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Un Dios de confianza

jueves, 01 de marzo de 2012
Acto de homenaje por su jubilación al profesor Diego Sabiote. en la Universidad de las Islas Baleares, el 23 de febrero de 2012


Excma. Sra. Rectora de la Universidad de la Islas Baleares
Sres. Miembros de la Mesa
Dignísimas autoridades
Sras. y Sres.
Mi entrañable amigo Don Diego Sabiote

En primer lugar, mi cordial agradecimiento por esta presentación más motivada por la amistad que por mis méritos.
D. Diego Sabiote es un amigo desde hace muchos años, al siempre he visto fiel y coherente,. Fiel porque siempre está ahí en los momentos alegres o tristes de la vida de sus semejantes. Y coherente porque nunca ha renegado de sus orígenes humildes, y se ha mantenido siempre fiel a la clase trabajadora desde una perspectiva creyente en el más amplio sentido de la palabra.
En segundo lugar, mi cordial agradecimiento y felicitación a la Excma. Y Magnífica Sra. Rectora de esta Universidad, ya que no es fácil un acto como este, con un matiz tan claramente cristiano, en un momento donde tantas instituciones académicas se mueven en un concepto de laicidad mal entendido. Este acto académico da carta de ciudadanía al hecho religioso en una sociedad abierta y plural como la nuestra.

La claridad de la espesura, dentro de la obra poética del Prof. Sabiote Navarro, es la línea trasversal de esta antología poética, y de sus más de veinte libros de poesía publicados en los últimos años, que traspasa y reverbera como eco lejano y realidad intima esa experiencia vital que nos saca de nosotros mismos y nos conduce, con toda normalidad, por las veredas de lo finito, que son como camino de infinitud para nuestros corazones traspasados, no solo por la historicidad de la palabra, sino por la trascendencia del ícono que nos adentra en el misterio de Dios, sin alejarnos del misterio de los hombres y mujeres de hoy. La poesía es la voz que dice por excelencia el mundo del ser, de la persona y del misterio, camino por el que les es dado deambular a muy pocas personas con sencillez y entusiasmo como lo hace el Prof. Sabiote Navarro. Ser, palabra y amor son consustanciales en Dios y en el hombre ¿cómo acceder al significado profundo de cada uno de estos conceptos sin la entraña poética y la palabra testimonial de personas como D. Diego que se desnudan a si mismos en el ágora publica donde se debaten las cuestiones más radicales de los hombres y mujeres de hoy. Se necesita valentía y seguridad, la valentía del hombre libre y la seguridad que nace de la fe como don acogido y regalado. Los poetas son los mensajeros que nos son enviados y su pasión es la amorosa advertencia de que hemos de trascender nuestra mirada y las casi infinitas posibilidades del horizonte humano, ellos son expresión y anhelo de algo que nos posee y nos trasciende, por eso la poesía fue siempre comprendida como fruto del “entusiasmo” que viene a significar el estar poseído por el numen divino. He ahí la suprema realidad y la belleza íntima del ser humano, de quien Dios se acuerda para hacerlo semejante a sí mismo.
“La belleza es la gran necesidad del hombre”. ¿Quién no se ve descrito en esta afirmación? Sintetiza todo aquello por lo que nos movemos, por lo que trabajamos, sufrimos o amamos. Con esta afirmación, se nos presenta ante nosotros aquello que es la pasión por el hombre real, el que ama la razón y la libertad, el que desea la felicidad y anhela la belleza. ¿Quién no se ha sentido herido por la belleza, aunque sólo sea por un instante? La poesía de D. Diego es como una filigrana que, abriendo su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad y en esta cultura mallorquina un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma. Y es que “la belleza es reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo” dice el Papa Benedicto XVI.
Desgraciadamente en nuestro país Dios ha sido percibido con frecuencia como enemigo de la razón y de la libertad. El desencuentro entre la fe, a veces reducida a normas morales y sociales, y la modernidad, que con facilidad ha degenerado en anticlericalismo, se ha vivido trágicamente en España. Estamos en un lugar y ante una persona que ha tendido puentes admirables con un hermoso lenguaje, accesible y trascendente para cualquier persona que esté en búsqueda, ya que una de las tareas más importantes hoy es superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Así lo han percibido algunos de Vds. ya que en los prólogos a las diversas obras publicadas por D. Diego es el sentido y la apreciación que aparece en cada una de las introducciones. La obra del Prof. Sabiote, de esta forma, se sitúa en el ámbito señalado por el P. José Gabriel Funes, Director del Observatorio Vaticano: “El católico debe ver en el cosmos un don de Dios. El don de la creación, por lo tanto, como cualquier otra criatura es posible; el católico, el creyente, la persona que tiene buena voluntad, y tal vez el no creyente, puede admirar la belleza que hay en el universo, en el cosmos, esa belleza que vemos nos lleva de algún modo a la belleza del creador. Y también porque Dios nos ha dotado de inteligencia, de razón, podemos encontrar el logos, esa explicación racional que hay en el universo que nos permite también hacer ciencia. Nos habla también del logos creador de Dios.”
El hombre busca a Dios, siente nostalgia de su presencia: esta constatación, apoyada por los estudios sociológicos de los últimos años nos dice que “nace de la desilusión de los dioses pero también de las propuestas culturales insatisfactorias de nuestro tiempo”. En su corazón, de hecho hay todavía la esperanza viva de ser amado y de ser interlocutor para construir una historia que se desarrolla en el tiempo y prosigue más allá de él.
En la época de la actual miseria, en la que el relativismo parece haber vencido sobre cualquier intento de reabrir el ánimo a la esperanza, ¿de qué Dios se puede tener nostalgia? El Dios hacia el que se siente “la atracción irresistible”, es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y que asumiendo la carne y la sangre de los seres mortales ha compartido hasta las últimas consecuencias el dolor y la miseria, eligiendo hacerse crucificar como al último de los malhechores.
La pobreza que sigue a “la crisis de los grandes relatos ideológicos” no es tanto la percepción de la ausencia de Dios como que los hombres no sufran más por esta falta. Ha desaparecido el “sentido de pertenencia”. Y por esto las mentes más despiertas advierten de la necesidad de una vuelta de lo sagrado, reconociendo muy distintas señales de espera, por ejemplo en el canto de los poetas. Deber del poeta es “suscitar la nostalgia de Dios y cantar su ausencia” ( O. González de Cardedal)
Sin embargo se dibuja en la inquietud posmoderna una especie de búsqueda del Otro, del huésped deseado y al mismo tiempo inquietante. Se percibe que huir de la presunción totalitaria de la razón moderna exige confesar una alteridad que relativice el dominio del sujeto y se ofrezca como origen y meta. El resultado de lo moderno y de lo posmoderno es hambre y sed de sentido, declaradas o no confesadas, es decir, la necesidad de dar un sentido a una vida tan frágil.

