Como olvidarse del pasado y cometer nuevos errores
Dedicado a tantas compañeras y compañeros docentes de todas las islas Canarias
que forjaron un camino de respeto y cariño hacia el entorno inmediato y sus valores
patrimoniales en todos los ámbitos educativos, a través de la educación ambiental.
A todos los que continúan con tan maravillosa labor.
La razón de este artículo es muy simple, ante la escasez de memoria histórica de los gobiernos de Canarias en cuanto a la educación ambiental y su despreocupación a la hora de analizar y poner en valor un fructífero pasado, que no es tan viejo y que marcó toda una época en cuanto al trabajo en valores: culturales, medioambientales,

patrimoniales, identitarios en suma, en todas las etapas de la educación: Infantil, Primaria, Secundaria, Adultos y Universidad, trataré de aportar algo de luz y de paso hacerles ver que la originalidad es un rara cualidad que pocas veces va asociado a las prisas y a la improvisación.
Reconozco mi situación actual, un docente jubilado, antiguo miembro de un esforzado colectivo de educadores ambientales o medioambientales, como ustedes deseen nominarles. Conocí a cada uno de ellos y doy fe de la estima que les profeso tanto por la labor ejercida como por su entrega innegable.
Y sé, porque lo practico día a día, que la labor del educador es eterna, dura toda una vida y se mantiene enseñando. Es esa y no otra la razón de mi modesto intento de continuar haciéndolo bien a través de la divulgación y del conocimiento, bien mediante críticas, siempre constructivas -ésta es una de ellas-, dando además ejemplo en la praxis de la vida diaria. No sólo sirven las palabras.
Esto que ustedes están leyendo responde a una noticia en la Prensa de no hace mucho tiempo que me decepcionó. La decepción merece ser explicada pues el objetivo pretendido es bueno, pero el planteamiento es malo. Me decepcionó porque nuestra Comunidad autónoma no parte de cero en programas de Educación Ambiental. Me decepcionó porque hay una provechosa historia en E.A., no tan lejana y lo más razonable y menos imprudente hubiera sido consultar al menos las líneas directrices de esos proyectos, algunos tan excelentes que sirvieron de modelo para líneas de trabajo similares en el País Vasco, Cataluña o Andalucía, programas que fueron analizados, estudiados y valorados en otras Comunidades del Estado, con quienes manteníamos encuentros interautonómicos con carácter anual con el fin de favorecer la coordinación entre equipos de trabajo y dar a conocer estrategias y vanguardias en didáctica ambiental.
Claro que era un momento donde la Educación Ambiental gozaba de prestigio a nivel nacional y autonómico, donde las Consejerías de Educación, a través de sus Direcciones Generales, desarrollaban ambiciosos Programas de Innovación, siendo uno de los más desarrollados el de Educación Ambiental.
Cuando valoras y respetas otras perspectivas educativas, cuando la visión no se limita a un ámbito puramente localista -da igual que sea insular o autonómico-, sino que se enriquece con la mirada, control y exigencias de otras Comunidades, algunas con más tradición, con más historia en el campo de la educación ambiental (Pais Vasco y Cataluña por citar dos de ellas), los Proyectos que surgen ganan en coherencia, diversidad y calidad, se vuelven más transversales, más transformadores, no dejando olvidado ningún sector esencial en el desarrollo del mismo. Y así, Jardines Botánicos, Consejería de Medioambiente de los Cabildos, concejalías de Medioambiente de los Ayuntamientos, Programas educativos de los Parque Nacionales Canarios, etc., son vectores esenciales para que cualquier Proyecto se transforme en un valioso Proyectos de Gestión, capaz de garantizar la aprobación y el éxito no sólo de la comunidad eductiva (docentes, alumnos, personal de servicios esenciales para este tipo de proyectos, madres, padres...) sino de la sociedad en general.
