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Querida nieta Cristina (Kirchner)

jueves, 17 de mayo de 2012
Las cartas del abuelo Pascasio.



Querida nieta Cristina:

Te sorprenderá un poco el que te escriba pero ya sabés que los abuelos gallegos somos muy protectores y estamos siempre preocupados por el bienestar de la familia. Sigo entristecido porque todavía no me recuperé del golpe recibido por la desgracia de que el bueno de Néstor te haya dejado antes de tiempo. Yo que te conozco bien se que estás sufriendo pero eres una auténtica heredera de la montaña lucense y por allá las mujeres son así; como vos, fuertes y decididas.

Lo primero que te quiero comentar es la gran pinta que hago con los amigos de la aldea y también con los vecinos del barrio. Acá arriba, como bien podés suponer, tenemos mucho tiempo libre y por las tardes, mientras mateamos, me encanta repetir una y otra vez que mi nieta es la presidenta de la República Argentina. En los días pasados tuve que explicarle a un par de giles que los recursos energéticos del suelo argentino son patrimonio nacional. Fueron muy educados en las críticas porque al primero que te descalifique con palabrotas le mando los dientes para la quinta de la albahacas.

Necesito me dediqués unos minutos para plantearte un tema que creo sinceramente te ayudará a fortalecerte para terminar con éxito la presente legislatura. Te pido pensés en acercarte a la aldea en la que nací que se llama Mazaeda o sea un lugar de manzanas ya que en nuestro idioma son mazás. Pero querida nieta, por favor, no lo hagas por compromiso ya que así no vale. Tenés que ir cuando estés convencida de que hay algo en ti que vino de aquellas hermosas tierras del norte de Lugo. Para irte ambientando te recomiendo vuelvas a escuchar a Alberto Cortez en la canción que le dedica a su abuelo gallego. Al escucharlo comprobamos y certificamos que nuestro viaje al sur no fue al pedo.

Estarás pensando que los años me dejaron medio abombado. Te aseguro que mis sentimientos están enteritos aunque de neuronas ande flojo. Al llegar a mi parroquia de San Pedro de Neiro te parecerá que conocés el lugar. Te extrañará reconocer un grupo de verdes robles que antes viste en alguna parte. Dirás que no puede ser. Los conocés y los identificás a pesar de estar bien agarrados a sus raíces. Te estoy viendo con tu cara de incredulidad. No te preocupés que los robles de mi aldea te conocen. Ellos saben que venís de lejos y si te acercás bien a lo mejor te cuentan alguna de mis travesuras infantiles.

Quedáte tranquila, Cristina, te lo explico enseguida: nosotros los gallegos somos prehistóricos, es decir, muy viejos. Nuestros albañiles ya eran buenos en su oficio unos tres mil años antes de Cristo. Cuando estés en la aldea, mirá para la parte más alta del monte. En la cumbre del terreno ---todavía registrado a mi nombre--- verás unas suaves elevaciones en el terreno. Son dos túmulos megalíticos. Si te fijás bien me verás saltar por el medio para no pisar los verdes helechos. Llevo puesto mi recién estrenado traje gris oscuro. No digas nada, es un secreto de abuelo, volviste justo el día en el que le dije adiós a mis nobles compañeros al tomar el camino de Buenos Aires.


Bueno, querida nieta, me despido. Tengo que irme corriendo a morfar un buen asadito con cordero patagónico que está preparando Karl Kirchner. No puedo llegar tarde porque los suizos son como sus relojes con el asunto de los horarios. Recibe un fuerte abrazo y mucho ánimo para la tarea de poner a la patria argentina en el más alto escalón del bienestar.

Pascasio Fernández Gómez
Suárez Suárez, Manuel
Suárez Suárez, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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