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El Colgajo de Shanghai

martes, 09 de abril de 2002
Parece el título de una novela del género negro, de aquellas cuyas versiones cinematográficas protagonizara Bogart. Pero, no. Un ilustre especialista invitado a un reciente programa de televisión, explicaba así -ante las cámaras-, como se confecciona un Colgajo de Shangai: "Se coge una porción de carne magra del antebrazo y con ella se modela un rollito-primavera, teniendo buen cuidado -eso sí- de dejar un conducto interior hueco, por donde mear". Si, ya sé que parece una receta de cocina china, pero nada más lejos; se trata de un novísimo procedimiento quirúrgico empleado para la reconstrucción, ampliación, o mejora de un pene. Como lo oyen.

Y es que la ciencia avanza que es una barbaridad y ya va siendo hora de que nos pongamos al día. Está visto que en cuestiones de sexología todos tenemos mucho que aprender, especialmente los hombres, que durante siglos nos hemos dormido en los laureles, en opinión de la mayoría de las mujeres, que son la parte perjudicada, según todos los indicios.

Un viejo dicho popular asegura que “hasta los tontos saben hacerlo”. Mentira podrida, ya que a la luz de las declaraciones efectuadas por las damas presentes en el programa, habrá que sustituir esta tópica y prepotente frase por esta otra: “Ni los listos saben hacerlo”. Efectivamente; según las últimas encuestas la inmensa mayoría de las mujeres sufren de insatisfacción sexual. Y eso duele, ya que los culpables de esta situación somos nosotros, los hombres, por no saber lo que teníamos que saber. Y lo que no sabíamos es que la mujer, sexualmente hablando, funciona de manera diferente al varón. No sólo en tiempo y ritmo, sino también en la localización de puntos erógenos. Lo cual abochorna.

Pero, ¿será nuestra toda la culpa? En un coloquio anterior, uno de los contertulios preguntó a varias señoras (todas ellas con veinte o treinta años de práctica matrimonial) si sabían dónde estaba el clítoris, a lo que respondieron que no tenían ni idea. Lo cual nos lleva a formular esta otra pregunta: ¿si ellas no conocen su propio cuerpo serrano, cómo vamos a conocerlo nosotros, que al fin y al cabo carecemos de tan recóndito adminículo?

Por otra parte, después de tantos años que llevan convenciéndonos de la igualdad del hombre y la mujer, ¿cómo íbamos a sospechar, a estas alturas, que éramos tan diferentes en el aspecto sexual? Yo creo que ellas también tienen algo de culpa por no orientarnos y asesorarnos convenientemente, que nadie nace aprendido, caramba. Si la Almeida, en lugar de comernos el tarro todos los días con eso de la igualdad y la equiparación, nos hubiera explicado con el mismo ímpetu y persistencia cómo teníamos que hacerlo, seguramente que el problema de la insatisfacción femenina estaba ya resuelto.

También nosotros tenemos nuestros problemas y nuestros complejos en estas lides, y no nos parece el mejor modo de ayudarnos el que ahora se nos diga -como se nos dijo en tan didáctico programa- que existen varones poseedores de un “Colgajo de Shanghai” que mide veintisiete centímetros de longitud, en estado de reposo… Así no hay manera de que uno levante cabeza, moralmente hablando.

De todo ello se deduce que es necesaria una mayor colaboración, una mejor comunicación entre las partes interesadas. Y que en lugar de tanta crítica destructiva y tantas indirectas, nos expliquen de una vez qué es lo que quieren de nosotros y qué teclas debemos tocar para llegar a interpretar, al unísono y en perfecta armonía, esa difícil melodía de amor, cuya partitura fue compuesta para dos instrumentos tan deliciosamente diferentes como son el hombre y la mujer. Un dúo difícil, pero no imposible. A ver si así llegamos de una vez al fondo de la cuestión, como todos deseamos. Que voluntad no nos falta. Amén.
Sánchez Folgueira, Gonzalo
Sánchez Folgueira, Gonzalo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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