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Sendero ecológico por los arenales de Tufia

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 07 de diciembre de 2025
38 años de una emblemática senda

Dedicado a todos las educadoras y educadores que a través de su labor formativa
han gozado del honor de ser considerados maestros por sus alumnas y sus alumnos,
el mayor galardón que puede recibir un profesional de la enseñanza.

En el año mil novecientos ochenta y siete -hace ya treinta y ocho años-, salía a la luz una publicación, bien acogida en aquel entonces por la oportunidad del momento: ser una de las pioneras guías didácticas editadas para el conocimiento del entorno en el ámbito nacional y la primera en las sendas interpretadas en el municipio de Telde. Su título: Sendero ecológico por los arenales de Tufia "Sendero ecológico por los arenales de Tufia".
Editada por el M.I. Ayuntamiento de Telde, la impresión se había llevado a cabo en Litografía Lezcano, entrañable imprenta, ya desaparecida, sita en el barrio de Arenales en Las Palmas de Gran Canaria, bajo la dirección del egregio poeta y extraordinaria persona Pedro Lezcano.
Conformaban su portada cuatro fotos a color sobre un fondo negro. La primera se trataba de un tarajal en plena floración y bajo él -segunda foto-, emergía la oscura silueta de la península o morro de Tufia. Al lado se encontraban los muros semiderruídos de piedra seca de una vivienda aborigen. En el centro, título y autores escritos con letras blancas sobre fondo negro y completando la portada la imagen de una pardela cenicienta tendida sobre el suelo, inusual imagen de esta ave pues es en huras y solapones de acantilados donde se observan, a los cuales llegan volando, pero en este caso concreto se trataba de una pardela cenicienta rescatada, un ejemplar que, deslumbrado por la intensa luz de una farola, había caído a la carretera tras chocar con ella.
El motivo del presente artículo es doble. Por un lado dejar constancia del paso del tiempo sobre un sendero ecológico mediante un paseo realizado por sus autores -ilustradores que, niños entonces, peinan canas ahora y, autor del texto que, iniciando entonces su labor pedagógica, se encuentra ahora en tiempo de jubilación-. Un paseo sosegado, un paseo que no habían realizado juntos desde aquel entonces, próximas ya las cuatro décadas, un paseo con paradas y lecturas de textos que permitieran identificar, analizar y valorar los cambios ocurridos en la senda transitada.
Por otro, subsanar un error que, aún restándole importancia los ilustradores, estimo de suma importancia y necesario reconocimiento para el que les está escribiendo, pues fueron coautores del centenar de dibujos que sobre fauna, flora, fósiles, geología y paisaje enriquece el texto del cuaderno publicado, facilitando, con su calidad y destreza artística infantil, la identificación de una buena parte de las especies representadas.
Así pues empecemos por los reconocimientos. A Francisco Montesdeoca Domínguez, quien aparece como autor de todos los dibujos hay que añadir los nombres de Ángel Rafael Calderín Martel, Francisco Calderín Jiménez y Manuel Ángel Sánchez Santana. Curioso olvido fruto del desconocimiento, pues en realidad fue un trabajo conjunto de cuatro grandes amigos desde la niñez, de la intrascendencia del hecho para cada uno de ellos y de la absoluta ignorancia del autor del libro sobre tal particular, hasta la fecha.
Sendero ecológico por los arenales de Tufia No hace mucho que nos reíamos los cinco de la anécdota creada, ellos restándole importancia pues con Paco Montesdeoca como autor, todos se sentían representados.
Aquel domingo, fue un domingo diferente. Programamos la ruta como un viaje en el tiempo, ellos volvieron a sentirse niños de doce-catorce años y yo un veinteañero a punto de cumplir los treinta años.
En general la valoración realizada fue positiva -hablamos de hace un año-. Dimos más importancia a los cambios que han mejorado el paisaje sobre el que discurre el sendero ecológico y sus valores naturales, que las nuevas agresiones que se habían producido sobre el mismo.
