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Banderas y sensatez

jueves, 08 de septiembre de 2011
Soy muy poco partidario de los símbolos, ya sean banderas, himnos, pegatinas o cualquier otro-quien me hay visto con un chubasquero con el escudo del Barça debe comprender que es una broma vacilona y nada más-porque al amparo de banderas, crucifijos, medias lunas, privilegios étnicos…se han cometido verdaderas tropelías de las que la Historia es testigo.

En la memoria colectiva está todavía la foto de un asesino bajo palio. Estas cosas me enseñaron a separar la paja del grano y a desconfiar de los símbolos y fiarme más de la actitud de las personas. Los amores, debiéramos saberlo, pertenecen al corazón y cada uno quiere con mayor o menor intensidad en la medida que lucha y trabaja con honestidad por las causas. Los símbolos son sólo imágenes de aquello que se puede o no amar, pero ya que existen, deben respetarse, y con ellos a las gentes que representan.

Viene esto colación porque, una vez más, y ya son bastantes, he vivido en Viveiro espectáculo desagradable. Estoy hablando del izado de banderas con motivo de las fiestas patronales. Algunos miembros de la Corporación imponen su criterio de no interpretar el himno nacional y unos cobardemente se pliegan, otros dan plantón colocándose en la calle, y otros terceros también se colocan en la calle, pero en lugar diferente. Un bochornoso espectáculo de desunión que habla mal de la actual Corporación.

Lo primero que debiera saber un ciudadano cuando se presenta a las elecciones es que, ya que se ofrece para servir al pueblo, cuáles son sus inquietudes, las del pueblo, no la suyas propias que pueden ser muy respetables, pero no mayoritarias. Que tres o cuatro individuos impongan su voluntad a toda una Corporación denota que mandan los acuerdos entre partidos, aunque esto suponga a uno tragar con una actitud con la que se puede estar en desacuerdo. No hay nada más nefasto que la disciplina de partido. Como tampoco merece mucha consideración una corporación formada con listas cerradas. Se acepta porque no queda otra, pero con listas abiertas quizá esto no hubiese pasado.

Las dictaduras, vengan de donde vengan, son dictaduras y de ellas ya sabemos bastante.

Guste o no a los radicales, en los pueblos la gente es normal, sensata, equilibrada, ecuánime…y le disgusta que en unos días en que está disfrutando de sus fiestas aparezcan estos agravios a los que se sienten representados por el himno nacional, y si malo fue que el himno gallego estuviese proscrito durante tanto tiempo,-algunos debieran saber quienes fuimos de los primeros en recuperarlo para la memoria colectiva-malo es ahora la postura opuesta. El himno nacional es de España y todavía la autodeterminación, que propugnan algunos, no ha llegado; “ergo”…

Ese desaire con los que en Viveiro se sienten españoles, con los veraneantes de otras zonas de España, incluso con los extranjeros que reconocen el himno, es un signo inequívoco de mala educación. A Galicia hay muchísimas formas de defenderla, de luchar por su dignificación, de quererla. Y eso es lo que hay que hacer con clase, con elegancia… Posturas intransigentes, ver brujas –no hablo de la de los cabezudos- es hoy un trasnochado nacionalismo que, como decía Felipe González, no nos lleva a ninguna parte. Curiosamente, y yo estuve en la Plaza en aquel momento, la única persona de la Corporación a la que ví cantando el himno gallego estaba en la calle y representa a un partido al que los nacionalistas llaman españolista.

¿Acaso no nos sentíamos menospreciados los que exigimos el mismo trato para Galicia cuando no se interpretaba el himno gallego? Memoria,hermanos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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