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Decoradores del aire

martes, 23 de agosto de 2011
A aquel Champelo, que murió estos días,
cuando parecía que la vida le empezaba a sonreír,
y en el que había depositado tanta esperanza.


Llamo decoradores del aire a aquellos colegas que colaboran con los periódicos y escriben artículos cargados de metáforas, sinécdoques o cualquier otro artificio literario y que resultan muy bonitos en la forma, pero que dejan en el lector una sensación bastante grande de sentirse imbéciles. Evidentemente, las citas, la erudición y el adorno son las florituras con las que tratan de entretener al personal cuando no hay nada que decir, o mejor dicho, no se quiere decir nada. Son personas que se creen inteligentes, ingeniosas y de amplia cultura. Además, como suelen agruparse en camarillas, se defienden y aplauden mutuamente y descalifican todo lo ajeno tratándolo de vulgar, inculto, etc. Son los críticos literarios que leen en la radio las contraportadas de los libros para “vender” una imagen de cultura que, dadas sus múltiples obligaciones, no les queda tiempo para adquirir. Y tratan de vendérnoslas, entre chopito y chopito, como si los lectores no nos percatáramos de que su cuadro, con tanto colorido, está vacío.

Para mí, no hay buenos o malos escritores: hay mujeres y hombres que escriben cosas y que tienen o no un compromiso con la vida. Yo admiro al valiente, al que difiere de mi pensamiento político, religioso o de cualquier otro campo y se mantiene en una línea acorde con su pensamiento. La coherencia es su mejor carta de presentación. No me gustan aquellos que no se implican, aquellos que están de vuelta de todo sin haberse movido jamás. Acepto el cansancio de quien se movió, pero no el del indolente, el del que no se pringa. Doy las gracias a quien toma responsabilidades cívicas, sean de la índole que sean, y trabajan por el bien común, y siento pena por aquellos que sólo desprecian el trabajo ajeno. Y lo dice quien trata de realizar una crítica constructiva.

Recuerdo como en una ocasión una persona, a la que considero inteligente y culta, aceptó el embolado de presentar un libro desfasado por su contenido y, ante lo poco que pudo extraer de su lectura y relectura, hizo un ejercicio de decoración de media hora que resultó muy aplaudido por un público de amigos poco exigente.

Es lo que se llama oficio: Me enrollo, quedo bien y no digo nada, que es el mejor favor que puede hacer al editor. Decorador del aire y de lo que haga falta.

Después están los estudiosos de este o aquel tema y que utilizan cualquier palestra; los pelotilleros, que aplauden a efusivamente a personajes mediocres; los meritorios, que quieren hacerse ver y que necesitan el aplauso para pavonearse y aumentar su ego; los que no se vacían con sus escritos, sino que sólo dan con cuentagotas sus inquietudes…

Se quejaba un viejo vivariense, residente en Barcelona, de que en el periódico se usa el seudónimo para decir cosas y yo le respondí que era necesario, por aquello de pueblo pequeño, infierno grande En una ocasión alguien, que había firmado un artículo sobre el abuso consentido por el Ayuntamiento con el ruido de los pubs, se encontró con que su coche tenía las cuatro ruedas pinchadas. Ganancia de la valentía. Los pubs, al día de hoy, todavía siguen incumpliendo el horario y la gente se queja, pero no se moviliza y, aunque se denuncie como hacen algunos a titulo individual en las oficinas municipales, no se toman las medidas necesarias para que los ciudadanos, a los que tanto se pelotea para conseguir su voto, puedan descansar. Y a los pubs no les pasa nada, porque nadie toma medidas se llame Aja o Roel. Ah, y .por favor, no se dejen engatusar por la demagogia barata de que se hunde la industria del ocio y otras lindezas. Lo que se hunden son las arcas municipales reponiendo las papeleras y contenedores que se queman a las horas de los vándalos, que no tiene nada que ver con la movida. (me río mucho todos los años cuando leo en la prensa eso de que se reúne para coordinar la Junta de seguridad. ¿A quien se le ocurre que los secretas puedan estar a esa horas controlando?). ¿Ven, señores decoradores del aire, como hay cosas que decir? Lo que hace falta ya lo saben ustedes: aparquen el pincel de la comodidad e implíquense en la vida del pueblo al que tanto dicen querer. Seguro que sus pinceles se llenan de vida y sus cuadros de arte.
A mí me quedan muchos colores en la paleta.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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