Recuerdo que destacábamos la limpieza en general, la erradicación de decenas de pequeños vertidos incontrolados, otrora muy abundantes y ahora puntuales. De igual modo, al inicio del sendero recordábamos un descomunal vertido en forma de montaña de residuos, un inconcebible vertedero incontrolado cuya razón de ser no era otra que seguir sepultando la cabecera del barranco Hondo y ganar de tal modo mayor superficie industrial.
Poco tratamiento ha llevado esta zona desde tan entrañable paseo con los amigos ilustradores hasta este pasado fin de semana en que realicé, como guía de un grupo de adultos, jóvenes y niños, la misma senda interpretada.
Si bien es cierto que actualmente debe reseñarse el ajardinamiento de la nueva plataforma, creada con los mencionados escombros cubiertos por una capa de tierra vegetal, debe reprobarse el hecho de que tal repoblación se haya realizado con flora foránea pues aunque minimiza el impacto visual de la escombrera- al menos la oculta a la vista desde esta llanura artificial, ha supuesto la invasión del cauce del barranco por especies invasoras, siendo las más relevantes la palmera de abanico (Washingtonia robusta), especie que, año tra año, ve como se incrementa su población con nuevos ejemplares, muchos de ellos adultos ya y productores de múltiples semillas y el rabo de gato (Cenchrus setaceus).
El tratamiento del área protegida como Sitio de Interés Científico de Tufia con una senda de tipología blanda, delimitada con piedras que definen su curso sin alterar el entorno, el cierre de áreas sensibles para la protección y conservación de endemismos como la piña de mar o el chaparro y el bloqueo con grandes piezas de hormigón, imposibilitando el paso de vehículos a motor al área protegida, ha propiciado la regeneración de la flora y la fauna de los arenales y la conservación de las relictuales estructuras fosilizadas de areniscas, han sido medidas llevadas a cabo que es preciso destacar.
Recuerdo que la playa de Aguadulce nos sorprendió con su limpieza y evolución de sus laderas, con sus arenales recuperados para la flora y la fauna y, sobretodo, con la ausencia total de viviendas ilegales y chabolas ocupando el espacio público hasta el borde mismo de la marea. Es tan increíble el cambio acaecido en el paisaje que fue necesario observar fotos de aquella época, para corroborar que ha sido real en el pasado tal anarquía urbanística. No es menos cierto que la mayoría de los escombros generados durante las labores de demolición y derribo fueron sepultados "in situ", revelándonos tal disparate en la gestión de los residuos las nuevas barranqueras que abrió el agua en las ocasionales avenidas ocurridas desde entonces, poniendo al descubierto verdaderas montañas de escombros sepultadas, apenas disimuladas en superficie por una fina capa de arena dispuesta sobre ellas.
Todos añoramos en aquel entonces que aquella ejemplar actuación de rescate de suelo público en la playa y laderas de Aguadulce no tuviera su continuidad con las también ilegales de Tufia, Mazagatos y Ojos de Garza. Y no sólo eso, sino que se permitiera su consolidación con el paso del tiempo, disfrazándolos de poblados pintorescos, como si la realidad se pudiera maquillar cuando en verdad se gestaron como núcleos ilegales de viviendas de autoconstrucción sobre suelo público.
Sangrante es aún que, sobre los riscos, el poblado de viviendas de Mazagatos -en aquel entonces apenas media docena de chabolas de madera, ahora casas ilegales realizadas con bloques, hormigón, cemento y que siguen ampliándose ante la pasividad y los ojos ciegos de todas las instituciones, sigan vertiendo sus aguas fecales directamente asl océano, sin tratamiento alguno pues, encontrándose fuera de ordenación dicho poblado, jamás dispondrá de un saneamiento controlado.
A todos nos alegró la erradicación de históricos vertidos líquidos industriales que discurrieron durante años por el cauce del barranco Hondo:
"...por el cauce del barranco, a su paso bajo el puente de piedra, discurre un pequeño arroyuelo de aguas residuales cargadas de aceites y otras materias grasas que le imprimen un color marrón negruzco al mismo..."