No voy a extenderme con recuerdos propios de una época pasada. No quiero pecar de abuelo docente ni de viejas glorias. Nada más lejos de mí, les prometo un esfuerzo ímprobo para no caer en tentaciones que no vienen a cuento.
Por eso sólo traeré un par de reflexiones.
La primera tiene que ver con un sencillo proyecto que comenzó siendo poco más que una actividad de aula desarrollada fuera de ella, en los espacios libres de un centro educativo, un colegio de Infantil y Primaria.
La segunda reflexión tiene que ver con un Proyecto mucho más ambicioso en su ejecución pues se trataba de llevar la Educación Ambiental a toda la Comunidad Educativa del Archipiélago y lo cierto es que no hubo municipio alguno, en todas y cada una de las islas, donde no se llevara a cabo.
El primero, el que debería hacer sonrojar a la Consejería de Educación en estos momentos, ante la pomposidad con la que presentaron un Proyecto, en esencia muy interesante, pero como novedad extraordinaria en el mundo de la educación ambiental como ellos pregonan, no lo es, se gestó, desarrolló y difundió a partir de un propuesta innovadora del CEIP Esteban Navarro Sánchez, en el barrio de El Calero en el municipio de Telde, isla de Gran Canaria, a principios de la década de los años ochenta. Ahora, cuarenta y cinco años después, la propuesta aprobada es una mala copia de corta y pega.
El original tenía una fortaleza esencial, contaba con el apoyo unánime de toda la comunidad educativa del centro, que lo amparaba y participaba de una manera u otra en el Proyecto.
No voy a hacer historia de algo que no cabe en un simple artículo si realizamos una valoración de lo extenso, valioso y generador de ideas y trabajos que fue.
Pero sí señalaré cuatro pilares básicos que demuestran su extraordinario valor:
1.- Se desarrollaron viveros escolares de planta canaria. Su objetivo era repoblar con ellos las laderas y zonas verdes del colegio -unos tres mil metros cuadrados de un colegio que se acababa de inaugurar- y donar el resto de la producción a otros colegios y asociaciones vecinales para que, a su vez, repoblaran con flora autóctona sus jardines, espacios libres y plazas. La historia de este vivero y la producción de plantas se encuentra plasmada en una publicación que, aunque agotada hace muchos años, puede consultarse en bibliotecas de los colegios de Telde, las públicas municipales y en la Biblioteca Virtual de Canarias. Su título, y es éste el segundo pilar básico a destacar:
2.- "Pequeñas historias de un jardín de escuela". Sé bien de este libro y este Proyecto porque fui su autor. Editado en la imprenta Pérez Galdós, en 1989 con el auspicio del M.I. Ayuntamiento de Telde.
Y digo que es el segundo pilar básico porque se trataba de una sencilla guía para trabajar la educación ambiental en un centro educativo. Los diferentes capítulos trataban: la casita de los termómetros, las centenarias palmeras canarias de las que actualmente quedan sólo un par de ejemplares, del herbario del Jardín del centro, del fichero de las plantas canarias, de una colección de semillas, del pequeño bosque encantado, del otoño, de la primavera, del verano, del invierno en el Jardín, de la noche, del estanque de la Paz, del drago, del silencioso gato, de nuestro vecino el barranco, de nuestros queridos dibujantes, del señor Roque -el portero del centro, una de las almas mater del jardín con sus desvelos y cuidados permanentes-...
Busquen esta publicación si quieren ver amor y educación, si quieren conocer, con letras mayúsculas, qué debe ser y pretender la educación ambiental.
Prosigo con las cuatro fortalezas de aquella década prodigiosa en Telde, a la que hago referencia.
3.- Era el único Jardín Canario escolar de toda la Comunidad donde asistían una vez a la semana, centros públicos de la isla a visitar sus jardines, visita que realizaban acompañados por alumnas y alumnos de este centro, convertidos en verdaderos guías para los alumnos y profesores asistentes.
