Internet ofrece posibilidades infinitas: acceso a información, expresión libre, conexiones personales y profesionales. Sin embargo, también se ha convertido en un espacio donde proliferan formas de violencia, especialmente contra los adolescentes. Según el informe "(Des)protegidos online: Jóvenes ante la violencia y la

desinformación en Internet", elaborado por
Plan International junto con el Ayuntamiento de Madrid, el 84% de los jóvenes encuestados ha sido víctima de acoso online y el 78% ha recibido amenazas, insultos o burlas.
El estudio pone especial atención en cómo esta violencia afecta de manera más grave a las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. El 68% de ellas ha vivido experiencias de violencia digital, frente al 49% de los chicos. Además, un preocupante 45% ha recibido propuestas sexuales no deseadas y el 40% ha sido expuesta a contenido sexual sin su consentimiento, lo que las coloca en una situación de clara vulnerabilidad.
Aunque la violencia en línea impacta con especial crudeza a adolescentes y jóvenes, ninguna persona está completamente exenta de sufrir acoso o difamación a través de Internet. Adultos, profesionales, figuras públicas o incluso usuarios con bajo perfil pueden verse expuestos a campañas de desprestigio, comentarios agresivos, difusión de información falsa o ataques personales. La rapidez y el alcance de los canales digitales amplifican cualquier conflicto o mensaje ofensivo, lo que convierte a cualquier usuario en una posible víctima si se sobrepasan los límites del respeto o la privacidad.
En este contexto, resulta fundamental aprender a distinguir cuándo una opinión crítica o negativa se convierte en acoso digital y en qué situaciones es posible contemplar una denuncia por calumnias e injurias u otras acciones legales. En algunos casos, hablar negativamente sobre una persona en redes sociales o foros públicos puede acarrear consecuencias legales, especialmente si se cruzan ciertos límites. Por ello, ante este tipo de situaciones, es común que surja una duda importante: ¿es posible denunciar a alguien por hablar mal de mí en Internet?
¿Dónde está el límite entre una crítica y el acoso?
Las redes sociales y plataformas digitales han modificado profundamente la forma en la que interactuamos. Las opiniones se difunden con rapidez, y cualquier persona puede convertirse en blanco de comentarios negativos, sean justificados o no. La línea que separa una crítica válida de un acto de acoso no siempre es clara. Sin embargo, hay varios elementos que ayudan a determinar cuándo se ha cruzado ese umbral.
1. Frecuencia y persistencia
Una crítica puede estar motivada por una experiencia concreta. Un cliente puede expresar descontento, una persona puede manifestar desacuerdo con una postura, o alguien puede opinar negativamente sobre un hecho puntual. Este tipo de comentarios suelen ser puntuales, específicos y aislados.
En cambio, el acoso se caracteriza por su continuidad. Se da cuando una persona, de forma reiterada, insiste en escribir comentarios ofensivos, enviar mensajes privados, hacer publicaciones dirigidas o incluso crear cuentas falsas con el fin de seguir hostigando. Esta repetición constante genera presión psicológica y un entorno digital hostil que afecta la vida cotidiana de la víctima.
La frecuencia convierte algo molesto en algo tóxico, que puede derivar en problemas de salud mental, ansiedad o aislamiento social. Por eso, más allá del contenido, la insistencia y persistencia son claves para diferenciar entre crítica y acoso.
2. Intención de dañar
La intención detrás de un mensaje también importa. Una crítica, por muy dura que sea, puede ser una expresión legítima si se basa en hechos y se expresa sin ánimo de humillar o agredir. Sin embargo, cuando los mensajes buscan claramente causar daño personal, emocional o reputacional, ya no se trata de opinar, sino de atacar.
El acoso suele venir cargado de mensajes con lenguaje violento, despectivo o intimidatorio. Se puede manifestar en forma de burlas, insultos, comentarios sexuales no deseados, amenazas o humillaciones públicas. Esta intencionalidad es especialmente evidente en los casos que afectan a mujeres, quienes, según el informe mencionado, reciben en mucha mayor proporción mensajes sexuales, ofensivos o directamente violentos. Los agresores digitales suelen escudarse en el anonimato o en el humor ("era una broma"), pero la intención subyacente se revela en el contexto, el tono y la recurrencia.
3. Contenido difamatorio
Una de las señales más claras de que una crítica ha derivado en acoso es la difusión de contenido falso o dañino, ya sea sobre comportamientos, acciones o características personales. Aquí entran en juego conceptos como la calumnia (atribuir falsamente un delito) y la injuria (expresiones que atentan contra el honor, la dignidad o la imagen pública).
