A veces se cumplen los sueños y este es uno de ellos, ver a mi hija caminar con los dos pies posados en el suelo, al fin. Su enfermedad de Perthes se lo había impedido la casi totalidad de sus once años, pero su esfuerzo, constancia y tenacidad lo hicieron posible.
Doy gracias a Dios y a la medicina por su ayuda, pero el gran instrumento de su logro es su sonrisa, es la sonrisa de la vida, de la alegría. Su sonrisa es tan cautivadora que me ha permitido describir su victoria y, escribir con el alma su ser.
Soy muy afortunado porque eres mi hija, una hija de ensueño y fantasía, nacida para alegrar al mundo y hacernos disfrutar de el.
Pero me dejas aturdido, porque sería un crimen de lesa realidad que sufrieras expolios y latrocinios, cuando has nacido para sonreír y para dulcificar la disparada maquinaria de la habladuría popular.
Tu nacimiento ha festoneado nuestra vida, evitando embadurnarnos en el escándalo ajeno.
Has nacido para no desarrancarte de la condición humana.
Has nacido para sonreír y mitigar los sufrimientos tanto propios como ajenos.
Has nacido para amar a todos sin posibilidad de exclusión, sin posibilidad de abdicar.
Has nacido por ser la hija de la tierra y la humanidad.
Has nacido para embelesar a la gente, mitigando su dolor, eres una sonrisa social, que no te está permitido perder.
Eres mi hija.