4.- Fue también el único Jardín donde en el 22º Congreso Internacional de Educación en Jardines Botánicos, se programó y cursó una visita a dicho centro educativo, asistiendo todos los directores de los más prestigiosos Jardines Botánicos del mundo. No soy capaz de recordarlos ahora, pero en el anexo fotográfico aparecen algunas de sus misivas posteriores, recogiendo el agradecimiento y orgullo por la visita guiada y la labor realizada por el alumnado implicado en los jardines escolares y sus viveros.
Del Proyecto que durante años generá proyectos de educación ambiental por la mayoría de los centros canarios, sólo daré su nombre, pues merece ser tratado en un artículo específico, cuando llegue el momento propicio.
Con el título: "PROYECTO EDUCATIVO: CONSERVEMOS NUESTROS BARRANCOS. El medio natural de las islas Canarias desde la cumbre hasta la costa", se realizó la campaña más ambiciosa de conocimiento del medio natural a partir del entorno más próximo a los centros educativos de todas las islas.
Si traigo todo esto al presente artículo es para hacer referencia a un artículo de la periodista Elena Morales, Santa Cruz de Tenerife, que en la sección -Gente y Culturas-, el día 27 de octubre sacó el siguiente titular: LA FLORA CANARIA BUSCA SU HUECO EN LOS PATIOS ESCOLARES.
Curiosa forma de ponerla en valor, pues sólo 20 de las 56 especies vegetales recomendadas por el Gobierno de Canarias para la naturalización de los centros escolares son consideradas plantas autóctonas. El resto corresponde a plantas no endémicas, introducidas de forma controlada en el archipiélago y flora ornamental.
Dice más adelante que esta iniciativa se desarrolla con gran éxito en otros lugares insulares como las islas Galápagos y el archipiélago de Hawai. Pero si leemos con calma sus proyectos, hay un cambio sustancial en ellos, en ambos casos, reconocidas reservas mundiales de la biodiversidad, las plantas permitidas para tan encomiable labor de educación ambiental, son todas ellas especies nativas, es decir, endémicas de las islas.
Nosotros, al parecer, somos más espabilados que ellos y por lo visto no somos una reserva mundial en cuanto a biodiversidad vegetal -con 3000 especies de plantas canarias endémicas a nadie se le esconde que nos encontramos en un punto caliente de biodiversidad-, por eso no nos preocupa la dispersión de plantas foráneas, invasoras, introducidas, llámenle como quieran y, no sólo ninguneamos nuestra valiosa flora endémica sino que permitimos que otras plantas se consideren referentes botánicos sin ser especies propias. Y así, las calas o las esterlizias son para muchos alumnos y muchos canarios, plantas canarias pues su imagen en habitual en paneles y vídeos de promoción turística, y las plataneras y las tomateras son de igual modo propias de las islas pues han existido siempre, y de las pitas y las tuneras podríamos decir lo mismo, endémicas también.
Proyecto de Naturalización de Espacios en Centros Educativos Públicos de Canarias. Así se llama el proyecto rimbombante que anuncian como pionero, novedoso y vanguardista pero, como pudimos leer en el preámbulo de este artículo, no es verdad. Si lo es en cambio la amnesia de muchos políticos y gestores que nada ven más allá de sus cuatro años de irregular gobierno.
Si quieren conocer con mayor detalle la Resolución de la Dirección General de Infraestructura y Equipamientos de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, es fácil. En el Boletín la encontrarán. Número 1082/2025, de fecha 03/10/25.
La lectura del proyecto me permite valorar como positivo tanto el montante de la inversión como las actuaciones financiables. Ahí no voy a entrar yo, era lo que se estaba haciendo en los noventa con charcas, fuentes, viveros, mesas de cultivo, huertos escolares, instalación de sistemas de riego, adquisición de plantas, plantaciones, espacios de encuentro, mantenimiento, encuentros...
Pero sí voy a entrar en el listado de especies que recoge la prensa y en su hipotético estado de conservación, por lo curioso que es -ver foto adjunta-.