El día doce de febrero de 2011 el Pontificio Consejo para la Cultura, siguiendo las indicaciones del Papa Benedicto XVI, inauguraba en Bolonia (Italia) una experiencia de diálogo con la cultura contemporánea, de forma especial con los más alejados de la fe, en el llamado Atrio de los Gentiles. Hace poco menos de un año viene de celebrarse su primera gran sesión en París entre el 24 y el 25 de marzo de 2011. Benedicto XVI quiere crear así un nuevo punto de partida en el diálogo entre creyentes y no creyentes. En este encuentro participaron las instancias intelectuales más importantes de Francia. El Papa trata de poner en el centro de la vida de creyentes y no creyentes la búsqueda de la verdad, sin la cual la vida no es digna de ser vivida. En su mensaje a los reunidos en París les dice: “La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de la vida humana”. Es un programa que nos invita a no cerrarnos dentro de la seguridad de nuestros muros, sino salir a la plaza pública donde se debate el ser y la vida de los hombres y mujeres de hoy. El Atrio de los Gentiles era el espacio del templo de Jerusalén al que tenían acceso todos los pueblos, y no sólo los israelitas. ¿No es, acaso, ahí donde se sitúa una amplia mayoría de nuestros contemporáneos, a los que es preciso proponer nuestra oferta de sentido de la existencia? Acaso no tendríamos que hacer algo parecido entre nosotros, donde tenemos desde hace mucho tiempo personas e instituciones culturales a las que el pensamiento cristiano puede posibilitar sentido y horizonte y, a su vez, ellos nos pueden acercar a nosotros realismo y encuentro con el ser personal de los hombres y mujeres que hambrean la verdad, la belleza y el bien del que queremos ser testigos los seguidores de Cristo?

En su intervención en París, Julia Kristeva, gran lingüista no creyente, dice: “Tras el humanismo crítico y analítico de los siglos pasados, se quiere cancelar el espacio de lo subjetivo, por eso se necesita un nuevo humanismo capaz de escuchar a la persona, por eso es necesario recuperar una especie de corpus misticum del género humano”.
Este espacio quiere derribar los muros del miedo al otro, al diferente, al extranjero. E ahí una nueva propuesta de Benedicto XVI que quiere una Iglesia amiga de la cultura y del hombre de hoy. He ahí el reto que aborda el Prof. Sabiote en su poesía, sin complejos ni concesiones fáciles.

