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Don Mariano Rajoy Brey y del PP

martes, 02 de febrero de 2010
Sin llegar al esperpento, este gran don Mariano de las barbas de escriba viejo testamentario tiene algún que otro perfil de personaje de Valle Inclán, uno y otro paisanos de la misma y primera circunsripción electoral de Pons Veteris. Feo, católico y sentimental, como el Marqués de Bradomín y como diría Rubén Darío hablando de don Ramón, altanero -o no-, esquivo, brillante, y frío... que siempre se nos “esfuma en radiosas visiones de poeta (...) y se me rompe en un fracaso de cristales”.

Cierto, don Mariano calza cresta roja en el hemiciclo pero no tiene huevos, evidentemente, para acomodar el stick final ni el corral de Génova: la gallina clueca de Doña Esperancita, siempre incubando y nunca poniendo; el Perro del Hortelano, que no come ni deja comer, del Sr. Alberto Ruiz; el meapilas de Camps, cuyos trajes bendiga Dios muchas veces, porque no hay por qué; y Doña María Dolores de Cospedal, la monaga, que cada vez que habla no la entiende ni la madre que la parió y que la acaba de cagar, una vez más, con lo de la candidatura al ATC del ayuntamiento de Yebra, aclarándonos a todos que el partido popular es una clara algarabía de disensiones y una contradicción práctica.

No obstante, en la caricatura de su presencia tiene don Mariano espolones de pelea, pero a veces sale de la gallera con la croca tan ensangretada como un can de palleiro apaleado por los vecinos, cansados de tanto ladrido en la cantinela inoportuna de la noche del lugar.

Es valleinclanesco también, como don Juan Manuel Montenegro, porque todavía hoy sigue profetizando que el presente y el futuro de la salvación política y social de los pobres y de las almas menesterosas sólo tendrá lugar “cuando los señores nos hagamos cristianos”. O sea, catolicismo equivocado o por lo menos difuso y con feudo en la Edad Media: inclinación sentimental más propia de un ingenuo falansterio de Fourier dieciochesco o de los atisbos de Proudon que de un cristiano viejo.

Con éstas, es de aconsejarle a don Mariano que se dé una vuelta rápida por los barrios de la esencia democrática para que discierna urgentemente lo elemental: que en política la coherencia es un grado y hay que mojarse el culo todos los días en el mismo río y con descaro. Con normalidad. Nadar y guardar la ropa no vende, no vale, no... No.

Yo no sé dónde habrá hecho la mili Don Mariano, pero seguro que sabe, y lo ignora, que gobernar o pretender gobernar es más cuestión de infantería que de artillería parlamentaria, de modo que es necesario añadir a la dinamita del texto el fulgor profético del programa, y en la administración echar por la borda el Prestige de la ideología cuanto antes. Y así...

Estamos en plena cuesta de enero y no les canso más. Sólo dejar constancia de los últimos vaticinios de los arúspices -hígado de gaviota en el rito-: lo más probable es que el anfibio de Compostela se nos muera el mismo día en que la coruja de la urna cante ju, ju, ru, jú y el sapo de don Manuel Curros Enriquez le acompañe, filósofo nocturno él, con un ¡crou, crou! de risa.
Mourille Feijoo, Enrique
Mourille Feijoo, Enrique


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