Las migraciones y los hijos
Iglesias Osorio, Pilar - lunes, 25 de abril de 2011
Nacidos en los países de adopción, con más lazos con estos que con el país de origen de sus progenitores y divididos entre dos culturas, confusos y a menudo resentidos, los hijos de los extranjeros constituirán un problema social si no se les presta la atención necesaria.
En los días impetuosos y optimistas de la década de los 80, la España entusiasta de la transición atrajo a una masiva cantidad de trabajadores extranjeros, principalmente del Magreb, pero nos hemos olvidado de que toda transición tiene una doble vertiente, y más ahora cuando el paro en España supera el 20%.
En este momento que aquel esplendor económico ficticio ha dejado de serlo, esa segunda vertiente se está poniendo de manifiesto en una forma que nadie había esperado: los hijos.
Los padres de estos chicos son trabajadores no cualificados pero son disciplinados y dóciles, y están contentos de que les proporcionen un empleo, cualquier empleo.
Estos muchachos representan el mayor y también el más difícil problema social con que se enfrenta España y al que ya se está enfrentando el resto de Europa.
El problema va creciendo y aún cuando se ha puesto coto a la inmigración con la reunificación familiar de los hijos de estos trabajadores, por el simple hecho de ser distintos, de tener acento extranjero y sentirse divididos entre culturas, a veces conflictivas, influye enormemente en la vida del niño, pues contribuye a socavar su identidad llegando muchas veces a la conclusión de que pertenece por nacimiento a una clase inferior.
El problema social merece mención aparte, ya que el espectro del paro se abate sobre estos chicos y sus familias, agravado en ellos por ser emigrantes que temen pedir el seguro de desempleo para su subsistencia debido a que su incapacidad para mantenerse podría constituir una base legal para la temida deportación, prefiriendo optar por el trabajo clandestino y hasta delinquir antes de retornar a una pobreza que habían creído abandonada para siempre.
Y cuando de trabajadores musulmanes se trata, el problema es más grave sobre todo en lo concerniente a la mujer, pues al proceder de medios campesinos hondamente religiosos en los que el padre es un patriarca absolutista, esperan que las hijas sean austeras y castas.
El choque de estas culturas con las europeas, al verse inmerso en una sociedad tolerante y con muchas tentaciones materialistas y siempre temerosos por la virtud de sus hijas, este campesino transformado en obrero industrial reacciona muchas veces con gran severidad, haciendo que estas jóvenes tengan que recurrir a dos personalidades: una con la familia y otra fuera de su casa, convirtiéndose en un vacío generacional entre padres e hijos, sobre todo en la pubertad, creando entre ambos un abismo muchas veces insalvable.

Iglesias Osorio, Pilar
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