Independentistas en Europa

Por toda España suenan las matracas de la semana santa, descollando en especial dos que no vienen de los campanarios, sino de los nacionalistas vascos y catalanes, con sus insistentes y crecientes provocaciones independentistas.

Íñigo Urkullu, presidente del PNV y Artur Mas, presidente de CiU y de la Generalidad, han vuelto esta semana a anunciar, ahora con más energía, que impulsarán medidas que lleven a la soberanía de sus comunidades.

Estas matracas se han vuelto ya insoportables. Blá, blá, blá y blá. Tan cansinas que es tiempo de que se conteste a sus exigencias y que se cierre definitivamente esa vía de chantaje y molestia para los demás españoles.

Si en toda España se propusiera un referéndum de secesión de ambas regiones quizás saldría un sí por el tedio, incluso la ira, que provocan los nacionalismos en la mayoría de los ciudadanos.

Aunque seguramente en ambas comunidades triunfaría el no porque la población no querría enfrentarse a un futuro de raquitismo patriotero, mentalmente e intelectualmente miserable, y quizás violento.

Referéndum imposible: un Estado como España, multicenterario bajo mil peligros, por un lado económicos, y por otro político-militares, no puede exponerse a una ruptura a una nueva cantonalización, con un cercano mundo islamista radicalizándose tanto que parece volver al siglo VII.

Los nacionalismos, vestigios del reaccionario Antiguo Régimen, y engrandecidos temerosamente por la Constitución, no deberían poder chantajear más, y el vehículo para conseguirlo es una legislación rotunda de la UE.

Porque los secesionismos amenazan no son sólo a España, sino a toda Europa, que debe advertir que quien sale de su seno será repudiado.

Es que olvidamos que la actual UE nació para evitar los grandes y pequeños nacionalismos de los que Hitler era el principal escaparate, aunque había muchos más, algunos pequeñísimos.

Bruselas dirige nuestra economía y orienta nuestra política nacional e internacional: es momento de que legisle para decirle a Urkullu, Mas, y a cualquier otro más, que se acabó la matraca.

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