas que nos amarran, estos duros grilletes del servilismo a esta Crisis. No más cuestores supervisando , que acabe la Crisis, que verdaderamente, aunque no lo queremos creer estamos no escribiéndola sino, viviéndola con mayúsculas.

En las fiestas de grandes concentraciones parece que no se nota, pero no falta , incluso en ésas, la presencia del que no se ha disfrazado de romano ni celta, como aquel mendigo que estaba sentado en el suelo, derribado ya, en una esquina, en una bocacalle de Ramón Ferreiro, pidiendo ayuda, demandando unas migajas monetarias, pero , con su presencia, lo que hizo fue recordarme lo que me corroe dolorosamente que la Crisis nos esclaviza y ni en la diversión me deja.

Por eso me vine meditabundo y diciendo soy el esclavo moderno, el que tengo una ama sin piedad que ni a respirar me deja, la Crisis maldita, y como deseo en mi particular hoguera de San Juan , un pitillo que me fumé, en el aire con el humo escribí, lo que s siempre estoy deseando hacer: “Aquí yace la Crisis, la mató un tiempo mejor”.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


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