Viaje por tierras de Corrubedo
Mourille Feijoo, Enrique - lunes, 25 de enero de 2010
El trazo y la filigrana son de don José María Castroviejo: el amplio y ululante mar de Corrubedo, con el faro de ollar largasío, y largas manos de parpadeante luz en la noche... hirviente de espumas, cuya poderosa voz se ya desde bastantes kilómetros antes y contra cuyos cons se estrellan, mugiendo, las olas en inolvidable visión de restallo atlántico".
Hoy todo se divisa ya desde las estribaciones de la autovía del Barbanza en el Mirador da Cidade sobre las playas de Carreira.
Pero acerquémos hacia allí paseniño. Y lo haríamos con la reverencia y temblor del misterio que nos espera y en el aire del azote fuerte y lujurioso de lo insólito del paisaje y la geografía que nos sobrepasa... Y pasamos al lado de la laguna de Artes, donde permanece asulagada la que fuese ciudad de Valverde, en cuya existencia hacen muy bien en creer los lugareños de este noble lugar. Y aquí probaremos la manzana con olor a palabra sabia y franca que nos ofrece el amigo Fernando Bretal, marino en siete mares y esposo de la querida Blandina López, que se queda pensando en él siempre que se hace a la mar en el Esperanza del Mar, y de quien el viajero conoce muchos días y trabajos y detalles.
A la izquierda, las Dunas, donde en el seno de sus montes de arena sufre de amores una desgraciada princesa, que así lo recoge García Bayón, el escribidor de estos pagos. Hay noches en que poniendo la oreja en el suelo se escuchan los lamentos de amor de la mujer, algo así como un ruxerruxe de seda subterráneo. Nosotros también realizaremos el rito, e intentaremos desencantar a la princesa, saltando a los pasasdizos ocultos de la Ferreira, roca a un tiro de piedra de playa Ladeira donde por primer vez en su vida sintió miedo Don Juan Manuel de Monmtenegro, camino de Flavia-Longa.
Un poco más y una ráfaga de viento mareiro nos proporciona un momento de locura marabillosa y la fascinación de los placeres inmensos de los hijos de la mar. Otro paso y ya nos econtramos en plena tierra, o mar, de la centolla roja , la mejor del mundo. Dicen que todas las noches el dios Poseidón se la lleva al héroe Breagón, que en las cumbres rocosas del Pindo prepara así la nueva orgía de una apoteosis gallega de triunfos ignotos, pero inmenos... y necesarios. Pasaremos el pueblo de largo, desviándonos raudos por la calle de las Delicias, para evitar así el llanto por el horrendo espectáculo que ha aquí ha levantado la especulación inmobiliaria y, parece ser, el blanqueo de dinero de los cárteles de la droga del Barbanza de la otra banda. Y llegamos al Faro, donde nos espera don Fermín Bouza Brey con su nueva lírica medieval para la ocasión:
O faro de Corrubedo
Co seu ollar largasío
¡Ay, amor! Púxeme medo.
Sí. Desde ahora debemos cambiar nuestra melodía aunque mantengamos el mismo registro.
O pobo é branco coma unha pomba e fai unha impresión inesquecibre. Mais de noite impón moito, tan escurro e sempre con zoar do vento e o balbordo medoñento do mar... (Francisco Castro Lorenzo)
Otro viajero con cuaderno y lápiz: ...e cando o mar en Corrubedo ronca, choran as nais dos mozos mariñeiros; cheos de medo, escóndense os rapaces, e rezan os vellos... Y un anónimo poeta del pueblo: Virxe do Cabo, axúdade ós mariñeiros!/ que por esos baixos teñen moito medo. Y es aquí entonces que el trazo y la filigrana, el misterio de todo, la belleza, la actracción, la muerte... se hace por dentro sustrato y argumento de tragedia griega. La vida, contrapunto de sol y sombra, de éxito y fracaso, de trabajo y lecer, de ciencia y fe, de realidad y fantasía, de muerte y resurrección. Corrubedo, todavía descanso del trabajo y belleza virgen ya casi violada; Corrubedo, ¡ solpor de Corrubedo, sinfonía de colores, altar de Venus, presencia traidora de Moiras piratas en Balieiros.
Y es así, luego, que los lienzos y acuarelas de la anécdota de los días y atardeceres de este fiero y legendario rincón atlántico se nos hace categoría en la reflexión humana del turista avisado y de cualquier estoico marinero de la vida:
Mira el sol al aterdecer: rojo,
como si se vistiera de escarlata.
Desviste al norte y al sur,
cubre el oeste de púrpura.
Y la tierra, despojada,
busca refugio en las sombras de la noche y duerme.
Se oscurece luego el cielo, bajo un manto de arpillera,
doliente por la muerte de Yecutiel.
(Ibn Gabirol)
N. B. Con su permiso de ustedes dedico con noble afecto esta Opinión al matrimonio amigo Sandar Romero: ella, Teté, princesa enamorada y encantadora, de Corrubedo. El, Miguel, marinero en tierra, de muchas y muy seguras travesías. Avante toda!

Mourille Feijoo, Enrique