Hay varias especies que recoge el epígrafe: No extinto. Está claro, si las van a repartir en colegios, extinta, extinta no está, y máxime cuando alguna de ellas que aparece en la lista, como el granadillo, se encuentran en la mayoría de los barrancos de las islas. En otras dice lo siguiente: Estado de conservación: Desconocido. Y yo me pregunto, si en verdad es desconocido el estado de sus poblaciones, ¿cómo pueden repartirse ejemplares de ellos? Aparecen bajo este epígrafe la lavanda canaria o el orobal. Yo, profano en el tema, les digo que ambas especies presentan aún buenas poblaciones en las islas.
Del balo aparece en la prensa: preocupación menor y ¿eso que significa? ¿Qué quiere decirnos este indefinido parámetro de valoración? Me imagino que algo así: Tranquilos, vamos a repartir balos sin problema, pues nos tiene muy poco preocupados.
¡Venga ya! Fuertes totorotas los que escribieron esto. ¿Pero, en verdad estos son criterios de análisis botánicos poblacionales: desconocido, preocupación menor, estable, no extinto...? Pero, ¿quién pasó esta información a la periodista?
Lo peor viene, sin embargo, con las plantas introducidas como el jazminero, una planta de alta toxicidad en sus frutos y que jamás contemplamos para su ajardinamiento en centros educativos durante la década situada a finales del pasado siglo y el primer quinquenio del actual. No era cuestión de grandes conocimientos, era cosa de sentido común y hete aquí que aparece ahora en la lista de admitidas para repoblar jardines escolares. Otra como la cocoloba que es propensa a las plagas y que observamos invadida con frecuencia en los jardines, también está en la lista. Pues nada, les animo yo a ampliar la lista e introducir cactáceas, tuneras y pitas que ayudarán a que los alumnos se mantengan alejados de las zonas verdes evitando sus púas y daños asociados.
Pero ¿alguien con sentido común ha visto la lista? ¿Acaso es muy difícil contactar con técnicos y botánicos de los Jardines Botánicos existentes en las islas quienes asesorarán sin compormiso, no sólo en las plantas más adecuadas sino en múltiples factores previos a la plantación y en la idoneidad de las especies a plantar? ¿Dónde debemos y bajo qué condiciones, bajo qué control?
Satisface saber que tras el Proyecto, investigadores botánicos y docentes universitarios como Manuel Nogales y Cristina González, recomiendan el uso de flora endémica susceptible de ser usada en jardinería escolar, como la forma más idónea de conocer, valorar y respetar nuestra biodiversidad desde la escuela, el instituto, la universidad.
Pero con las recomendaciones sólo no basta. No, señores gobernantes e iluminados de la educación, no son unos toletes los responsables de proteger la flora endémica en Hawai y las Galápagos a través de su estudio y conocimiento en los centros educativos. Tal vez el hecho de no valorar y defender la flora endémica por encima de todo, como valor patrimonial exclusivo es lo que haya permitido que un descerebrado haya dado la orden de talar un ejemplar centenario de Dracaena draco en La Laguna, Tenerife y no haya pasado nada, más allá del rechazo de los ciudadanos que ven caer con el drago, una parte de su historia.
Estudios hay que hablan del potencial de la flora endémica como elemento esencial para el ajardinamiento de todos los espacios posibles. Si sentimos el orgullo de ver en nuestros arcenes, medianas y plazas públicas cardones en flor, tabaibas, siemprevivas, magarzas, guaydiles, malvas de risco, matos de risco, botoneras, vinagreras, esparragueras, salvias, orobales, acebuches, palmeras, dragos, almácigos, tarajales, pinos canarios, sabinas, cedros... ¿Cómo no podemos entender que toda esa flora es la ideal para enriquecer los espacios libres de todos los centros educativos de las islas?
José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Lector, escritor y educador ambiental.