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Arte y derechos humanos

viernes, 09 de marzo de 2001
Sebastiâo Salgado es, sin duda, uno de los grandes maestros de la fotografía en su género. Imposible encontrar un ejemplo mejor para demostrar cuán equivocados están aquellos que opinan que la fotografía de reportaje es un género menor en el quehacer artístico de la imagen. Sus obras constituyen una insuperable lección de composición, demostrando –una vez más – su maestría para situar al espectador ante aquella realidad en la que él se siente inmerso.

Despreciando cualquier recurso efectista, sin recurrir a ninguna manipulación técnica gratuita (que en muchas ocasiones no es más que ostentación de un virtuosismo que convierte la obra en mero espectáculo), Sebastiâo es capaz de emocionarnos ante las durísimas condiciones de vida que sufren millones de seres humanos en el final de este hipócrita fin de siglo. Hipócrita porque, a la hora de la verdad, son las grandes potencias las últimas en llegar a los lugares donde se produce la tragedia, cuando son las responsables de las políticas económicas que las propician. Las organizaciones que se ocupan de cuantificar la marginación y la pobreza en esta especie de esférica leonera en que se ha convertido nuestro planeta, acaban de hacer públicos diversos estudios que demuestran lo que ya sabíamos: que el hambre y la injusticia avanzan por el mundo a una velocidad mucho mayor que la ciencia y la tecnología. Aunque eso sí: la economía crece. Quizás por eso Sebastiâo Salgado, que ahora tiene cincuenta años y ya no se emociona con viejas películas coloreadas, hace tiempo que abandonó la Economía Pura para dedicarse a la Economía Moral. Con esa dificilísima sencillez que sólo tienen los grandes, sus fotografías nos colocan directamente ante el drama de hombres, mujeres y niños que, desde la resignación o la desesperación, son el incuestionable testimonio de una situación absolutamente intolerable, ética y estéticamente considerada. Su obra es la expresión genuina de un artista comprometido en la lucha por la dignidad humana.

Siro López, palentino y salesiano, con idénticos planteamientos éticos, nos ofrece una muestra mucho más variopinta. Utiliza diversos materiales de desecho; excrecencias de esta insolidaria sociedad de consumo, en la que el hombre recibe el mismo trato que una mercancía cualquiera (usar y tirar), sometido a la suprema ley de la oferta y la demanda. Quizás por eso, Siro, sobre fragmentos de carrocerías de automóviles, colchones viejos, envases y embalajes, construye todo un mundo de imágenes que fustigan nuestra conciencia, en un tiempo en el que los valores humanos –curiosamente – son los únicos que no cotizan en la bolsa de valores. Sus obras, ejecutadas con técnicas muy diversas (lápiz, acrílicos, óleo), parten de un minucioso y cuidado dibujo, cuyo realismo –quizás – no necesitaría ningún envoltorio literario y conceptual para llegar al espectador tan netamente como llega. Porque nada hay menos literario que los ojos de un niño que te miran con el vientre hinchado por el hambre y la miseria.
Sánchez Folgueira, Gonzalo
Sánchez Folgueira, Gonzalo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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