¿Cuál es entonces el Dios del que se puede hablar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo? Un Dios de confianza que no nos violenta porque quiere para sí sólo hombres libres. El cristianismo, de hecho, es la religión de la libertad que se diferencia radicalmente de otras religiones, donde todo está predestinado.
En la pregunta que todo el mundo lleva en su interior acerca de la inevitabilidad de la muerte va perfilándose la imagen de un padre-madre en el amor, alguien en quien confiar sin reservas, casi un puerto donde reposar nuestro cansancio y nuestro dolor, seguros de no ser lanzados al abismo de la nada. La nostalgia de Dios en el mundo contemporáneo no está dirigida hacia un juez severo sino hacia el Crucificado. El hombre de la Cruz atrae porque en aquella debilidad se revela el infinito amor de Dios. Por eso entregarse a este amor no es debilidad sino 'buena noticia'.
He aquí donde empieza el verdadero diálogo con la modernidad. Las obras bellas que obligan al hombre a interrogarse, ya que son “signo visible del Dios invisible”. Por el contrario, una posición ideológica deja indiferentes a todos, menos a los del propio grupo. No desafía, no plantea ningún interrogante a la razón, a la libertad del otro. Si los hombres que nos encuentran no pueden ver y tocar esa belleza en nuestra humanidad y en nuestras obras, el diálogo será imposible. Ésta es la gran indicación de método para todos nosotros. Es el camino para superar el drama de la separación entre fe y razón que es el mal de nuestra época.
Así fue desde el principio. Jesús se puso ante la sociedad con una capacidad de atraer que fascinó a los hombres y mujeres de su tiempo. El anhelo de belleza encontró en Él su cumplimiento. El verbo (logos) se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). Es decir, la razón (logos) que ha dado el orden a las cosas, la Belleza que se asoma en todas las bellezas, la Bondad que brilla en los gestos más humanos, se ha hecho carne en la humanidad de Jesús de Nazaret.
Para ti, Diego, tu opción existencial viene a ser la que el profeta anunció: “Brotará un renuevo, florecerá un vástago… Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito… el niño jugará con la hura del áspid”. La fe te dice que la promesa se ha cumplido, que la profecía se hizo evangelio, que el renuevo ya ha brotado, que el vástago ha florecido, y que la paz se hizo don para los amados de Dios.
Tú pareces estar herido por el mismo deseo, y tu Dios parece entregado siempre a la tarea de realizar el mismo sueño, como si evangelio y gracia no se nos hubiesen ya dado, como si el mundo no hubiese sido aún visitado por la vida, como si la paz no hubiese todavía llegado a nuestra tierra.
¿Por qué anhelamos lo que ya tenemos? ¿Por qué esperamos al que ya ha venido? Esperamos todavía porque tenemos sólo lo que creemos, y creemos poco, y creemos desde el lodo y no desde la fuente cristalina.
Tu poesía viene a decirnos: Atrévete a creer, que no es contradictorio con aquel atrévete a pensar, que tantas veces has inculcado a tus alumnos, y que sigue siendo presente y radical para cada uno de nosotros. Te atreves a decirnos con sencillez y cercanía: tu corazón está lleno de la ciencia del Señor, “como las aguas colman el mar”.

La persona humana quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la "theoría", como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber -dice- produce tristeza.

Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma. Benedicto XVI, en el Discurso para la Universidad de la Sapienza. Roma, que no pudo pronunciar, dice:
“La verdad solamente puede encarnarse en la fe y la razón auténticamente humana, hacerse capaz de dirigir la voluntad a través del camino de la libertad (cf. Spe salvi, 23). De este modo nuestras instituciones ofrecen una contribución vital a la misión de la fe y sirven eficazmente a la sociedad. Han de ser lugares en los que se reconoce la presencia activa de Dios en los asuntos humanos y cada persona descubre la alegría de entrar en "el ser para los otros" de Cristo (cf. ibid., 28)”.

El hecho de que el cristianismo se haya venido afirmando a lo largo de estos veinte siglos se debe a la síntesis que llevó a cabo entre razón, fe y vida; convirtiéndolo en potencia capaz de subvertir la filosofía ambiental, el politeísmo y la desesperanza de los cultos orientales. Esa convicción ha sido la que nos ha sostenido hasta hoy, ateniéndose a la verdad de la ciencia, la verdad de la acción y la verdad de la persona. Con ella, el cristianismo heredaba lo mejor de sus predecesores: el logos socrático, la voluntad científica de los griegos y la objetividad del derecho de Roma. De esta forma, transfería al hombre de la arbitrariedad al fundamento de la realidad, de la violencia al dictamen de la razón y del individualismo anárquico a la claridad del derecho, que afirman al débil frente al poderoso y otorgan a cada prójimo la misma porción de verdad, aun cuando no tenga la misma parcela de poder.
Diego pertenece a una generación que está entre dos tiempos, uno que está para terminar y al que nunca se sintió atado; y por otro, el tiempo que vendrá, lo cual le sitúa en un espacio vacío, espacio libre por causa de la pregunta sobre Dios. Los tiempos se han separado el uno del otro y ahora el espacio está en silencio, silencio que tu poesía convierte en eco y palabra que es como sonido cercano de la inmensidad de Dios.

Estas son algunas sugerencias al hilo de la lectura de la obra poética de D. Diego Sabiote… en sus publicaciones, coherencia y razón son como el hilo conductor de su vida que, sin renunciar a la fe, se sitúa con sencillez y libertad en el “Atrio de los gentiles”, para entrar en animada conversación con todo hombre y mujer que se pregunten por sí mismo y por los otros mirando al más acá y al más allá. Muchas gracias.
Pérez López, Segundo
Pérez López, Segundo


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