Nostalgia en Sargadelos

Cielo plomizo. Como los que pinta mi amigo Aventado, el gran pintor hiper realista Xoán Guerreiro. Llego a la parroquia de Santiago de Sargadelos, una de aquellas que junto a otras cinco, conformaron el Concello de San Ciprián-puerto de las Reales fábricas de Sargadelos- entre 1835 y 1840.

Me acerco al auditorio de la industria que crearon Isaac Díaz Pardo y Luís Seoane. En sus tablones de anuncios dos papeles descoloridos permanecen y aun se pueden leer en estos primeros días del nuevo 2012. Un cartel con foto de Isaac Díaz Pardo que anuncia un libro “O Contencioso de Sargadelos” de Xosé Manuel del Caño. En otro escaparate, un artículo titulado: “Cerámica y algo más” de Javier Guitián, de hace exactamente dos años (8 de enero del 2010) que termina diciendo.

“Cuando el próximo lunes Díaz Pardo entre en la asamblea de accionistas, todos, independientemente de su posición, deberían ponerse de pie como señal de respeto a quien ha aportado a este país más de lo que muchos de ellos jamás alcanzarán a comprender. No les hablo de acciones ni de resoluciones judiciales, les hablo, sencillamente, de respeto. Porque si hay algo que nunca imaginé, y que me resulta nauseabundo, es verle convertido en pieza de caza en vez de en figura de cerámica”.

Entro en la factoría y me detengo ante el mural que el gran amigo de Isaac, Seoane, le dedicó al ilustrado Ibáñez. Me vienen a la cabeza los contenidos de la exposición “cen por cen Seoane”, dónde se les ve juntos. Aquella experiencia en Buenos Aires de cerámica en Magdalena allá por 1957 dónde aparece la idea de recuperar Sargadelos.

Sigo mi paseo nostálgico del gallego que se siente huérfano en sus recuerdos por sus mentores. En el otoño despedimos a mi maestro Don Francisco Rivera Casás. En el invierno a Isaac Díaz Pardo. Ambos habían sido homenajeados por el Concello de Cervo como ilustres hijos en el mismo año. Ambos eran nuestro orgullo y la referencia del patrimonio histórico y cultural del siglo XX desde A Mariña para el resto de Galicia.

Mí querido amigo, Sito Otero Regal, reciente Premio Nacional de Artesanía, tuvo la feliz idea de proponer a Isaac como premio Ardelle o Eixo en su primera edición, además de recordarnos continuamente la inmensidad de su obra. Algo parecido, y así lo expresó personalmente el día del último homenaje en Cervo, y antes de fotografiarnos conjuntamente con él y su esposa, mi otro gran amigo, el historiador y cronista oficial de A Vila, Carlos Nuevo Cal. Ambas personalidades de la cultura, saben estar siempre a la altura del momento y apreciar en vida, lo que vale el ser humano que otros se permiten faltar al respeto.

Y es que el respeto al que hacía mención viene de lejos. Hay un artículo de Javier Farias en El Correo Literario del 11 de Noviembre de 1943, que se titula “Hoy como ayer”, en el que me suelo inspirar. “Sensible, demasiado sensible; despierto, demasiado despierto; agudo, demasiado agudo; culto, demasiado culto, murió Fígaro del mal de sí mismo, el más insólito, al par que el único incurable en un país dónde se considera como un pecado el ser “demasiado listo”. Estaba recordando la muerte del inefable Mariano Larra “Fígaro” al que, a su vez había dedicado un magnífico poema José Zorrilla, y que le había sorprendido con un extraordinario artículo el día de difuntos de 1836, que terminaba diciendo ¡Aquí yace la esperanza!.

Esperemos que la muerte de Isaac Díaz Pardo no suponga el final de la esperanza para aquellos que disfrutamos de su obra y la de Luis Seoane en Sargadelos, pues sin duda alguna, no se trata sólo de loza o porcelana, ha sido durante muchos años un símbolo de Galicia, y ahora que tengo el honor de ser médico en Cervo, el trabajo de familias en el Valle por el que discurre el río Rúa, camino de la hermosa ensenada y playa de Rueta.