Cuenta atrás
Alén, Pilar - viernes, 28 de noviembre de 2025
Ahora sí. Pero todavía no. Aún falta, pero sí que estamos más cerca de la Navidad. No: no es Navidad. Primero hay que pasar por el «Adviento», que ahora empieza de verdad. En concreto, este año, da comienzo el 30 de noviembre, aunque su inicio es variable según cuadre: entre el 27 de ese mes y el 3 de diciembre. A este propósito, es bueno que puntualicemos sobre un tema aparentemente vano: no hagan caso de tanto variopinto calendario edulcorado y fíense del que realmente marca las pautas a estas fiestas cuyo inicio no lo marcan los comercios ni los millones de ledes de colores que, desde hace tiempo, por todas partes vamos viendo.
Cuando ya nadie se preocupa de adquirir un dietario o un calendario de aquellos que, sobre la mesa, colgado en la pared o en un armario se consultaban puntualmente para no perderse ningún importante acontecimiento (ordinario o extraordinario) nos bombardean con otros que más bien son sus sucedáneos: los calendarios de adviento (con minúsculas, si me permiten) que pululan por muchas baldas de tiendas de todo género. Uno se pierde porque los hay a cientos: en forma de árboles, libros, casas o chalets (la diferencia, vaya usted a saber
), elfos -muchos elfos- y macacos; rellenos de sorpresas, perfumes, piezas Lego, y, sobre todo, de chocolate barato
Los hay dulces y salados, dorados y encarnados, muy dibujados, simplones unos frente a otros sofisticados. ¡Qué mareo! Pero ¿saben para que sirven? ¿Para endulzar la espera de la Navidad? Eso dicen, pero ¿se lo cree alguien cabal? Así planteados, pasan por ser un adorno sin más; tuvieron sentido antaño, pero en nuestros días pocos saben de qué van. Interesa lo que venden bajo ese reclamo, pero hoy no hay nada detrás.
En una época de contento sin excesivo sustento navideño, salvo esperar a que llegue la gran fecha del 24 de diciembre (mejor sería decir, con propiedad, en un contexto de cristiandad: la del Nacimiento), nadie se para a tachar en la agenda de su móvil ni en un supuesto diario, libreta o cuaderno cuánto falta para que quede menos para esa cena especial. A todo esto, que cada cual gaste su dinero como prefiera; aunque bueno sería después no hablar tanto de solidaridad.
Cambio de tercio. Me ha gustado escuchar un «Alma Redemptoris Mater» a 4 voces de G. P. de Palestrina (1525-1594). Fue con motivo del concierto conmemorativo del V centenario de su nacimiento, hace bien poco en la catedral. Hay algo que procede señalar: ese sí que es un canto -una antífona mariana- que preludia la Navidad. Ahí va el texto; mírenlo despacio y aprecien su sentido y belleza, pese a que en español no resulte poético: «Madre Santa del Redentor, puerta siempre abierta del cielo, estrella del mar, socorre al pueblo que cae y procura levantarse. Tú que ante el asombro de la naturaleza engendraste a tu Santo Creador, Virgen antes y después de haber recibido de la boca de Gabriel aquel Ave, ten piedad de los pecadores».
Contrastes hay. Y no serían malos si no se perdiera el norte. Bien están los calendarios diseñados para gastar si, al tiempo, se supiera el valor de los días que quedan por andar hasta alcanzar ese 24 de diciembre. Y, puestos a hablar de gastar -casi que- por gastar, cuidado con el Black Friday, que no deja de ser otro gancho publicitario más.
Ahora sí, pero no. El dilema ya llegó: ¿gastar para ahorrar (curiosa yuxtaposición)? Por un lado, la sensatez y por otro la tentación. Se piensa: ¿será luego más caro si no lo compro hoy? Debate entre cabeza y corazón. Una carrera de obstáculos que no es nueva invención. Quizá sea momento de sacar partido a esa agendas o calendario: cada día que pase sin fundir la tarjeta bancaria puede ser la mejor inversión.

Alén, Pilar