La vida es un arco iris

Cuando nacemos, aún no hay color. Sólo nuestros hijos, al nacer, su piel es de color rosa. Cuando llegamos a los diez años, tenemos varios tonos, sin ser claros cuando éramos jóvenes, es color rojo, la vivacidad, el anhelo por convertirse en adultos. En esta etapa hay un cruce de caminos: unos son grises, otros verdes de esperanza, la paz, cierta desesperación, azules, otros amarillos, el dolor por la pérdida de un ser querido, por no tener en su lugar corazón.

Cuando se alcanza una edad mediana, casi no tienen color; estamos tan ocupados en salvar el matrimonio, ayudar a los niños de la reglas de la casa, tratar de ser mejores en el trabajo, prestando atención a los mayores, y olvidar que a mitad de camino que no sabemos si tenemos tiempo para lograr lo que deseamos. Y es la etapa en la que tenemos todos los colores del arco iris iris. La mezcla de los sentimientos de angustia e impotencia de las lágrimas de rabia. Cuando se trata de la tercera edad ya no hay lágrimas, ni color, ni esperanza, ni tiempo, sólo queda la idea de que en nuestra pequeña vida no tiene arco iris.

Sólo la niebla gris que nos envuelve en falsa esperanza de que todavía podemos llegar a un momento de felicidad duradera con pequeñas cosas que nunca dejan el amor que tuvimos. Si tienes un sueño procura vivir en la realidad, porque la vida, pasa muy rápida…

Lo que nunca deja de existir es el arco iris; pero, sólo con el color de la esperanza, la alegría, la felicidad y el amor.