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Todos hemos asesinado a Cristina Martín de la Sierra

Mourille Feijoo, Enrique - jueves, 08 de abril de 2010
Ya se está cansando uno del reiterativo y puntual “porqué” que nos sale estúpidamente a todos ante hechos tan eso como el asesinato de la niña Cristina Martín de la Sierra. El rosario de muerte de menores a manos de menores -o casi- ya tiene demasiadas cuentas rodeando la “última carta de la baraja” que es España y nos llevamos las manos llenas de polvo y pajas – sic - al corazón cada vez que sucede lo mismo, en lugar de llevárnoslas a la entrepierta y reventarnos las pelotas que no tenemos y extirparnos el asco que damos y que nos está cubriendo a todos. Y nada de ¡globalización!, porque aquí en nuestra querida tierra, que como ordenó la intención alfonsoguerrista ya no la “conoce ni la madre que la parió”, vamos sobrados y en la vanguardia despreciable de los países fabricantes de analgésicos morales y sobrepasamos el límite de lo tolerable e intolerable.

Todo se repite – disco rayado del candor sorprendido, que ya no lo es , cuando el rosarito de marras se balancea pendularmente sobre el necrogolio infantil y machacón de las verjas del cementerio de turno: “ en el cementerio padres, familiares, compañeros, amigos, vecinos y autoridades vivieron consternados las últimas y lógicas escenas de desesperación, entre preguntas en alta voz de por qué ha pasado este horrible caso con este fatal desenlace” . Pues, aquí, y en el caso anterior, y en el anterior y en el que venga, una cosa, por lo menos una cosa y una cuasa es evidente y fuera de toda duda, y me cago en lo políticamente correcto:
A Cristina Martín de la Sierra la mataron el Presidente del Gobierno, la Vicepresidenta I del Gobierno, el Vicepresidente II del Gobierno, la Viceprersidenta III del Gobierno, el Ministro de Justicia, el Ministro de Educación “y”, la Ministra de la Tontería Esa de Igualdad, la ministra a la que llamaban Trinidad, Todos los Ministros Juntos, el Poder Legistativo y su Artmética obsesiva, el Poder Judicial y su puto coqueteo ideológico, los medios de la Prensa, Radio y Televisión y su Santa Prostitución y encabronamiento doctrinario por mor de la pecunia y sumisa exclavitud oportunista a la línea editorial de quien invirtió sus cuartos donde no es ético sólo invertir y por usar megáfono y sordina en la misma corchea; la Santa diosa Internet del papá y de la mamá trabajadores del bienestar familiar; los padres y las madres, sin apenas distinción alguna; los curas cobardes y los obispos instalados; el Cuerpo General de Funcionarios Profesores del Estado y No Funcionarios Concertados o Privados Idem Profesores y Educadoresd; los Predicadores Civiles o Inciviles del Cambio y del Mundo Nuevo; el Clima de las Diferentes Regiones, los Estancos y Máquinas Expendedoras de Tabaco; la madre de la víctima, el padre de la víctima, los hermanos de la víctima, los amigos y amigas de la víctima. Y el padre del victimario/a, la madre del victimario/a , los hermanos del victimario/a, los amigos y compañeros/as del victimario/a. Y ustdes y yo. Y por último, la presunta.

Y cuando el Boletín Oficial del Estado desaparezca o se cambien los decretitos leyes que desarrollen e “implementen” – vaya palabrita – toda la mierda legal que sale aprobada en el Parlamentito nuestro de cada noche obscura de sus señorías, cuando todo esto se sustituya por las costumbres del sentido común, de la exigencia, del sacrificio, del pensarlo dos veces antes de hablar, de dar un par de hostias a la “libertad”de quien no es libre, entonces a lo mejor...

Todos la hemos matado, ustedes y yo también. Por lo que a mí respecta, por favor, tráiganme un revólver y me pegaré un tiro tan proto como acabe de escribir esto; por lo que a ustedes toca, cójanse una escopeta, tapien las ventanas de sus domicilios y conviértanlos en una "necesaria" Casa de Bernarda Alba hasta que, ustedes mismos y su carabina, salten por los aires todas las plumas del Avestruz Nacional y Doméstico y su cabeza se vaya al carajo de una puñetera vez.
Mourille Feijoo, Enrique
Mourille Feijoo, Enrique


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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