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Objetos Imposibles

martes, 11 de enero de 2005
Objetos Imposibles “Y en la palabra había vida” (San Juan)
“Las palabras piensan por nosotros” (Umbral)

(Nadie confundiría a un arqueólogo con un excavador. Tampoco debería ocurrir esto en mi caso. Yo no hago etimología; me limito a excavarla).

En el pleno ejercicio de una libertad, que es como cualquier otra, y con infinito respeto hacia cualquier otro tipo de persona, pero no hacia sus ideas, me he informado en estos aciagos días legislativos de que matrimonio = matri-monium contiene por lo menos el “caso de situación” matre, de mater, matris = madre = mujer paridera (fecunda), que a su vez parece venir de ma, ma = mama, onomatopeya con la que todos los bebés parecen nombrar ya a sus madres cuando tienen que apretar repetidamente sus labios para poder mamar. Mama es pues no sólo una palabra sin etimología sino una forma de comer (mamá en cambio es un afrancesamiento ilustrado al que, como es natural, sólo el pueblo pudo resistirse).
Se trata pues de una palabra ampliamente cosmopolita, existente en la lengua indoeuropea bajo la forma de ma y en derivadas como el sánscrito (mâtar), el irlandés (mathir) y el latín (gallego, castellano, etc...). Dicen por ahí que en hebreo existe la forma análoga am pero no comprendemos como se puede mamar hacia fuera, espurreándolo todo, ni como se pueden deducir de aquí latinizaciones tan apartadas, pero tan oportunas, como amare y amor.
Otra cosa es la voz monium. Entre los muchos y, por ello, seguros disparates que se le atribuyen, sus posibles procedencias de munium en matris munium = ”defensa de la madre”, o de muniems en matrem muniens = “defensa maternal” (?), parecen contener significaciones, aunque antinómicas, fonética y conceptualmente creibles en la medida en que convergen en la conveniente defensa de la prole. En cualquier caso, el origen de esta segunda voz no es pues natural como el de matri, y menos aún su agregación. Luego matrimonio sería una palabra amañada, culta, quizá un convenio ligeramente esperantista pero que constata al menos un hábito necesario y, a lo mejor, prehumano: el de la protección de la maternidad, hoy día prácticamente contractual.
La palabra “matrimonio” implicaría pues el hecho cierto de parir, el fisiológicamente posible de amamantar y, aunque no haga falta para sostener nuestra tesis, quizá también el de proteger. Parece contener además ciertas posibilidades afectivas -gratificaciones sexuales, sociales y espirituales con las que la naturaleza, un poco celestinescamente, premia su propia perpetuación. La beatería progre de extender la palabra sería pues aquí bastante avanzada.
Sin entrar en éticas –frecuentemente sólo visceralizaciones de lo útil- ni en estéticas –probablemente también visceralizaciones, auque sólo de la eficacia funcional-, no sé si la humanidad soportaría impunemente otras alternativas estériles y probablemente apocalípticas de agregación sexual. En cualquier caso, estas agregaciones tendrían que llamarse de otra manera porque llamarse matrimonio sería un eufemismo y los eufemismos -que, junto con el orgullo, encubren a veces vergüenzas y equivocaciones que nadie cuestiona-, se suelen contagiar rápidamente de las mismas enfermedades que combaten y, finalmente, no sólo no sirven para nada sino que se convierten en sumideros de la lengua (véanse sino, sin doble intención alguna, la desesperada centrifugación de términos tales como evacuatorio _ letrina _ retrete _ excusado _ secreta _ necesaria _ watercloset _ inodoro _ servicio _ baño _ ¡jardín! – imposible parar, todo en vano; incluso la palabra retrete amagó una onomatopeya que no existe y los jardines empiezan ya a oler mal-).
En aras pues también de mi libertad, más inevitable que buscada, debo decir además que nosotros podemos cambiar las palabras pero no los hechos. Un matrimonio homosexual, por ejemplo, -aunque sea solamente a causa de la voz matre -es aquí un objeto tan imposible como la cuadratura del círculo o la masoquicafetera de Carelman. Porque matri-monio es un hecho, casi una “cosa”. Ridículo decretar el oleaje o la primavera. Habrá otras soluciones.
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Fernando Andrade
Día de la Sagrada Familia, 26 de Diciembre del 2005
Andrade, Fernando
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