Así se registraba en el libro que encabeza este artículo. Nada parece quedar de los históricos vertidos, pero no es cierto. Si nos acercamos a la desembocadura del barranco, tras el cordón de callaos que le separa de la marea, y observamos el perfil que las ocasionales lluvias van abriendo en sus sedimentos, observamos una fina capa negruzca y otra blanquecina correspondientes a todos aquellos vertidos procedentes de empresas sin control alguno en aquel entonces sobre el tratamiento de sus residuos.
Como agresiva novedad en el sendero recorrido, el cauce del barranco se encuentra cubierto en su totalidad por una "serpiente vegetal" de color pajizo que corresponde a la planta invasora conocida como rabo de gato. No hay duda alguna en que el control de las especies invasoras es y será uno de los grandes retos a abordar en territorios insulares.
Ha pasado más de un año desde este paseo con mis amigos y he regresado a la ruta de estos arenales varias veces, muchas sólo y otras con algún que otro grupo de alumnos de centros educativos que me lo solicitan. Este pasado fin de semana, sin embargo, ha sido con un nutrido grupo de adultos y jóvenes dentro del interesante Programa de Noviembre Forestal 2025 que en Gran Canaria celebra su 11ª edición.
Una vez más hice de guía y una vez más sentí un placer inmenso en ello. En el horizonte destacaba un nuevo elemento distorsionador del paisaje marino y del ecosistema de litoral: las granjas marinas de lubinas. Sus catastróficos efectos se encontraban no sólo en la pérdida de biodiversidad a lo largo de toda la costa este de Gran Canaria, sino en el cierre de playas, siguiendo cerradas en estos momentos una buena parte de las del municipio de Telde. ¡Más de sesenta días! Una vergüenza pública que clama a la fiscalía de Medio Ambiente en busca de sanciones ejemplares por daños y perjuicios al medio marino, al medio terrestre -playas y riscos- y a toda la ciudadanía, a quien se les vetó las playas y el acceso a las mismas, afectando a sus intereses económicos, de salud y de ocio, arruinando su modo de vivir.
Indigna que nada hallamos aprendido. Indigna que nuestras autoridades no ejerzan como tales y entregen nuestras aguas al mejor postor, sin control alguno de los daños potenciales, a cambio de irrisorias compensaciones económicas. Concesiones que están arruinando la isla, creando un problema de presente y de futuro, muy difícil de tratar.
¡Es tan fácil arruinar la excelencia que defendemos como destino turístico y tan difícl recuperarla una vez dañada!
Volviendo a la senda, es saludable recordar viejos tiempos y sobre todo si esa vuelta atrás nos encuentra acompañados por personas que estimamos, que queremos, como en este caso. Un profesor y sus alumnos observando el paso del tiempo desde un prisma nuevo, el de una sincera amistad, pero sintiendo el dolor que provocan las luchas continuas contra el entorno, la depredación del territorio cuando la única visión del mismo es la de un solar para el uso y abuso del ser humano.
Cierto es que avanzamos un paso -la protección de la piña de mar, el chaparro y lo que quedan de los arenales fósiles y las pequeñas dunas- pero retrocedemos diez -las jaulas que todo lo contaminan, las repoblaciones con especies foráneas, la consolidación de núcleos urbanos ilegales y el inicio de recientes poblados de chabolas en los riscos, al borde de la marea-.
Por eso son tan importantes los libros y cualquier tipo de documento gráfico y visual, para dejar constancia de la labor del ser humano, de sus errores y sus aciertos y poder algún día comprender que ese medio que compartimos con otros seres vivos -plantas y animales- a quienes en este momento escaso valor le damos, es vital mantenerlo en equilibrio, pues sólo su salud ambiental y la riqueza de su biodiverdidad traerán consigo la supervivencia física, moral y económica del ser humano.

José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Lector, escritor y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
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