En mi Cudeiro natal no existían los hórreos porque no se cultivaban los cereales; por eso siempre me fascinaron estas construcciones, propias de la arquitectura rural del país y consustanciales con el paisaje.
Junto a los molinos de agua creo que son la mejor muestra etnográfica de nuestro pasado de subsistencia.
El hórreo fue antiguamente elemento básico de la lucha por pervivir en una Galicia que también supo de hambre. Su papel en las aldeas ha sido vital y se consideraba una especie de cofre del tesoro alimenticio para personas y animales.
En muchos lugares de esta Tierra Única aún cumple su función de pequeño almacén de maíz, pero la mayoría de los hórreos que sobrevivieron a la modernidad suponen hoy la estética de lo popular y el especial encanto de cada uno de nuestros propios rincones mágicos.
Convendrás conmigo que el hórreo es un elemento singular creado de forma inteligente porque permite almacenar, secar y conservar el grano. Destaca su excelente ventilación, el buen aislamiento y la protección contra la humedad. Además, es una fortaleza con el más adecuado sistema de defensa contra insectos, roedores, pájaros e incluso hormigas, que uno de sus elementos es el tornaformigas, una pequeña fosa que lo rodea y se llena de agua.
Uno de los placeres que sentirás cuando visites un hórreo de los monumentales será escuchar como cada paisano describe los elementos de los que se compone la construcción. Los nombres ya lo dicen todo: soportes, tornarratos, dinteles, claros, penales, pinches, tejados, sobrecenas, cruces y turulecos.
Dicen algunos historiadores que fue otro legado romano, pero conste que nadie probó nunca tal cosa. Sin embargo, bien se conoce como el hórreo resultó indispensable en la frágil economía de nuestros pueblos, durante una buena parte del siglo XX, cuando la gente emigraba.
Hoy en día parece más bien un motivo turístico que adorna la perspectiva de nuestros más bellos pueblos
e incluso motivo de adorno en el jardín de la casa nueva o reconstruida.
La colección más grande de hórreos a la orilla del mar la encontrarás en Combarro, pueblo pontevedrés, muy hermoso y marinero, que fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. También cerca de Pontevedra, en Pedre, hay otro núcleo magníficamente conservado. Igualmente se recuperó el conjunto de hórreos de Imo, en el ayuntamiento de Dodro. Pero sin duda te sorprenderá más que ninguna otra agrupación el conjunto de 34 hórreos de A Merca, en Ourense. Es el más grande y tal vez el mejor conservado.
Aunque estas solo son algunas muestras de los conjuntos de hórreos parroquiales y comunitarios más significativos de Galicia, pero hay muchos otros más famosos y que merece la pena visitar por sus singularidades.
Por ejemplo, el de Carnota que pasa por ser el más grande y el mejor ejemplo de esta arquitectura popular; es monumento nacional. Muy cerca, en Lira, otro hórreo compite en espectacularidad con el de Carnota por sus características y dimensiones. Pero si te tomas la molestia de viajar hasta Piornedo de Ancares contemplarás la increíble postal que supone un hórreo junto a una palloza para que escribas en el paisaje la fábula de tus sueños poblados de gnomos y hadas.
Seguro que te estás preguntando cuántos hórreos hay en Galicia. Te diré que el censo completo no está hecho, pero se calcula que alrededor de 10.000. Lo que sí te puedo contar es que en el ayuntamiento de Rianxo es donde encontraremos el mayor número de ellos: 770 se distribuyen a lo largo y ancho del territorio municipal. Entre todos ellos destaca el de Araño, con sus 37 metros de largo. Es curioso el de Viturro por su cubierta de granito. Y el de Cestelo es otra espectacular construcción con dos cruces.
Además, detrás de cada hórreo está siempre una aldea bonita insertada en el espacio perfecto para que aún nos siga asombrando el paisaje, ya sea de montaña, de valle o de mar. Te invito a que lo compruebes por ti mismo contemplando la perspectiva otoñal y la esencia de la vida en cualquier lugar de Galicia.