Por ejemplo, si una persona afirma en redes que alguien ha cometido una estafa, que es agresivo, infiel, irresponsable o peligroso, sin pruebas y con intención de dañar, no se trata de una crítica. Es difamación, y puede constituir motivo suficiente para presentar una denuncia por calumnias e injurias.
Este tipo de contenido busca afectar la reputación, provocar rechazo en el entorno social de la víctima o incluso impedirle acceder a oportunidades laborales o educativas. La falsedad y la carga ofensiva de los mensajes son factores clave para valorar la gravedad de la situación.
4. Público vs. privado
El canal por el que se transmite la crítica también influye en su impacto. Muchas veces, los ataques se producen en espacios públicos como Twitter, Instagram, TikTok, foros o blogs. Otras veces, se trasladan al entorno privado, a través de mensajes directos, correos electrónicos o chats de mensajería instantánea.
Ambos casos pueden ser igual de perjudiciales si el contenido es reiterado, ofensivo o intimidatorio. Sin embargo, el acoso digital en privado suele ser más difícil de detectar por terceros y puede escalar rápidamente sin que existan testigos.
Además, el entorno privado puede generar mayor sensación de inseguridad: la víctima siente que no puede escapar, porque el acoso le llega directamente a su espacio personal, a su teléfono o correo. Es común que, en estos contextos, también aparezcan amenazas o chantajes, como la difusión no consentida de contenido íntimo, lo que refuerza la gravedad del hecho.
¿Qué se considera calumnia? ¿Y la injuria?
La calumnia ocurre cuando alguien atribuye falsamente a otra persona la comisión de un delito. Es decir, se afirma o insinúa que alguien ha cometido una acción ilícita -como robar, acosar, agredir o estafar- sin pruebas ni justificación, y con la intención de perjudicar.
Por su parte, la injuria hace referencia a aquellas expresiones o acciones que, sin llegar a acusar de un delito, ofenden gravemente el honor, la reputación o la dignidad de una persona. Esto incluye insultos graves, publicaciones humillantes, mofas continuadas o burlas públicas.
En ambos casos, si los mensajes se han difundido públicamente (como ocurre frecuentemente en redes sociales), pueden agudizar el daño y hacer más viable una denuncia formal.
Cómo actuar ante el acoso digital
Si alguien se enfrenta a situaciones que podrían considerarse acoso, estas son algunas recomendaciones clave:
1. Guardar evidencias: capturas de pantalla, URLs, nombres de usuario, fechas, mensajes, etc. Estas pruebas son fundamentales para demostrar la existencia del acoso o difamación y pueden ser decisivas si se presenta una denuncia formal o se solicita la intervención de una plataforma o asesor legal.
2. No interactuar: evitar entrar en discusiones, ya que puede empeorar la situación. Responder a los agresores suele alimentar el conflicto y puede darles más visibilidad o argumentos para continuar con el hostigamiento.
3. Bloquear al agresor en todas las plataformas posibles: esto ayuda a cortar el canal de contacto directo y reduce la exposición a mensajes dañinos, protegiendo tanto la salud mental como el espacio digital personal.
4. Reportar el contenido a las redes o servicios donde se ha publicado: las plataformas suelen contar con mecanismos de denuncia que permiten revisar y, en muchos casos, eliminar publicaciones ofensivas o bloquear a usuarios que incumplen sus normas comunitarias.
5. Buscar apoyo psicológico y legal, especialmente si el acoso afecta emocionalmente o se repite de forma sistemática: en este proceso, también puede ser útil recurrir a profesionales especializados en gestionar la reputación online y eliminar contenido perjudicial, cómo la agencia de reputación online
Remove Group, una empresa que ofrece soluciones personalizadas para ayudar a las personas a recuperar el control de su presencia digital.
Criticar no es delito, pero acosar sí puede serlo. En el ecosistema digital actual, donde la sobreexposición y la agresividad en redes van en aumento, es esencial aprender a reconocer los límites entre una opinión y una forma de violencia. Esto es especialmente urgente en el caso de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes, quienes están expuestas a formas de agresión particulares, muchas veces normalizadas. Cuando se cruzan líneas de respeto, veracidad y seguridad, actuar es un derecho. Y en determinadas circunstancias, la denuncia por calumnias e injurias es una vía legítima para defender el honor, la salud mental y la libertad de quien ha sido víctima.