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Poemas entre la artesanía de abril

miércoles, 09 de mayo de 2012
Hace años, que han pasado como un soplo, el 27 de abril, celebraba las vísperas del patrono de las tierras de Alava, de cuyo Gobierno Foral era miembro. San Prudencia, que compartió cueva entre viejos olmos y el Duero, en tierras de Soria, con San Santurio, requería de un pregonero. Me tocaba proponer al Diputado General de Alava a tal persona. Un año propuse a mi amiga, aventada, Laura Espido, Premio Planeta más joven de la historia.

Al siguiente lo hice con otro amigo, el modisto Modesto Lomba, también de orígenes galaicos, por parte de madre.

Una parte de la sociedad vitoriana, la más reaccionaria, no entendió que a un “costurero”, se le encargara el honor de pregonar en el Palacio de la Provincia, entre el sonido medieval de la Retreta y las viejas tradiciones de la Voluntaria Entrega de Alava al Señor de Castilla.

Para limpiar determinadas afrentas que le hicieron gargantas profundas, en una de mis habituales colaboraciones en prensa, escribí un artículo que se titulaba, “El hombre del traje gris” y que estaba relacionada con la melodía de Sabina en la que se queja de cómo nos han robado el mes de abril…

El pasado 27 de abril, mi amigo Premio Nacional de artesanía, Sito Otero Regal, nos presentaba en su casa, taller, museo, galería de arte; la obra de un excelso poeta nacido en la ciudad del Landro, que está vivo, y cuya obra se puede disfrutar estos días en Xunqueira.

Sito, cuando creó los premios Ardelle o Eixo, nos contaba que, había de ponerse fin al culto funerario. Que ya estaba bien de esperar a que un personaje se muriera, para tener que reconocerle sus muchos méritos, que no se habían agradecido en vida, para que los disfrutara y sintiera el calor popular hacia su obra.

Carlos Oroza es un extraordinario poeta. Y sin embargo para la juventud mariñana, un perfecto desconocido. Ha tenido que ser otro artista quien desde su iniciativa nos haya permitido escuchar sus versos en una tarde de un mes de abril que se moría entre las gotas de lluvia que tanto pedíamos acudieran a mojar la sed de nuestra tierra.

Queremos que se le reconozca vivo. Queremos disfrutarlo en su ciudad, en su Mariña, entre las piedras, maderas y cristales, de su ciudad cantábrica del norte. Queremos que, aunque nada sea como entonces, pasee por los lugares de su infancia feliz.

Además, en estos tiempos de recesión y austeridad compartida, no hay nada más socorrido para el alma de quienes hemos perdido la fe en la clase dirigente de Europa, que los poemas de un bohemio incorregible, que en cada estrofa, muestra a la libertad del hombre que va con nosotros mismos, para si nos caemos siete veces, levantarnos ocho.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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