La cigarra y la hormiga
Balseiro, Manuel - martes, 05 de junio de 2012
ATALAYA.
La crisis comienza ya a producir su impacto hasta en aquellos países europeos en los que, mal que bien, sus efectos parecían minimizados, o incluso superados. De superados, nada, porque aún habiendo hecho razonablemente bien sus deberes desde hace mucho tiempo, la fuerte interrelación existente, ya sea económica o financiera, casi siempre juntas, hace que los problemas se hayan ido extendiendo aunque no sea con la misma intensidad en todos.
El hecho cierto es que la disminución generalizada del consumo desemboca en una proporcional disminución de las capacidades productivas utilizadas, sólo parcialmente compensadas por aquellos países que su eficiencia competitiva les permite ganar cuota de mercado extraeuropeo; este diferencial negativo, trae como consecuencia directa un aumento del desempleo, y una disminución de los salarios de los que lo tienen ¿le suena conocida esta cantinela, mi querido lector? ¿Y qué decir respecto al impago de las deudas que unos países tienen con los otros? Pues que la consecuencia inmediata es un encarecimiento del precio del dinero para aquellos países en los que todavía se crea que pueden cumplir con sus vencimientos, y el cierre del grifo de la financiación externa a los que no;
cuando esto sucede, en tales países se suben los impuestos, se absorbe el dinero de sus entidades financieras que han de dedicarlo a la compra de deuda pública, detrayéndolo de la financiación dedicada a las empresas y a las familias ¿le sigue sonando conocida la cantinela, mi querido lector?
El peor de los casos es ya, cuando en ciertos países no sólo no existe la posibilidad de que sus ciudadanos paguen más impuestos, sino que no paguen ninguno; y que sus entidades financieras no sólo no concedan crédito, sino que hubieran caído en la quiebra, ellas y su Estado. Usted podrá reconocer, sin que estos dos amigos cometan la indiscreción de descubrirlos, cuáles están inmersos en cada una de las situaciones descritas. ¿Cree que estas situaciones no afectan, también, y fuertemente, a los países que hubieran hecho bien sus deberes? Países que, por otra parte, vienen siendo los apagafuegos del antisistema económico-financiero-político europeo.
A la vista de esto, a muchos preclaros teórico-político-económicos, les extraña muchísimo que los ciudadanos de los países pagadores emitan clarísimas señales para que sus gobiernos presionen a los que se han dedicado a la buena vida, en tanto que ellos trabajaban y ahorraban. Tal cual la fábula de la cigarra y la hormiga, tan real como la vida misma.
Esos mismos preclaros teóricos politinómicos (óigame, lector, premios nobeles incluídos, eh, se lo recuerdo), no tienen ningún miramiento en defender la bondad del antisistema, insistiendo hasta la saciedad en que la solución pasa por seguir gastando a todo trance, pensando en que sólo con gastar es suficiente para superar la crisis. No falta mucho para que también se nos diga que la deuda de los estados se podría compensar con la misma cantidad de moneda nueva. Oiga, se le acaba de ocurrir esto a este servidor de usted. Claro, por eso está tan cerca de la concesión del Nobel. No sería malo, claro, si estuviésemos dispuestos a soportar algunos inconvenientes derivados: inflación, déficit por cuenta corriente
y algunos otros. ¡Ah! Y los americanos frotándose las manos, porque, amigo mío ¿a qué cree usted que obedece tanto empeño a anunciar corralitos? ¿a qué el de desprestigiar países europeos?
Lo comprueba usted mismo analizando la evolución de la relación uro/Dólar ¿Lo ve? Y los tales premios nobeles haciendo el jueguito al gobierno de su país. Así es como debe ser, y los americanos lo entienden muy bien, en tanto que los europeos nos entretenemos en tirarnos la basura unos a otros. ¿Todos los europeos? No, no, de ninguna manera. Los ingleses son otra cosa; ante todo son ingleses; y desde luego que sus mayores simpatías y afinidades las tienen con los del otro lado del Atlántico, y siempre por encima del paralelo 30.
¿Qué tendría que hacer Europa? Pues sencilla y llanamente: Convertirse de verdad en Europa. Estos últimos días, naturalmente que forzados por la falta de soluciones fáciles a la crisis (tal vez ello se deba a la incapacidad intelectual, y moral, para abordar los problemas difíciles), comienzan a aparecer opiniones y propuestas llamando a facilitar ciertos niveles de integración. Por ahí iríamos bien, sí, por una unión fiscal y tributaria, por una armonización de todas las políticas económicas, y, como consecuencia de ello hacia una plena integración europea en lo político y en lo social. Es decir, más Europa, pero de verdad. Y estos servidores de usted se atreven a proponer el nombre: ESTADOS UNIDOS DE EUROPA. Hemos de reconocer, sin embargo, que ardua es la tarea que aparenta, pero nos parece ardua no tanto por la elección del modelo a instaurar, ya que no hay demasiados entre los que elegir, sino por lo que nosotros entendemos como una carencia completa del liderazgo necesario para abordar la cuestión
¿Ve usted, lector amigo, émulos de los Schumann, De Gasperi, Monnet, Adenauer
incluso, óigame, un Schroeder (qué ironía del destino que este servidor de usted haga apología de un socialdemócrata, pero ¿por qué no? si era bueno). Éste, créame, y no otro, es el gran problema que tenemos los europeos, aparte, claro está del juego de intereses y las aldeanadas nacionalistas.
Para acabar, hoy, debo rendir un tributo. Al admirado Profesor Santiago Grissolía y al grupo de Premios Nobel (advierta que en esta oportunidad los cito con mayúsculas), que le acompañan en el jurado de los Premios Jaime I. Su manifestación de que la causa principal de la crisis que padecemos radica en el abandono de la cultura del esfuerzo y del mérito, y de la escasez de recursos (apropiadamente) dedicados al desarrollo científico y tecnológico; y a reconocerle a la educación (eficiente y responsablemente ejercida) el papel fundamental de aportar a la sociedad los valores éticos, morales e intelectuales, garantes de la convivencia en libertad.
No estoy repitiendo al pie de la letra el texto de ningún discurso, sino utilizando mis propias palabras en interpretación libre de lo que acabo de escuchar. Rindo pleitesía al Profesor Grissolía y a los Premios Nobel que con él suscriben este posicionamiento. Afortunamente, no me siento solo, como proclamé en alguna otra oportunidad; diría que me voy convirtiendo en un compañero privilegiado de tales ilustres librepensadores, en la esperanza de que sus esfuerzos calen hondo en todos los ámbitos de la sociedad.
¿Cree usted lector amigo que de haber seguido a tiempo indicaciones como las precedentes, hubiesen aparecido las bankias grecias y otras similares? No se están haciendo bien las cosas en la mayor parte de Europa, y en España desde luego que no. Sr. Rajoy ¿por qué no cambia de consejeros, que a la vista está que no dan una en el clavo, y se rodea usted de los que saben?
Salve, amigo mío

Balseiro, Manuel