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Menos cuento y más cuentos

martes, 05 de junio de 2012
A Paloma Terrón Barreiro, profesora de estas cosas,
ilusionada con la maternidad
de tantos hijos como alumnos.

El pasado año por estas mismas fechas fui invitado a pronunciar unas palabras en la entrega de premios de un certamen literario en el Colegio Franciscanos de Lugo, un certamen anual que se había establecido en ese Centro a sugerencia mía. No sé por qué, pero ahora se me ocurre ofrecerles aquí en Galiciadigital lo que en aquella ocasión dije allí a los que quisieron escucharme. Vean.

“ Érase una vez un hombre bueno, solitario, triste – El Caballero de la Triste Figura – y soñador: creía en el honor y la valentía, e inventaba la vida.
San Juan dijo: “ El que no ama, está muerto”, y yo me atrevo a decir: “el que no inventa, no vive”. Y llega a mi memoria algo que me contó hace años la hija de un compositor, que cuando era niña le dijo su hermanita: “ la música de papá no te la creas, se la inventa”.

Con alivio he comprobado que toda la música del mundo, la audible y la interna – esa que todos llevamos dentro como un secreto – nos la inventamos. Igual que aquel soñador convertía en gigantes las aspas de un molino, igual que convertía en delicada Dulcinea a una cerril Aldonza. Inventó sensibilidad, inteligencia y acaso bondad – el don más raro de este mundo – en una criatura carente de estos atributos ( Y quién no ha convertido alguna vez a un Aldonzo o Aldonza de mucho cuidado en Dulcineo o Dulcinea…? )

Y me permito hacerles un ruego: si en algún momento tropiezan ustedes con una historia, o con alguna de las criaturas que trasmiten mis libros, mis relatos, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado.
Del discurso de Ana María Matute, Premio Cervantes 2011, en la recepción del Premio.

Alumnos premiados, profesores, padres y familiares: Muy buenas tardes a todos. Quiero comenzar mis palabras, dando las más fervorosas gracias a los Organizadores u organizadora de este Acto de entrega de premios del III Concurso Literario Colegio PP. Franciscanos, por haberme invitado a estar con ustedes en esta tarde: siempre es grato y emotivo para un padre, encontrarse de nuevo con su hijo, sobre todo cuando este hijo ha sido engendrado de forma medio enclenque por haber utilizado más de lo que era menester el fórceps en su parto.

Pero, sobre todo, quiero dar las gracias, y de modo especial, a los alumnos/as premiados/as de 4º curso que lo son por segunda o tercera vez consecutiva, y que este año se nos van. A ellos, porque, con su participación y fidelidad casi evangélica y heroica, con la calidad indiscutible de sus relatos, han contribuido decisivamente a que este Acto haya cogido cuajo y se haya convertido en eso, en el ACTO ACADÉMICO del Colegio : si en algún momento de su vida tropiezan ustedes con una historia o con alguna de las criaturas que trasmiten sus relatos, por favor créanselas. Créanselas porque las han inventado ellas.

Y otro ruego, también a todos y muy encarecido: hagan ustedes como Dios Creador: Él insufló su aliento en el polvo, y todos aquellos huesos recobraron vida… Cojan ustedes el olvidado libro de la estantería, sóplenle el polvo de su canto y de sus páginas, léanlo y verán cómo todos los personajes allí dormidos, se pondrán en pie enseguida y cobrarán vida y fuste en nuestros aburridos pero interesantes desiertos personales. Y a lo mejor, de paso, hasta comprenderemos todos que la ley y el protocolo nos posibilitan un colegio y una sociedad fuerte, firme y que no se mueva fácilmente, pero que será la bohemia de la invención regalada de las Letras, la que nos permita una sociedad y un colegio más elegante, más atractivo… un colegio y una sociedad que, en una palabra, simplemente nos conmuevan.

Y créanse también lo increíble, lo fantástico, lo fascinante, lo inimaginable: lo que “es”. Pregúntenle, ustedes , a estos sus hijos y alumnos premiados a ver en qué creen ellos después de que de la soledad del folio haya surgido la compañía de la idea, del personaje, del mundo en ella engendrados, inventados.

En las tardes de la evolución, Dios bajaba a la caída del sol a conversar
con Adán al socaire y a la brisa que mecía los árboles y las horas del paraíso. Una mala tarde, Dios habló, pero Adán no le respondió. Entonces, porque la esencia radical del hombre es ser diálogo y conversación, las manzanas de las Hespérides dieron paso a la Manzana de la Discordia, lo increíble dio paso a lo verificable y la felicidad originaria del hombre se convirtió en una condición cainita. Fue entonces que surgió la prosa científica y se perdió la delicadeza lírica de lo humano.

Y desde aquel momento, todo lo que se ha escrito y se sigue escribiendo no es más que el esfuerzo titánico y un encadenamiento de relatos e historias que teje la humanidad en la persona de sus escritores en busca del Paraíso Perdido. Necesitamos urgentemente inventarlo y creerlo, para disfrutarlo de nuevo.

“Me estremece, cuenta también Ana María Matute, pensar que se mutilan o casi no se leen ya cuentos en nombre de las “(actividades ). Yo recuerdo aquellos días en Sitges, hace años, cuando algunas tardes de otoño venía a mi casa un tropel de niños y, junto al fuego – como está mandado – oían embelesados repetir por enésima vez las palabras mágicas: “Érase una vez…” Y habían dejado la televisión para escucharlas”: Directivo del Colegio, Profesores, padres y madres de alumnos, sería prudente, o cuanto menos curioso, hacernos por un momento la siguiente pregunta: ¿ qué pasaría en medio del caos de nuestro sistema educativo si por un acaso inaudito se sentase por fin en la Jefatura del Ministerio de Educación un filólogo, un enamorado de los cuentos que alguna vez le hubiese contado la abuela? Sería estupendo y al mismo tiempo sorprendente comprobar que a lo mejor tanta conferencia y tanta charla en este mismo salón de personas expertas en “traumas” psicológicos y conductas conflictivas podrían ser prescindibles como medida primordial para su remedio: un cuentacuentos crea sosiego y felicidad en las gentes, y quien es feliz es probable que sea más fácilmente correcto y bondadoso. Menos cuento y más cuentos, a ver .

Punto y aparte y bien, entre los escritores, entre esos privilegiados profetas y visionarios del desierto, entre esos recreadores de mundos esperanzados, fantásticos , increíbles, vivos, necesarios, comienzan a estar ya estos nuestros alumnos, hoy premiados. Por ello, a ellos gracias. A ellos, gloria, honor y bendición.

Y termino, arrimándome muy castamente, eso sí, a la narradora de los “Cuentos de las mil y una noches”: Había un sultán, el cual cada noche se hacía disfrutar de una doncella distinta, y después de pasar la noche con ellas, las degollaba antes del amanecer. Y cuando ya no quedaba en su reino ninguna muchacha para placer de aquel cabalgador, el visir le hizo llegar una joven virgen. A ésta el sultán no la mató al llegar la madrugada, porque era muy bella y narraba muy bien. Se llamaba Shereshade.

Por favor, amigos. Introduzcamos también nosotros en nuestro cuarto una Sheresade, creámosla y no la matemos al amanecer, porque, de ser así , lo más seguro es que entonces no haya nunca madrugada precisamente para ninguno de nosotros. Muchas gracias.
Y esto fue todo en aquella ocasión y en ésta. Perdonen.
Mourille Feijoo, Enrique
Mourille Feijoo, Enrique


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