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La muerte viste fular rosa

jueves, 15 de abril de 2010
La niña de la estación tiene un padre en la autovía
Y sueña con las máquinas de vapor estranguladas en las montañas del este.
En esos desfiladeros que ahogan maquinistas
Apretados en un sargento de metal con trinquete de seda.
Sueña con gorras bordadas con hilos de plata de la compañía
El traje azul marino del revisor.
Con picar la luna atravesarla con las agujas de la vía muerta
Comer naranjas en los pantalones de pana del jefe de estación.
Y suda nieve entre las sábanas porque está desnuda
Y tiene en las manos un duende
Que dejó el farol de aplique encima de la mesa de noche.
Naranjas peladas con azúcar en polvo
La trenca abandonada en la isla de un pezón forrado en gules
Por la caída antena
Sobre la caseta de resina donde se esconde el perro que teme a la luna
Como teme a la sierra circular que le partió el rabo.
La niña come la cal de las paredes en la entrada de los andenes
Araña con sus uñas el verdillo de los furgones de cola
Escribe su nombre a cúter en el viento del norte que revuelve los plásticos
Y saca los calcetines malvas que echa a las ferrovías.
Luego pasea por los caminos de hierro como Tom Sawyer
Y llama al caballo pinto de Pippi Calzaslargas.
La mujer del fular rosa la de los ojos azules
La visitó un día venía de Manhatan
Recitaba pallida mors con gasas transparentes
Un abrigo levita pantalón a juego.
Ella la recibió con flores estampadas y un top
Mientras el perro en la caseta de resina porque teme a la luna se escondía.
Pero no venía por ella
Su cirio encendido
Aún no servía de trampa a los insectos de plomo.
Quiso a su madre le dio un beso y la llevó
Allá donde los caminos de hierro terminan entre tojos
Que nunca dieron flor
Entre retamas del valle de Josafat
Y barcos partidos contra icebergs.
La niña de la estación pide un helado de fresa
Cuenta la vuelta
Y sueña con las máquinas de vapor estranguladas por los montes
Donde nace el sol un día y otro día.


LA LUNA AZUL
Un contador de horas en la estación
Por las aristas y el bisel de un espacio
De estudiantes que leen los asesinatos en el Orient Express
Mientras el alba invoca verdes barcos partidos
De su tronco de tierra en el camino de los límites.
Mujeres que corren con una fatiga de infancias con rocío
Golpean la mañana hecha un menguante
Y las máquinas repasan los últimos detalles en los caminos de hierro
Hasta que ceden al movimiento del acero contra el humo.
La tierra oprimida por las vigas
La hierba naciendo en los giros de marcha del maquinista
Pasos a nivel con tablas de números colores
En la estación de las lunas de whisky bosques negros de lilas.
Con gorra oscura con placa de magnesio
El jefe de la estación deshila los cabos de la carrocería
De un esqueleto de delfín que destrona las cañas
Goleta de avisos por el canellón
Cantos rodados de un arroyo de tritones en fuga.
Llega un barullo de taxis
Golpeando la noche coronando los cielos en los cantones
Y en un pub recitan versos de Valente.
Cabellos de querubes sueltan aviones en el aeropuerto
Que sorprenden el teatro de arena de luz y de las aves.
Las gitanas venden chicles de menta y conjuros
A las chicas con mochilas de marca y libros de autoescuela.
Pienso en como era yo
Un tipo con la mirada entre los hierros y las trampas de una vía
Aguardando en el andén la cremallera en llamas de los muelles en las brumas
Herido por las sirenas de la rula donde los vagones baten sus pulmones de talco.
Pensaba en el agua golpeando malecones de estúpidas farolas asesinas de amantes
Que descifraban su misma luz con una poza de nieve.
Pequeños puentes de medio arco
Precisaban su tren metralleta sin balas y con rostros
Siempre esperando el tacto de los teléfonos de baquelita y musgo
Un golpe de suerte el fulgor de las arenas tras un sueño pirata
Prisionero de los paños y de labios de higo y de pavía
Del gas de la lucha de los cuervos con el viento.
La ciudad es la mitad de mí que hoy ríe y mañana llora
Los días tristes en su alegría se disuelven
Mis días alegres contemplando la ruina calman su ímpetu
Con el peso de los nombres y las sombras el ruido de las cejas.
Sientes que puedes llamarle tu casa cuando partes
Regresas a tu isla a veces sin moverte ni tomar respiro
Para ver una torre negra una bola nevada
El rocío ese frío que sigue por los huesos
Cuando ya marchan todos y el cuarto queda
Arrasado de demandas.
En una bola de cristal coge la ciudad
La unión de calles que andas y desandas
Buses llevando nombres que fijan la presencia
Flores iluminando forjados balcones.
Los amantes no hacen caso de los falsos poetas ni de honrados hombres
Tampoco el sol es capaz de penetrar mi casa
Sus anchas contras que abro para el día
Un jardín una montaña envuelta por la niebla.
Un puñal de sal salido de la negra tierra
O esa espuma de mar y chantilly
Pueden formar un cuerpo
Sorprendido por canciones
En el bosque de eucaliptos quebrado por las aguas
Que en la noche se agitan.
Y al día siguiente en el embalse seco
De nuevo se repite aquel viejo pecado
Aquel verso perdido.
Bajo la ciudad viven aún enterradas corrientes que fluyen
Al centro de la tierra
Y voces de otro tiempo leyendas y batallas.
Las aguas ablandan el lino mueven muelas
Baten la lana de las ovejas
Inundan lavaderos
Riegan paraísos limpian losas
En las torres inundadas.
Tocas las aguas mansas por la noche y nace una luz con escalofrío.
Unos ojos rotos por un mar que no fue.
En aquellos ojos nunca tristes nunca solos
están los campos verdes saciados por el río.
Juntando las piedras negras de los rodicios
Abiertos por miles de viradas.
Había molinos de mano en los castros y un agujero en la albera
Para los corazones de las ninfas arrancados por el fuego.
Un cuchillo de tul corta los ojos
Y llegará un año más el tiempo de las cerezas
Ebrios de vino falseados por la carne.
Y llegará
La segunda luna llena dentro de un mismo mes
La luna azul
Mientras se acerca Venus.
Lema, Rafael
Lema, Rafael


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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