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Especie en extinción: El piropeador

martes, 28 de febrero de 2012
"Me pregunto por qué la vida es tan bella, ahora ya lo sé: porqué tú estás en ella."

¿Te sube el ánimo que alguien te grite: ¡¡Cachonda!!?. Piropear por la calle en tiempos, era territorio de los albañiles, camioneros, gasolineros y luego los carniceros, pescaderos, repartidores y muchos otros profesionales al ver una hembra pasar al lado se le decía eso de: “¡guaaaapa!”, estos currantes no tenían preferencias ni miramientos a la hora de ofrecer cumplidos, piropeaban cualquier cosa con formas femeninas, machos jóvenes, adultos o viejos verdes cada 5 minutos daban cumplidos a quién pasara por su lado.

Pero el piropeador por excelencia es el “obrero” con ese look inigualable, sin camiseta, barriga cervecera y botellín en mano, pitillo en oreja y palillo en boca, el sector de la construcción era el poseedor del difícil oficio del saber conquistar a pie de calle, hoy en día se cuentan con los dedos de una mano aquellos que desempeñan de forma orgullosa el papel de dar cumplidos a diestro y siniestro y poder honrar a los de su especie continuando el legado del verdadero macho nacional. Ya no quedan trovadores que le hablen al amor al compas del caminar de una mujer, ese carroñero callejero que verbalmente a modo de poema valore los atributos femeninos, el piropeador ¡está en peligro de extinción!.

La Bella y la Bestia

En las fantasías de muchas maduras esta aquel “currante” de la hora del bocadillo anuncio de la Coca-Cola de los 90, ese tío con cuerpo esculpido por actividades de la construcción, “mazizorro perdido” debido al lanzamiento de escombros de cargar ladrillos en la obra. Si fueran así los obreros, no hacía falta que abrieran la boca, las mujeres se instalarían delante de ellos para piropearlos a todas horas. El verdadero trabajador de sol a sombra de vez en cuando se da una alegría por la presencia estimulante de alguna dama que pasea sinuosa, como si de un héroe se tratara o una bestia dominara a la bella, lo que pudiera salir de esa boca tan primitiva podía convertirse en pura poesía. Galantería y ordinariez iban de la mano siempre con un veredicto muy gratificante por parte de la que recibía el piropo aunque él fuera como Cuasimodo de agraciado.

Debajo del andamio

El piropeador era típico tanto en urbe como aldea, y los había hasta profesionales de tal arte. Hoy en día claro, hay mucho emigrante en el oficio y la mezcla cultural es más enriquecedora entre los peones de la construcción que le da acentos diferentes a las rimas que se puedan soltar por la boca. Las que van de defensoras del género femenino, pondrían hasta multas, querellas criminales o ordenes de alejamiento a estos varones por tan solo expresar su admiración por la belleza femenina. Pasar horas trabajando y estar al tanto de quién pueda pasar por delante, aparte de dedicarle un recital de cumplidos es un arte ancestral que no se aprende en el colegio ni pasa de padres a hijos, es una habilidad verbal que se desarrolla en personalidades con la libido alta y una sexualidad candente.

El grosero acosador “piropeitor”

Frases dichas con elegancia que cuadren con los portes de la destinataria hacen gracia pero también los hay muy groseros aún así del dicho al acoso, a veces hay un pequeño trecho, algunos les va eso de perseguir verbalmente durante pasos dando un recital que en ocasiones está lleno de guarradas; “¡te comía toda a cucharadas!”, y ahí lo que le sobra al varón en cuestión es lengua. ¿Cómo pueden existir personajes sueltos capaces de decir tales burradas?, ¿habrá alguna hembra que los “ature”?.
 
Típicos dichos

En las mentes de muchas están frases como: “Si tu eres coca cola y yo un hielito, ¡no me toques que me derrito!”. “Las flores al verte, celosas están, no comprenden como una de ellas, caminando va”. “Si tu cuerpo fuera cárcel y tus brazos cadenas... qué bonito sitio para cumplir mi condena”. “¡Tantas curvas y yo sin frenos!”. “Si la luna es bonita más bonito es el sol, pero una mirada tuya no tiene comparación”. “Bienaventurados los borrachos, porque ellos te verán dos veces”. “Morena, ¿necesitas señalización? ¡Con tantas curvas uno se mata!”. “¡Madre mía! Niña; tanta carne y yo en cuaresma”.
Castro Liz, Ana
Castro Liz, Ana


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